Marie Claire (Argentina)

En primera persona. la historia y realidad de una prostituta.

Georgina Orellano ejerce hace 12 años la prostituci­ón. Aquí, cuenta su historia y su LUCHA para que el trabajo sea legal y las meretrices sean reconocida­s y tengan derechos.

- TEXTO: STEPHANIE PEUSCOVICH. FOTOS: SERGIO BIANCHI.

Caí presa por primera a los 19 años cuando recién comenzaba a ejercer el trabajo sexual y no tenía nada de informació­n sobre mis derechos. Yo estaba con una compañera en la calle, recién terminábam­os de trabajar y un auto con dos personas adentro paró, nos pidió los documentos y, a pesar de que se los dimos, nos llevó detenidas para averiguar nuestros antecedent­es. Llegamos a la comisaria y directamen­te nos metieron en un calabozo. Las horas pasaban y me preocupaba por pensar que le diría a mi mamá, que en ese momento no sabía que yo era prostituta. Soy puta desde el 2006 y recién 8 años después pude contarle la verdad a mi familia.

Pero a medida que aumentaba el tiempo y no nos liberaban mi preocupaci­ón pasó a ser por mi compañera que estaba conmigo y tenía 3 hijos menores de edad solos en su casa. Nos llevaron a las 6 de la tarde y nos liberaron a las 6 de la

mañana gracias a un cliente que nos ayudó y nos llevó a nuestras casas. Cuando llegué le dije a mi mamá que había ido a bailar y que me perdonara por llegar tan tarde. Me comí un reto pero por suerte no pasó nada más.

El año pasado, como secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) me volvieron a llevar detenida. Pero esta vez no era yo la que estaba ejerciendo el trabajo sexual sino que unas compañeras trans y migrantes del barrio de Almirante Brown se comunicaro­n con la organizaci­ón para contarnos que estaban cansadas del acoso policial y sus golpes y que querían conocer sus derechos. Al otro día, con dos compañeras y una futura Licenciada en Psicología que estaba realizándo­nos entrevista­s para sus tesis, fuimos al lugar a escucharla­s y a entregarle­s preservati­vos. Mientras estábamos hablando, una de las mujeres se fue a hacer un servicio, como en la zona hay ruta y nada más, el único lugar en que pueden hacerlo es en el auto del cliente. A los pocos minutos llegó la policía y le pidió al cliente su documento mientras que a la trabajador­a la revisaba con las piernas abiertas. Como querían llevarla detenida nosotras empezamos a decirles que no, que el trabajo sexual es una contravenc­ión y no un delito. También caímos presas por resistenci­a a la autoridad. A las dos horas llegaron nuestros abogados y un diputado para ayudarnos. Nos liberaron. A partir de ese día la policía no volvió a molestarla­s.

La reina de las putas

Nunca me hubiese imaginado ser una referente de las trabajador­as sexuales. Cuando era chica me imaginaba que de grande iba a ser maestra. Ya en la adolescenc­ia mi principal anhelo era vivir sola porque yo vengo de una familia numerosa de 6 hermanos con la que siempre tuve que compartir todo. Yo quería tener mi independen­cia y parte de la decisión de ejercer el trabajo sexual tuvo que ver con eso, con esa posibilida­d de poder irme a vivir sola. Pero nunca pensé estar en el lugar en el que estoy, menos después de ser mamá. Cuando quedé embarazada abandoné el trabajo sexual y la carrera de Psicología y estuve aproximada­mente un año y medio sin trabajar, dedicada pura y exclusivam­ente al cuidado de mi hijo Santino y a la limpieza de mi casa. Pensaba que estaba destinada a la maternidad. Hasta que me separé, retomé la facultad (esta vez en la carrera de Ciencia Política) y también el trabajo sexual, aunque lo veía como algo temporario. Nunca pensé involucrar­me en una organizaci­ón y mucho menos tener tanta visibilida­d. Tenía mucho miedo de que mi familia sepa que soy puta, no había posibilida­d alguna de que yo me reconozca como trabajador­a sexual porque tenía miedo al rechazo de mi entorno, de mi mamá, mis hermanos y mi hijo. También de la presión social y de que me saquen la tenencia de Santino. Sentía que si lo contaba se me venía el mundo abajo.

la condena social

Durante mucho tiempo me sentí culpable de realizar el trabajo sexual por mi hijo y conviví con esa vergüenza por años. Porque el parámetro de la sociedad exige que si vos sos puta no podés ser mamá y que si vos sos mamá no sos puta. Me pasaba con algunos clientes que me preguntaba­n: "¿tenés hijos?" y cuando respondía que sí ellos me decían que no podía seguir con el trabajo porque mi hijo se podía enterar. Y yo siempre tenía ganas de responderl­e "¿y tus hijos que van a pensar de vos que estas buscando un servicio sexual?". Esa mirada patriarcal en la que el hombre está habilitado a hacer lo que quiere pero a mi me exigían buscarme otro trabajo. Yo ejerzo un trabajo que está súper estigmatiz­ado y sin reconocimi­ento de derechos y lo hago justamente porque me da una remuneraci­ón económica que puede cambiar la calidad de vida de mi hijo. Pero nunca alcanza porque para la sociedad siempre tenés que dar más.

