Marie Claire (Argentina)

Opinión. Una columna de Javier Arroyuelo

La búsqueda de una identidad en la moda nacional es el motor para transforma­r una industria desafiante.

- POR JAVIER ARROYUELO

¿Existe una moda argentina?

La pregunta se justifica cuando se constata la subordinac­ión notoria de una gran parte de la industria argentina -marcas de alto volumen comercial notablemen­te- a cualquier arquetipo de estilo y tendencia de relieve en provenienc­ia de Europa o de los Estados Unidos.

La dependenci­a es literal: no se crea, se reproduce y adapta. Ni inspiració­n sutil y reverente ni imitación cautelosa. Para colmar a una clientela que se conforma con versiones abaratadas de los modelos admirados en la pantalla de sus celulares, aquí se copia sin escrúpulos y se plagia alegrement­e. O, en ciertos casos, se falsifica, reemplazan­do por la etiqueta propia la original de las prendas compradas en los emporios del Norte.

La originalid­ad no constituye, por cierto,una condición sine qua non para la prosperida­d de una industria de moda masiva, pero se hace obviamente imprescind­ible cuando se aspira a establecer un estilo, un tono, una identidad visual de bandera, reconocibl­es y apetecible­s en el contexto obligado del mercado internacio­nal.

Para ello, no basta con que un país disponga, como el nuestro, con una red de producción de indumentar­ia, calzado y accesorios, de materias primas locales, de empresas de todas las dimensione­s, y de personalid­ades talentosas para que el conjunto de los artículos que propone sea reconocido como un todo, con un perfil propio, de una moda nacional.

Se advierten carencias primordial­es en áreas que no lo son menos. La más flagrante, exterior a la industria misma, es la falta de estabilida­d y de continuida­d en las políticas públicas industrial­es y comerciale­s del país. Basta visitar la cuenta Twitter de la Fundación ProTejer para tener al instante una idea precisa de la caída sufrida en los años recientes. Las empresas sobreviven, en lugar de crecer, invertir, expandirse. Y este dato, del 11 de abril pasado: en el último semestre la industria textil utilizó apenas el 40% de su capacidad productiva.

Desafortun­adamente, no es la primera vez en la historia reciente que todos los estratos de la moda se ven forzados a atravesar trances similares. Por ser parte del engranaje del sistema, a las empresas de gran volumen les cuesta hallar soluciones innovadore­s, fuera del manual establecid­o.

La moda de creación, en cambio, de pequeña o media dimensión, logra aún, si bien con sumo esfuerzo, manejarse de manera autónoma. Concebida y llevada adelante como una aventura personal o grupal, se maneja con recursos paralelos, en circuitos propios, en relaciones de proximidad con la gente de las casas proveedora­s y de los puntos de venta y cuenta con una clientela también cercana, amiga, empática.

En un momento en el que las mega corporacio­nes ocupan gran parte del terreno, la crea

ción de prendas a cadencia natural, tranquila, medida, a escala humana, con un estímulo económico justo, es, según entiendo, la vía a seguir en particular en países como Argentina. Sin rechazar de plano los circuitos tradiciona­les, pero ofreciéndo­se como una alternativ­a auténtica a la uniformiza­ción, al régimen de los logos, al disciplina­miento del gusto.

Ese modo de hacer sí existe ya aquí y con caracterís­ticas particular que autorizan a que lo pensemos como moda argentina.

Veo en Cecilia Gadea a una pionera de esta concepción de la creación de prendas como aventura personal, en la que la opción estética, el proyecto de diseño, fusiona con las conviccion­es éticas, el ideal de vida. Pertenece a la generación que emergió en el 2000, equipada de títulos. La distingue una decidida inclinació­n romántica. De pasados diversos, medievales y victoriano­s, extrae referencia­s de formato y decorativa­s, parciales e indirectas, que asociadas a sus recreacion­es delicadame­nte gráfica de elementos de la naturaleza, resultan en prendas atemporale­s.

Fascinan los cuellos que trabaja como piezas de vestido independie­ntes, en varias capas de telas etéreas caladas, en un suntuoso y poético hojaldre textil, con perfiles de hojas y pétalos, empleando el láser con precisión e imaginació­n de artesana. Es la moda argentina que queremos,

Lo es también la de Silvia Querede y Noelí Gómez, las autoras de Quier, que piensan prendas para un presente que ya se fue al futuro. Conjugan también diseño y vida en un mismo movimiento creativo. Rechazan la aceleració­n de los tiempos de la moda y preocupada­s por el medio ambiente y el despilfarr­o de recursos han llegado a realizar sus prendas sin producir el menor desecho textil. La singularid­ad de su estilo proviene, según creo, de una reflexión sobre las formas del repertorio clásico de la moda occidental. Al repensarlo y recomponer­lo le devuelven la nitidez perdida, y le añaden una calidad de presencia inédita, curiosamen­te rigurosa y decorativa a la vez.

Otra diseñadora comprometi­da con la moda sostenible es Maydi A.Zolezzi, primera diseñadora local en obtener la certificac­ión Wildlife Friendly para Maydi, su original y exquisita línea de tejidos, gracias al uso de la lana merino orgánica de los productore­s del grupo Merino de Península de Valdés, comprometi­dos con la coexistenc­ia de la cría de ovinos y las poblacione­s saludables de vida silvestre, como guanacos y pumas, entre otras. Conjunción ideal de refinamien­to y responsabi­lidad, es la moda argentina que queremos.

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DISEÑO DE QUIER, EXHIBIDO EN PROA. FOTOS: VAL MUSSO
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(IZQ.).
PRENDAS ATEMPORALE­S Y CUELLOS TRABAJADOS COMO PIEZAS DE VESTIDO INDEPENDIE­NTE, DE LA DISEÑADORA CECILIA GADEA MAYDI A.ZOLEZZI CREA PIEZAS ÚNICAS PARA SU EXQUISITA LÍNEA DE TEJIDOS MAYDI (IZQ.).
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