NINA SUREL: LA ARTISTA MULTIDISCIPLINARIA QUE CONQUISTÓ MIAMI
Nació en Argentina, pero en 2001 emigró hacia Estados Unidos donde transformó sus diversas pasiones en arte y se consagró.
NINA SUREL RECIBE A MARIE CL AIRE EN SU ESTUDIO Y ATELIER DE L A CALLE 62, EN PLENO MIAMI. HACE CASI 20 AÑOS QUE DE JÓ L A ARGENTINA PARA MUDARSE A ESTADOS UNIDOS, donde vive junto a su marido y sus tres hijos. Pero antes de transformarse en la artista que es hoy, tuvo un pasado en Buenos Aires donde su rutina transcurría entre desfiles y producciones de moda para marcas y revistas.
Es que su formación académica nunca estuvo ligada directamente al arte. Estudió diseño de indumentaria en la UBA y vestuario y escenografía en el Instituto de Arte del Teatro Colón, un background que le permitió pararse con mucha libertad y sin prejuicios frente a sus obras; producciones multidisciplinarias como instalaciones, pinturas, videos o fotografías donde el universo de la moda se despliega de forma latente.
Es difícil encasillarla en un estilo, la mayoría de sus trabajos se ubican entre el surrealismo y lo kitsch. En sus realizaciones, ella se presenta como un material más entre los materiales y así aparece interpretando distintos personajes dentro de la narrativa de sus pinturas, instalaciones o fotografías. La temática que abarca es extensa, aunque es habitual que sus producciones reflexionen acerca del lugar de las mujeres y los preconceptos distorsionados de las de belleza, juventud y la fragilidad. Su próximo proyecto, por ejemplo, tiene como eje el útero femenino al que analiza desde lo conceptual, lo simbólico y lo material.
-¿Cuándo surge tu interés por el arte?
-Cuando nací. Mi abuelo catalán, que era súper bohemio, fabricaba marionetas; mi abuela era muy hábil y yo prácticamente vivía con ellos. Todo lo que hacían lo ves hoy a mi alrededor a través de los botones, las telitas guardadas, los bordados… Sin embargo, dedicarme al arte no era una opción porque mi familia creía que debías tener mucho dinero para poder mantenerte y estaban convencidos de que necesitabas una carrera tradicional. Elegí arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, pero enseguida me pasé a Diseño de Indumentaria. Era un momento fabuloso. Fui de las primeras camadas que se recibió ahí. Los docentes eran todos artistas: estaban Sergio De Loof, Mónica Van Asperen, Carolina Antoniadis, Mariano Toledo…
-¿Por qué decidiste dejar tu carrera en la moda?
-El trabajo de estilista que hacía en revistas ya había devenido en diseñadora porque durante los 80 trabajaba en Argentina con las licencias de Givenchy y Carven Paris con la familia Coppa y Chego, que era dueña de la galería de arte Palatina. Fue un lugar muy nutritivo para mí. Entonces el arte siempre estaba ahí dando vueltas.
-¿Cómo llegaste a dedicarte al arte?
-Vivía en Buenos Aire, me había casado y mudado al campo. Iba y volvía haciendo producciones para revistas de moda, pero en el campo no tenía mucho que hacer, me aburría. Entonces convertí un puesto antiguo de la época de Bustillo y empecé a reconstruirlo, a pintarlo, a entender un poco cómo mezclar pigmentos… Tomaba clases de escultura con Betina Sor y me encontré en ese taller con la posibilidad de armar cualquier cosa. Me tiré de cabeza y empecé a hacer esculturas.
-¿Cuál fue la primera exhibición en la que participaste? -Fue junto a Sofía Bohtlingk y Desirée De Ridder en el taller de Carlos Regazzoni en Retiro, nos dio un vagón de tren y nos dijo: ‘Chicas hagan lo que quieran’. La serie de Desirée tenía que ver con los inmigrantes, mi obra, con mujeres que estaban atrapadas en un rol doméstico, y la de Sofía era muy poética. Fue como de golpe, fuimos productoras y curadoras de nuestro propio show que resultó increíble. -Sin embargo, al poco tiempo te fuiste del país. ¿Qué motivó tu viaje?
-Me había separado y me sentía un poco frustrada. Tuve la necesidad de largar todo e irme a probar suerte a Nueva York. Fue justo durante la caída de las Torres Gemelas, entonces no fue un aterrizaje muy feliz porque viajé con la idea de vender una pequeña colección de ropa en una feria que se iba a hacer y que finalmente se suspendió.
-¿Cómo fue que terminaste en Miami?
“No me interesa la moda del
descarte, sino la que perdura, la que cuenta algo, la moda como identidad.
El ‘storytelling’, una narrativa de la moda”.
-Nueva York es una ciudad muy difícil. Tuve la suerte de conocer a un coleccionista que empezó a comprarme obra y me contó que en Miami había colectivos y grupos en fundaciones como Penthouse Art Complex que son estudios para artistas con muchas facilidades económicas. Yo no había estudiado arte formalmente, así que me pareció una buena idea. -Tus obras se exhiben en museos y galerías de los Estados Unidos, Europa y Sudamérica ¿Quiénes son tus principales compradores?
-En Italia tuve mucha suerte con gente relacionada con la moda porque hace más de diez años la editora de la revista Vanity Fair compró una obra y funcionó como un disparador muy grande entre los editores de modas, que para mí son líderes de opinión. Toda la gente que me colecciona en Italia tiene relación con el universo fashion. -¿Y vos seguís conectada a la moda? -Sigo dialogando. Yendo y viniendo de una expresión a otra porque si un indumento está representando a la mujer que la lleva no deja de ser un elemento de expresión artística. No me interesa la moda del descarte, sino la que perdura, la que cuenta algo, la moda como identidad. El “storytelling”, una narrativa de la moda.