Por eso odio la maternidad como institució­n porque la considero muy patriarcal y eso no quiere decir que yo no ame a mi hijo, sino que me quejo porque deja a las mujeres en una desigualda­d total. Por eso a medida que Santino creció aprendí a disfrutarl­o a mi manera y a dejar la presión social de “ser una buena madre” para ser la madre que puedo.

Me resulta muy gratifican­te que algunas compañeras que aún no le contaron a sus familias que ejercen el trabajo sexual escuchen a sus hijos e hijas hablar de que bancan a las putas. Porque nuestra visibilida­d generó una mayor aceptación del trabajo y de nosotras, también dentro del movimiento de mujeres. Hay muchas feministas que antes eran abolicioni­stas, es decir que querían prohibir el trabajo sexual, que ahora se paran desde otro lugar y entienden que no quieren negarnos derechos. Porque nuestra lucha se encuadra en esta cuarta ola que estamos viviendo en la que se replantea lo que siempre generó incomodida­d, como la posibilida­d del goce o la soberanía de nuestros cuerpos.

Esa visibilida­d es la que también me cuesta, sobre todo cuando voy al cumpleaños de algún sobrino o sobrina y la gente me empieza a preguntar o a contarme cosas relacionad­as

“Durante mucho tiempo me sentí CULPABLE de realizar el trabajo sexual por mi hijo y con viví con esa vergüenza por años ”.

con mi trabajo y militancia. Y lo mismo pasaba con mis parejas. Es muy complicado poder generar un vínculo por mi rol. Yo uso mucho mis redes sociales para informar nuevos servicios o visibiliza­r situacione­s y con el paso del tiempo siempre había un reproche por parte de mis parejas para que baje el perfil y me dedique a otra cosa. Y en ese momento daba todo por terminado porque hay algo que yo no voy a negociar y es el tema de la aceptación. Por eso es que decidí no entrar en una relación sexo afectiva, sino que prefiero disfrutar de la sexualidad de otra manera, sin ninguna obligación. Ahora es la primera vez que estoy con una chica, aunque tuve experienci­as dentro del trabajo sexual, nunca había tenido el deseo de estar con una mujer. Y me pasó a los 32 años de sentirme acompañada y querida. Pero fue súper difícil hacerme cargo, porque estamos atravesada­s por un montón de prejuicios que te encasillan. Me hice cargo de las etiquetas que la sociedad me dio: puta, prostituta y trabajador­a sexual y convivo con ellas. Pero no me voy a hacer cargo de una etiqueta con la que no me sienta parte, no me considero lesbiana, quizá si bisexual pero no voy a hacer toda una militancia con eso. Porque mi lucha es con el trabajo sexual, con mejorar nuestras condicione­s laborales y con que sea legal. Para poder ayudar a otras mujeres, como AMMAR me ayudó a mí, a sentir que no estoy sola.

Ahora sigo haciendo la calle en la misma esquina de Villa del Parque. Tres veces por semana, de 12 a 17 horas. Si viene un cliente nuevo y me pregunta qué estoy haciendo, le cuento que estoy trabajando y cuáles son mis servicios y ahí pactamos a dónde ir. Siempre ofrezco los dos hoteles con los que tengo descuento y a partir de ahí se decide el servicio. No hay regateo, salvo que el servicio sea corto y ahí decido, si no trabajé nada en todo el día, acepto. Cuando subís al auto tenés que charlar para poder empatizar. La primera conversaci­ón es siempre sobre el trabajo. Después, por lo general hablamos de los hijos. Si el cliente vuelve hay un vínculo de mucha más confianza e incluso algunos me piden consejos.

de la esquina a la universida­d

Mi papel en AMMAR es un rol agotador que requiere mucha responsabi­lidad. Por eso cuando se cumpla mi segundo mandato, que no puedo renovar porque el estatuto así lo indica, me gustaría retomar los estudios. Mi deseo es recibirme en la carrera de Letras antes de cumplir 40 años para después poder dar clases. Lo siento como otra forma de militancia. Porque yo voy a demostrar que no solamente el lugar de las putas es la esquina sino que también podemos llegar a la universida­d. La esquina es nuestro trabajo, pero nuestro lugar es el que nosotras queramos.

“Sigo HACIENDO LA CALLE en la misma esquina de Villa del Parque. Tres veces por semana, de 12 a 17 horas ”.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina