Marie Claire (Argentina)

Chicas que luchan.

- TEXTO: MARÍA FERNANDA GUILLOT. FOTOS: MÁXIMO GÓMEZ.

Tres mujeres históricas que batallan por el aborto. 76. En primera persona.

Hace 30 AÑOS, una decena de mujeres se propuso que el ABORTO LEGAL, SEGURO y

GRATUITO sea un derecho. En junio de 2018 lograron que el proyecto tenga media sanción en Diputados. MARTHA ROSE NB ERG, OLGA

CRISTIANO YA LICIAS CHE JTER, tres de las pioneras del pañuelo verde, aseguran que no van a desistir hasta que sea ley.

Paso a una histórica!”. El grito atravesó cantos, consignas y redoblante­s cada vez más encendidos. La multitud se abrió para permitir el avance de la chica que empujaba una silla de ruedas. “¡Paso a una histórica”. La mujer que iba sentada sonreía a los que le sacaban fotos. La alerta se repitió al día siguiente, mientras una mujer de cabello blanco caminaba rápido por Avenida Callao. El Proyecto de Ley acababa de obtener media sanción en Diputados y ella se apuraba para celebrarlo con sus compañeras. Alguien la reconoció y advirtió: “¡Paso a una histórica!”.

Era la mañana del 14 de junio de 2018, el final de la primera vigilia por la Ley del aborto. Una cruzada que había empezado hacía muchos años, más de 30, cuando un grupo de mujeres quiso tener el derecho a decidir. Y así se convirtier­on en históricas.

¿Qué podemos hacer?

En 1982, con los últimos espasmos de la dictadura, un grupo de feministas fundó ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), una de las primeras organizaci­ones que visibilizó la violencia contra las mujeres. “Investigam­os, difundimos, organizamo­s jornadas, publicamos la revista ‘Brujas’... Hicimos de todo. En aquella época, yo trabajaba como enfermera y era delegada sindical. Mucho después estudié Psicología, me recibí en 2007. En el feminismo encontré un movimiento liberador. Eso es lo que genera tanta resistenci­a: cuando la mujer se libera, el varón pierde el lugar de privilegio y poder”, asegura Alicia Schejter. En 1988, en uno de los encuentros de ATEM, Dora Coledesky participó de una mesa redonda sobre el aborto. La abogada, que había estado exiliada en Francia, expuso la necesidad de una ley. Cuando terminó de hablar, después de algunos segundos de silencio, alguien planteó: “¿Qué podemos hacer?”. La respuesta fue la Comisión por el Derecho al Aborto.

El nuevo movimiento estaba integrado por médicas, abogadas, enfermeras, activistas de derechos humanos, enfermeras y hasta una Madre de Plaza de Mayo: diez mujeres unidas por una causa en común. “Dentro de la Comisión, había voces diferentes. Mientras que algunas argumentab­an que el aborto era un tema de salud pública, otras consideráb­amos que se trataba del derecho a decidir sobre el cuerpo. Pero estábamos de acuerdo en lo fundamenta­l, había que legalizarl­o y despenaliz­arlo”, sostiene Schetjer. “Todos los lunes, llevábamos una mesita a la puerta de la Confitería del Molino. Además de juntar firmas para el proyecto de ley, repartíamo­s folletos y la revista ‘Nuevas aportes’. Los primeros ejemplares estaban fotocopiad­os, no teníamos fondos para imprimirlo­s”, recuerda Alicia. “Muchas personas nos gritaban ‘¡Asesinas!’, pero algunas se acercaban a preguntar y otras, a contar su experienci­a”, relata. Ellas sabían que, para que dejara de ser clandestin­o, había que hablar del aborto.

Las chicas del pañuelo verde

“Al principio, cuando la Comisión empezó a asistir a los encuentros nacionales de mujeres, el tema del aborto no estaba incluido en el programa, preferían que habláramos de anticoncep­ción. Como no nos daban bolilla, empezamos a colgar carteles de ‘Derecho al aborto’ en las aulas vacías del colegio en el que se realizaba la jornada. Finalmente, terminaron por incorporar nuestros talleres al cronograma, nos lo ganamos de prepo”, recuerda Olga Cristiano. En 1992, la Comisión presentó el primer Proyecto de Ley en la legislatur­a. No fue más allá de la Mesa de entradas. Después, la organizaci­ón participó en otros tres pro

ABORTO “EL ES DISRUPTIVO. LA SOCIEDAD NO PUEDE ACEPTAR A LA MUJER ESCINDIDA DEL ROL DE REPRODUCTO­RA”, NELLY.

una LUCHADORA infatigabl­e

Todavía no logró desprender­se del asombro. Cuenta que hace un rato, cuando salía de la farmacia, una mujer le gritó “¡Diosa!”. Nelly “Pila” Minyersky sacude la cabeza y sonríe. Le cuesta

acostumbra­rse a esa pequeña fama que vive desde que la Campaña Nacional ganó la calle. “Si encuentran un tratado de derechos humanos

que mencione los derechos del feto, les doy un premio”, retó a los senadores. Algo del tema sabe esta mujer menudita y memoriosa, profesora universita­ria y abogada. “Llegué a la Campaña invitada por Elsa Schvartzma­n, mi compañera de gimnasia. En 2012, participé en la redacción del proyecto de ley. Hace siete años que llevamos

proyectos al Congreso”, cuenta. Nelly nunca se cansa de explicar: un feto no tiene los mismos derechos que un bebé recién nacido. Una lógica que enfurece a los que intentan frenar el avance del aborto legal. “Las leyes de Género y de Matrimonio Igualitari­o ubicaron esos universos humanos dentro de lo respetable, de la ley, de lo que llamamos el control social. En cambio, el aborto es disruptivo. La sociedad no puede aceptar a la mujer escindida

del rol de reproducto­ra”. yectos que redactaron los diputados Martha Mercader, Alfredo Bravo y Luis Zamora. Ninguno llegó al recinto.

La Comisión por el Derecho al Aborto no tenía dinero para una sede. Cada quince días, “las chicas” se reunían en una sala de Villa Crespo que les prestaban. Los encuentros de mujeres fueron sumando hitos a la gesta. En 1990, en el de San Bernardo, se declaró el 28 de septiembre como el Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de América Latina y el Caribe. En 2003, en Rosario, el pañuelo verde quedó oficializa­do como símbolo de la lucha por el aborto legal. Se revisó la disponibil­idad de colores: el blanco era de las Madres de Plaza de Mayo; el violeta, del feminismo; el rojo, de la izquierda; el amarillo, el del Papa… El pañuelo fue verde por descarte, no por esperanza.

“El encuentro en Rosario marcó un antes y un después para la Comisión. Pedimos el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas para hablar del aborto. Unas 500 mujeres levantaron la mano para contar: ‘Yo aborté’. La última noche, la marcha de mujeres alcanzaba las diez cuadras. La mayoría llevaba puesto el pañuelo verde”, recuerda Olga.

El reclamo ya era visible: educación sexual para decidir, anticoncep­tivos para no abortar, aborto legal para no morir. Mientras las chicas de la Comisión marchaban, otras pioneras avanzaban por caminos paralelos.

Aborto legal en el hospital

Martha Rosenberg tenía 30 años cuando se dio cuenta de que era feminista. Después de estudiar Medicina, hizo un posgrado en Psicopatol­ogía de la Edad Evolutiva en el Hospital de Clínicas. Martha fue una de las organizado­ras del Foro por los Derechos Reproducti­vos que reunía a sociólogos, médicos, psicólogos y especialis­tas en obstetrici­a. “Era una organizaci­ón bastante académica. Trabajamos en temas de salud reproducti­va y sexual. Siempre estuvimos de acuerdo con la legalizaci­ón del aborto. En el ‘94 luchamos para que no fuera aprobada la cláusula que garantizab­a el derecho a la vida desde el momento de la concepción como un derecho constituci­onal. Se votó 14 veces en distintas comisiones y perdió. Fue un antecedent­e muy importante”, explica Martha.

Las voces se multiplica­ban y eran cada vez más fuertes. En 2005, todas las organizaci­ones decidieron unificar su reclamo en un solo movimiento: la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Hoy, casi 500 ONG integran este colectivo.

Se estima que, en la Argentina, se realizan cerca de 500 mil abortos clandestin­os por año. Y las complicaci­ones por estos abortos son la principal causa de muerte de mujeres gestantes. “La reproducci­ón humana es un tema político. Una sociedad que no genera la cantidad necesaria de mano de obra está en problemas. En una estructura patriarcal, el dominio sobre la capacidad de gestar de las mujeres queda bajo el control del poder establecid­o. Hay mucha resistenci­a a que el embarazo sea un acto de autonomía y de libertad”, asegura Martha.

Dora Coledesky, al alma mater de la campaña, murió el 17 de agosto de 2009, a los 81 años. “Estábamos organizand­o un encuentro en La Pampa. La acompañé al Hospital Italiano a hacerse un chequeo y el cardiólogo le aconsejó no viajar. En el micro, cuando regresábam­os, con Martha le enviamos un mensajito para contarle que todo había salido bien. Nos llamó la atención que no nos respondier­a. Al día siguiente, su familia nos avisó que había muerto la noche anterior. Como no la velaron, nos juntamos a recordarla en la Plaza Congreso. Dijimos que, si era aprobada, la ley llevaría su nombre”, dice Olga.

Una explosión de mujeres

Nueve años más tarde, en abril de 2018, comenzaron las exposicion­es a favor y en contra del proyecto de despenaliz­ación del aborto voluntario hasta la semana 14 de

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