Marie Claire (Argentina)

“Luché y logré que la obra social me suministra­ra el aceite de para tratar mi enfermedad”

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Un diagnóstic­o de tipo 2 produjo un quiebre en la vida de Tras presentar un en la justicia, logró que su obra social le provea el que utiliza para calmar sus dolores y mejorar su calidad de vida. Hoy, su caso es un faro y un ejemplo de

La única opción que había era abrir y extraer esos tumores, que me estaban aplastando los pulmones y empezaban a ocasionarm­e un dolor insoportab­le. A esa altura, ya habían empezado a darme un cóctel de codeína, oxicodona, parches de fentanilo, pregabalin­a y antidepres­ivos. Y empecé a deambular por distintos centros de salud de Córdoba, Rosario y Buenos Aires tratando de dar con el equipo que se animara a operarme. Nadie quería hacerlo. Era una intervenci­ón muy compleja. Ahí es cuando me sugieren viajar a Houston, al Memorial Hermann Hospital. Finalmente, tras una primera consulta -en septiembre de 2010-, el 12 de enero de 2011 me opera, durante 15 horas, un equipo compuesto por un neurociruj­ano, una cirujana especialis­ta en médula espinal, un cirujano de tórax y un cirujano cardiovasc­ular. El 7 de febrero era el cumpleaños de mi hijo mayor, así que decido volver previo firmar el consentimi­ento donde dejo de manifiesto que me hacía cargo de todo lo que me pudiera suceder. Cuando el médico me viene a dar el alta y me receta los calmantes, yo sentía hasta las cicatrices. Entonces le pregunto cómo iba a hacer con esos dolores. Me mira y me dice: “cuando llegue a la Argentina vea a su médico del dolor”. Y así vuelvo, con un solo un frasco de calmantes. Cuando fui a ver a mi médica del dolor me dice que iban a tratarme con distintas drogas. Que iban a darme una, sacar otra, agregar… En fin, de nuevo al cóctel que ya había consumido y que si bien me quitaba el dolor, también me generaba falta de apetito, temblores y una desconexió­n terrible con la realidad. Entonces me econtré con un amigo, que es médico y homeópata, el Dr. Javier Burga Montoya, que me sugirió probar con cannabis. Yo no tenía ni idea de qué era, ni como se consumía. Empecé incorporán­dolo a través de preparacio­nes, comidas, porque todavía no existía el aceite de cannabis. Paralelame­nte empiezo a discontinu­ar las pastillas de oxicodona. A los 15 días ya estaba estabiliza­da y sin dolores.

Después de un tiempo de estar bien, en 2017, cuando cumplí 50 años, apareciero­n de nuevo los dolores. Me hago una resonancia y me detectan dos tumores. Todo volvía a empezar. A esa altura ya se empezaba a hablar sobre el aceite de cannabis, pero no sabía cómo ni dónde conseguirl­o. A medida que pasaba el tiempo los dolores se acrecentab­an. Era una tortura y a mí me aterraba la posibilida­d de volver a un tratamient­o para el dolor a base de morfina.

Un día, de casualidad, leí una publicació­n de una mamá salteña que tenía un hijo con la misma enfermedad que yo tengo y que había obtenido permiso para cultivar cannabis y producir el aceite que su hijo necesitaba. Así descubrí que podía reclamar mi derecho a tener la medicina que necesitaba. Yo no quería hacer nada ilegal, quería que mi obra social me proveyera del aceite, o que el Estado me permitiera cultivar cannabis y producirlo yo misma.

El 20 de julio de 2018, tras ir al ANMAT, solicitar el aceite e inscribirn­os en el registro nacional voluntario -tal como lo estipula la Ley 27350, de Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus derivados-, con el Dr Jorge Orgaz decidimos presentar una medida cautelar en la Justicia para que mi obra social, DASPU, me provea del aceite de cannabis. En primera instancia, el Juzgado Federal número 2, a cargo de Alejandro Sanchez Freytes, me lo niega. Entonces apelamos, y en segunda instancia, la Cámara Federal de Córdoba, mediante una resolución firmada por los camaristas Luis Roberto Rueda e Ignacio María Vélez Funes, y la secretaria de Cámara Carolina Prado, hace lugar a mi pedido y le ordena a la obra social el suministro del aceite de cannabis.

Cada día tomo cinco goteros completos. Es lo único que me calma los dolores tremendos que me provocan los dos tumores que aún llevo en mi cuerpo.

Ahora, mi próxima meta es que se reglamente la ley de Cannabis Medicinal, poder tener mis plantas, cultivar la variedad que yo necesito y que nadie más tenga que pasar por la situación de no saber cómo acceder a su medicina. Hay mucha gente que tiene miedo y hay muchos mitos en torno a la marihuana. Yo también los tenía. Nos falta avanzar como sociedad, derribar tabúes y entender que el cannabis es un medicament­o que mejora y dignifica la calidad de vida de muchas personas.

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