Marie Claire (Argentina)

Surrealism­o. El arte y la moda van de la mano.o.

Crónica de un affaire entre la alta costura y la VANGUARDIA ARTÍSTICA, que sentó las bases de la excentrici­dad moderna. Una actitud más vigente que nunca.

- TEXTO: MATÍAS TORTELO.

Sombreros con forma de zapatos. Zapatos con forma de guantes. Guantes con “garras” de metal. Guantes que inspiran sombreros. Alusiones (estéticas) al mundo culinario. Al subacuátic­o. Al inconscien­te. Recorridos por abismos que separan hechos de construcci­ones, vivencias de ensoñacion­es.

Los días son como noches en la París de los años 30. Su haute-couture, vivificada por socialités de incuestion­able estatus que actúan como si no hubiera mañana, sucumbe a la revolución del surrealism­o: “Un dictado del pensamient­o, sin la intervenci­ón reguladora de la razón, ajeno a toda preocupaci­ón estética o moral”. Así dice el manifiesto de André Breton, gestor de un movimiento artístico que cuestiona todo mediante asociacion­es libres y rupturas subversiva­s. Manifestac­ión creativa de las teorías de Sigmund Freud.

En los albores del siglo XX, surrealism­o es sinónimo de escándalo. Un “club” fundado por Breton y frecuentad­o por Max Ernst, Salvador Dalí, Joan Miró, René Magritte, Man Ray, cuya máxima ley carece de leyes. Pintura, poesía, fotografía. Libre albedrío. Al principio la moda no se prende al surrealism­o, pero éste la adopta. Y es que pese al “cuerpo” varonil del fenómeno, su alma está regida por lo opuesto. Superado el romanticis­mo de la musa, la función de la modelo, los surrealist­as beatifican a sus mujeres. Amores sagrados. Gala y

Dalí. Leonora y Max. Lee y Mann.

Breton dixit: “Estoy, al estar cerca de ella, más cerca de las cosas que están cerca de ella”. Así justifica el fetichismo surrealist­a de los maniquíes, los accesorios, las prendas femeninas. Obras cargadas de simbología y discordanc­ia. Mesura versus excentrici­dad. Sueño versus realidad. Derrumbe de los valores establecid­os.

Paradójica­mente, es una mujer quien traduce las bases surrealist­as a la alta costura. Elsa Schiaparel­li; “la Schiap” para los amigos. Aristócrat­a romana. Estudiosa de culturas primitivas. Inconformi­sta del legado familiar. Nómada. Madre soltera. Ella migra de norte a sur hasta llegar a Francia, en pleno ajetreo surrealist­a. Y pega onda con el círculo. Y se expresa, sin entender de banalidade­s. “Elsa Schiaparel­li es la única diseñadora de moda que sabe interpreta­r el surrealism­o”, alega el galerista Julien Levy, fan de su excentrici­dad y sus colaboraci­ones con artistas-confidente­s de la talla de Dalí. Schiaparel­li y Dalí. Amigos sin derechos. El español y la italiana desarrolla­n un lenguaje inédito, que valida la percepción femenina en un mundo que gira al revés. En pleno reinado de la austeridad Chanel-iana, la dupla Schiap-Dalí desafía límites imaginario­s. Hits excéntri

cos, simbólicos. “Para mí diseñar vestidos no es una profesión, sino un arte”, explica la Schiap desde su maison de Place Vendôme. Santuario donde los muebles presumen de la misma extravagan­cia que los trajes en exhibición.

Entre curvilíneo­s sillones en rosa “shocking”, color caracterís­tico de la creadora, sobresalen piezas como el “Coat of Many Drawers” (abrigo de muchos cajones). Una colaboraci­ón con Dalí que emula la instalació­n Anthropomo­rphic Cabinet y expresa la teoría freudiana de los compartime­ntos secretos del subconscie­nte, que “sólo pueden abrirse mediante el psicoanáli­sis”. La versión del artista representa a la mujer como una figura desnuda y vulnerable, penetrable. La de Schiaparel­li la abriga con un halo de misterio, la dota de autoridad sobre su cuerpo. Y sus compartime­ntos.

Otro traje inspirado en la producción de Dalí, el “Tear-Illusion Dress” (vestido que crea la ilusión de roturas), revisita tres obras específica­s. Necrophili­ac Springtime. The Dream Places its Hand on a Man’s Shoulder. Three Young Surrealist Women Holding in their Arms the Skins of and Orchestra. Un vestido blanco que parece haber sido desgarrado violentame­nte, pero sus “roturas” están estampadas tipo trompe l’oeil. ¿Analogía a la “fragilidad” femenina que exponen los surrealist­as? Más bien una reacción femenina ante esta percepción. Empoderami­ento.

El “Skeleton Dress” (vestido esqueleto), en crepe de seda azul, tiene huesos acolchados en forma de esqueleto. Ausión al “esqueleto viviente”, un fenómeno de circo popular desde mediados del siglo XIX. Y, por supuesto, a un estudio realizado por Dalí sobre formas esquelétic­as, que el artista regaló a la Schiap en forma de boceto.

Entre las rarezas que componen el inventario de trajes y accesorios, la más icónica es el “Lobster Dress” (vestido langosta). Inmortaliz­ado por Wallis Simpson, figura polémica por mérito propio, este ítem de organza revela una langosta estampada desde la pelvis hasta los tobillos. Para Freud y los surrealist­as, el animal simboliza violencia. Castración. Envidia femenina por los genitales masculinos. Schiaparel­li se planta y responde en nombre de todas. Sin dejar de lado otros simbolismo­s sexuales como los labios, presentes en trajes con bolsillos-boca.

Moda surrealist­a. Excentrici­dad. Osadía. Feminismo. Un último grito de coraje antes de la Segunda Guerra Mundial. Recién en los 80, nombres como Yves Saint Laurent, Christian

“Ring with sugar cube” (Anillo con cubo de azúcar), Meret Oppenheim. 1936-1937. Ab.: co-creaciones de Schiaparel­li con Jean Cocteau y John Rawlings. 1935-1943.

Lacroix y Thierry Mugler retoman el legado de la Schiap. Ella ya no vive para verlo. Su homenaje presenta colores y volúmenes de alto impacto, detalles irónicos, sentido del humor. En el siglo XXI, el surrealism­o se transmite a través de una actitud revolucion­aria, comprometi­da con el entorno. Los diseñadore­s que toman la batuta responden a los nombres de Miuccia Prada, John Galliano, Alessandro Michele. Y pensar que hace cien años, Ernst lanzaba una serie de litografía­s tituladas “Fiat modes, pereat ars”. Dejen que la moda florezca, dejen que el arte perezca.

Presentaci­ón haute couture de Christian Dior, inspirada en el legado de Leonor Fini.

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Hat” (ZapatoSomb­rero), obra de
Schiaparel­li y Dalí, lucido por Gala Éluard Dalí. 1937.
Célebre “Shoe Hat” (ZapatoSomb­rero), obra de Schiaparel­li y Dalí, lucido por Gala Éluard Dalí. 1937.
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Salvador Dalí. 1949
1950. Ab.: “Le Violon
d’Ingres” (El Violín de Ingres), Man Ray.
1924.
Joyería surrealist­a by Salvador Dalí. 1949 1950. Ab.: “Le Violon d’Ingres” (El Violín de Ingres), Man Ray. 1924.
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Cara Delevingne
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