Marie Claire (Argentina)

“Intento crear conciencia

-

Andrea era nuestra única hija. Era maestra jardinera y estaba buscando trabajo. Le sugerí que se anotara en la bolsa de empleos de la AMIA. Siempre la acompañaba a todas partes y esa fue la única vez que le dije “no puedo acompañart­e”, porque estaba con mucho trabajo. Con Andrea pasaba algo muy especial. Hacía meses que soñaba que la querían matar. Y a ella, que era un cascabel, un monumento a la vida, la veía realmente preocupada. El día previo al atentado me dijo: “volví a soñar lo mismo”. Esa noche no dormí.

Estaba preocupada. No sabía, ni me imaginaba, por qué. Al otro día a la mañana la llamé a su casa para que no saliera, diciéndole que la iba a acompañar en otro momento. Pero saltaba el contestado­r porque ella ya había salido. Siete días después encontramo­s su cuerpo.

En aquel entonces cambié totalmente. Seguía dando clases, pero ya tenía otras miras en mi futuro. O más bien, no tenía otro futuro. Se me hizo que si ella no estaba yo tampoco tenía derecho a estar. Me invitaron a la primera reunión de familiares y ahí fue el shock definitivo para mí. No sabía qué hacía entra esa gente. Sentía que no tenía que estar entre ellos. Quería negar lo que me había sucedido.

De regreso a casa pasé por el negocio de una señora que yo sabía que tenía cáncer. Ella me chistó y me dijo: “pero qué aspecto que tenés, no te arreglas. Vos no estás enferma”. Le dije “no, pero no quiero vivir”. Me respondió: “es muy simple, dejá de trabajar por tu hija. Pero como era tu única hija y vos sos la única que podes hacer algo por ella, la estás matando definitiva­mente. Elegí lo que queres hacer”.

Ahí me dije: “tengo que hacer algo”. No volví a mi casa. Me fui a caminar, hablándome a mí misma, preguntánd­ome qué es lo que debería hacer. Pasé por una escuela. Entré y le conté a la directora lo que me había pasado. Estábamos a escaso un mes del atentado y ella me preguntó: “¿qué es lo que quiere?”. Le respondí: “soy docente, le prometo que no la voy a hacer quedar mal, deme un día para hablar con los chicos de los grados superiores”. Y así comencé un trabajo que hace 26 años que hago. Yo no conocía a todas las víctimas, sus historias, vidas. Y me dije: “no puedo permitir que se hable de 85, eso es un número”. Me puse 85 víctimas sobre mis espaldas y dentro de mi corazón y las vivo presentand­o. Voy a todos lados, desde las escuelas de los pueblitos, dónde me preguntan por qué voy a hablarles si allí no pasó nada. Les hago ver que sí les pasó, que son argentinos. Creando la conciencia de que esto no fue solo una institució­n judía, sino que nos pasó a todos. Ese es mi trabajo. Voy sembrando memoria.

 ??  ?? JUDITH EN SU CASA CON LA FOTO DE SU HIJA ANDREA.
JUDITH EN SU CASA CON LA FOTO DE SU HIJA ANDREA.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina