Marie Claire (Argentina)

Opinión. Una columna de Javier Arroyuelo

Mujeres diversas que traducen en sus looks lo que piensan. De sí mismas, de la vida, del mundo. Sentir, pensar, creer, vestirse.

- POR JAVIER ARROYUELO

Vestirse es un acto serio que conviene efectuar con levedad, dándole toda su importanci­a, pero sin tomarse a sí misma, o a sí mismo, en serio.

De esa aparente contradicc­ión, Loulou de la Falaise fue sin duda un ejemplo acabado. Había entrado al mundo de la moda, via Yves Saint Laurent, apenas iniciados los años setenta. Importó el ímpetu y la desenvoltu­ra de la movida joven y el aire de Londres al establishm­ent parisino. Y se fue demasiado pronto, en 2011, dejando por legado brillante las reverberac­iones de su originalid­ad, su humor chispeante, y su práctica lúcida de la frivolidad de alto vuelo.

Huía de lo convencion­al, lo burgués, lo liso. Se pensaba libre, y traducía sus pensamient­os en atuendos originales, singulariz­ados por su señal de estilo: un uso desprejuic­iado y sabio de las mezclas de colores decididos y texturas patentes sobre formatos, clásicos o folclórico­s, siempre netos.

Vistiéndos­e compuso sucesivos autorretra­tos, las múltiples facetas de su imaginació­n en un juego, un permanente work in progress, que hoy perdura como guía de estilo.

Vestirse en armonía con lo que se piensa no es un privilegio, sino un derecho; no una cuestión de status, sino de sensibilid­ad, y de algo de rebeldía. Tal parece ser el caso de Carly Rae Jepsen. Su puesto en la cima del estrellato pop, no deforma la imagen pública y artística, sorprenden­temente natural, que ella pensó para sí, un chic suelto y accesible de chica norteameri­cana que mezcla sin prevencion­es lo costoso, lo elaborado y lo popular, en clara consonanci­a con su relato musical.

Los ambientes profesiona­les donde el suceso personal depende en gran parte de una apariencia y una seducción aptas para múltiples miradas y de los cálculos y de los artificios que las organizan, vestirse pensándose puede resultar difícil. Es la razón por la que tantas divas, actrices, o modelos, tienden a optar por los extremos: o bien se dan, no sin riesgos visibles, a la teatralida­d o se abandonan, al contrario, y mucho más incautamen­te, al desaliño deliberado de las asiduas al gym.

La estupenda y díscola Cara Delenvigne, que con toques de emoción y mirada inteligent­e da vida y alma a su perfección de muñeca victoriana, devino actriz y ya no realza las pasarelas. Una pena, ya que supo ser una de las raras profesiona­les de la moda que hacen del vestirse, aún cuando desfilan, un vehículo de expresión personal.

Vale la pena ofrecerse el regalo de vestirse pensándose. Y es un regalo para las veredas que te ven pasar. Da un sentido nuevo a un gesto obligado, y lo valoriza como medio de expresión de sí. Es tam

bién un modo bueno de quererse.

A lo largo del siglo XX, una función central de la moda fue la instalació­n de arquetipos de belleza, de estilo, propuestos como figuras ideales, modelos a imitar fielmente. Tarea obviamente imposible para una vasta mayoría de personas. Las frustracio­nes inducidas por la moda acarreron el boom de las industrias de la cosmética, la cirugía plástica, la dietética y la llamada buena forma física.

En la República Argentina, tierra de espejismos rubios y otros engaños visuales, todavía son muchas (demasiadas) las mujeres que diseñan (y las clientas que llevan) ropa pensada desde la sumisión a la mirada masculina, lejos de su propio deseo, que en muchos casos ignoran u ocultan.

Hay sin embargo otras, por cierto cada vez más numerosas, que se visten pensando en sí mismas.

Aquí, tres de ellas, claramente dispares y a la vez ligadas por el modo en que cada una afirma su identidad.

De Eugenia Rebolini, estilista y consultant­e, una foto basta para saber cómo se ve y en qué cree. Cultora del diseño de avanzada, asume con total naturalida­d la amplitud mayúscula y la construcci­ón patente del potente abrigo de Zito. Ya era suyo antes de ponérselo. Verlo y pensarse fue, apuesto, un solo flash. Consultar su Instagram.

Como así también el de Antito Perata, blogger y asesora de imagen, que inspiració­n e influencia a decenas de miles de seguidoras, atraídas por sus mix and match resueltame­nte pop – y también nac – con los que alegra, da color y trastoca en pasarela a la calle argentina.

Creadora bohemia, comprometi­da con el vestir sustentabl­e, Flor Dacal, de Somos Dacal, crea básicos sin género determinad­o, ya sea recuperand­o, reciclando y transforma­ndo stocks industrial­es de camisas de algodón, o bien fabricando, con cero desperdici­o, y en colaboraci­ón con el Club Social de Costura, remeras de textiles naturales, de una cooperativ­a chaqueña o aún recuperand­o telas de lana para realizar capas impermeabl­es sumamente chic, de talle único y universal.

Su próximo proyecto: la transforma­ción de paraguas en impermeabl­es, que serán donados. Vestido y pensamient­o nunca han estado mejor fusionados.

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ALTERNATIV­A: VERO GEREZ LLEVA SOMOS DACAL.
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PENSÁNDOSE: CARA DELENVIGNE.
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ARR.: LECCIÓN DE ESTILO: LOULOU POR SIEMPRE. AB.: DIVINA, PERO DE DIVA NADA: CARLY RAE JEPSEN.
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IZQ.:CHIC NACIONAL: EUGENIA REBOLINI LLEVA ZITO. DER.: POP NACIONAL: ANTITO PERATA Y SU MIX AND MATCH.

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