Marie Claire (Argentina)

Un paseo por la tierra del Malbec junto a Michel Rolland.

Michel Rolland, El Valle de Uco es el lugar que eligió el enólogo más importante del mundo, para instalarse y desarrolla­r esta cepa en ARGENTINA. Junto a él recorremos este enclave mendocino que lo enamoró para siempre.

- TEXTO Y FOTOS: FERNANDO GOMEZ DOSSENA (DESDE MENDOZA)

1982 fue el año en el que pisó por primera vez Argentina. Fue con su mujer -también enólogaal carnaval de Rio de Janeiro y se tentó con llegar a Iguazú para conocer las Cataratas. Desde ese entonces este país fue una idea fija para Michel Rolland, el enólogo francés más importante del mundo. Seis años después regresó, pero esta vez decidió ir a Cafayate (Salta) y empezar a recorrer hacia el sur la zona cordillera­na en busca del lugar propicio para desarrolla­r un Malbec. Así llegó al Valle de Uco, se enamoró del espacio y se afincó inmediatam­ente. “Dónde hoy estamos no había nada, solo estepa y aridez. Algo me conmovió

de este lugar, segurament­e el paisaje que creo es inigualabl­e. Pensé plantar vides en 100 hectáreas. Hoy son 865. Se agrandó un poco el proyecto”, cuenta Rolland con su risa contagiosa y bastante caracterís­tica. Así se originó el proyecto Clos de los siete, un emprendimi­ento único en el mundo en el cual cuatro bodegas (al principio fueron siete) realizan un blend de blends de Malbec que lleva ese nombre. Monteviejo, Diamandes, Cuvelier de Andes y Bodega Rolland son los hacedores de esta bebida de gran éxito y aceptación en el mundo. “Hoy en día sería imposible montar algo semejante, por empezar porque no hay un terroir propicio tan grande y segundo porque no tengo el empuje y las ganas de hacerlo”, explica y agrega: “Y tampoco estoy tan loco como 30 años atrás”. Rolland asesora con su equipo de 8 enólogos (que forman parte de su empresa, así como su mujer y sus dos hijas) a 250 proyectos en los cinco continente­s. “Mi trabajo nunca me aburre, sólo me fastidio y enojo con la administra­ción argentina y la cantidad de problemas que hay aquí. Pero claramente no llego a ofuscarme tanto porque sigo en Mendoza con mi proyecto”, cuenta, quien a los 71 años trabaja codo a codo con tres generacion­es menores que él.

BRINDAR POR LA VENDIMIA

El predio de Clos de los siete se encuentra a cinco kilómetros del centro de Valle de Uco. Dicen que entrar es tan difícil como ingresar a la NASA y que sin cita previa (siempre vía e-mail) nadie

pasa el umbral. Las miles de hectáreas de vides, el aroma a uva en época de vendimia y la cordillera de fondo son las protagonis­tas, así como los cuatro edificacio­nes -algunas bastante faraónicas- de las cuatro bodegas. Además de la típica visita para conocer el proceso de elaboració­n del vino, algunas tienen una opción diferencia­l. Monteviejo, además de una galería de arte itinerante en sus pasillos, tiene un restaurant­e con grandes ventanales y un deck con vista a la cordillera. El menú -solamente de día- está preparado por la chef Nadia Harón. Diamandes, por su parte, ostenta un wine bar y su restó Diam´s comandado por el cocinero Jorge Orozco. La bodega comenzó a ofrecer en este último tiempo veladas por la tarde para disfrutar de un buen vino, finger food y buena música. Imperdible -pero sólo se realiza con grupos especiales y reducidos- es entrar a la cripta y vivir la cata a ciegas, que es una experienci­a sensorial que mezcla música, aromas y mucho sabor. Cuvelier de Andes y Bodega Rolland se caracteriz­an por tener espacios de cava extensos y muy impactante­s. En la segunda, es muy posible verlo a Michel en acción si se tiene la suerte de llegar en una de las cuatro semanas que el francés está de visita en Valle de Uco.

MUCHO MÁS QUE SU PROPIO HOGAR

Rolland asegura que apenas cruza la entrada de Clos de los siete se siente en casa, pero mucho más tranquilo que en su finca de Burdeos, ya que aquí se “interna” en el valle y no tiene que salir a ningún

lado por un largo tiempo. Sus mañanas transcurre­n generalmen­te entre catas. “Suelo hacerlas mirando a la montaña. Las laderas tienen siempre un color diferente y yo ya identifico qué montaña es cual. Mientras tomo un vino les cuento a mis empleados el nombre de cada una”, detalla. Por la tarde, tiene encuentros o reuniones y cuando cae el sol ya se queda en su casa disfrutand­o de su familia. “Escucho música, desde Mozart a Rapsodia Bohemia, leo y tomo un vino”, enumera Michel, quien asegura que intenta que ningún día le falte su copita de tinto o blanco. “Es el placer más grande de mi vida, ¿por qué me voy a privar de eso” Yo siempre digo que no importa qué vino sea, uno tiene que beber el que le gusta y listo”, lanza. El enólogo cuenta que otra de sus pasiones es el golf y, a pesar de tener 18 de hándicap, últimament­e su espalda le está jugando una mala pasada y tuvo que suspender sus entrenamie­ntos. La comida también está dentro de su lista de preferidos. “Acá como muchísima carne, pero mis platos favoritos son: el pato Pekín, el salmón salvaje cocinado con sal y la lubina”. Dice que admira a muchísima gente, menos a los políticos y que recomienda siempre a sus amigos que vengan a visitar Argentina. “Es un gran destino para vivirlo como turista, no así como inversor”, agrega entre risas y acota: “Tengo pasaporte francés, pero para trabajar elijo Estados Unidos; en cambio para soñar y disfrutar vengo aquí. Es el mejor lugar del mundo para eso”. Y brinda con un Clos de los siete cosecha 2009. “Sin dudas es el vino que elegiría antes de morir”.

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CLOS DE LOS SIETE. TIENE UNA GALERÍA DE ARTE CON MUESTRAS ITINERANTE­S Y UN RESTAURANT­E CON VISTA A LOS ANDES COMANDADO POR LA CHEF NADIA
HARÓN.
MONTEVIEJO ES UNA DE LAS BODEGAS QUE FORMA PARTE DE CLOS DE LOS SIETE. TIENE UNA GALERÍA DE ARTE CON MUESTRAS ITINERANTE­S Y UN RESTAURANT­E CON VISTA A LOS ANDES COMANDADO POR LA CHEF NADIA HARÓN.
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MICHEL ROLLAND ALMORZANDO EN EL RESTAURANT­E DIAM´S EN BODEGA DIAMANDES EN DONDE COCINA EL CHEF SANTIAGO OROZCO.
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MICHEL ROLLAND MIRA DESDE SU BODEGA ROLLAND LOS VIÑEDOS. ALLÍ, TIENE UNA CAVA CON ESTUPENDAS ARAÑAS A LA CUAL POCA GENTE PUEDE INGRESAR.

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