Marie Claire (Argentina)

“TENEMOS QUE EMPEZAR A TOMAR LOS ESPACIOS QUE NOS FUERON NEGADOS”

- TEXTO: PABLO STEINMANN. FOTOS: NATASHA YGEL. ESTILISMO: SOL MONTALVO.

Leandra Alma

y no solo saben posar juntas. También saben disfrutar de una charla

cuyos temas emergen sin buscarlos: integració­n y diversidad en la moda,

pero también muchas vivencias personales que van del bullying a las frustracio­nes laborales,

AMOR

el y la necesidad de romper por fin el cerco de la discrimina­ción.

L“DE CHICA JAMÁS ME ENCONTRÉ REPRESENTA­DA EN NINGÚN LADO. NINGUNA PUBLICIDAD, REVISTA O CARTEL HABLABA DE MÍ O DE MI FAMILIA. Y ES SÚPER DOLOROSO ESO. PORQUE ADEMÁS TE DESPOJA DE LA POSIBILIDA­D DE BELLEZA. ´YO CRECÍ CONVENCIDA DE QUE ERA FEA”. Alma

a conversaci­ón, signo de estos tiempos, sucede en un parque. Y encima en “horario pico”: las 4 de la tarde, momento en que una multitud de niños y niñas, madres, padres, mascotas, barbijos y mates se reproducen sin paz por cada metro cuadrado. Leandra Atenea Levine Hidalgo y Melany Angelina Vilchez (Alma Azul) se acaban de conocer, hicieron fotos juntas y que ya se entienden a la perfección. Se ríen y se escuchan con una atención que conmueve. Leandra es multifacét­ica e histriónic­a: se hizo conocida como “la primera egresada trans del Pellegrini” y si bien en ese entonces hablaba de un camino vinculado a la medicina y a la cirugía plástica, hoy coquetea con varias actividade­s a la vez: la moda, el arte, la actuación… Si no fuese por la pandemia, de hecho, en este momento estaría de gira por Europa con Yira Yira, obra que hizo el año pasado en el Teatro El Extranjero y que sí llegó a presentars­e en San Pablo, Brasil. A su lado, Alma la escucha y acota. A ella también le gusta hablar y contar su historia, hoy vinculada a la moda (acaba de participar en la nueva campaña de la marca de jeans Limay) y a la pintura: no sólo pinta y dibuja muy bien sino que también estudia Arteterapi­a. El grabador se enciende y aparece el primer concepto/disparador de la charla: identidad.

-Marie Claire: ¿Qué significa esa palabra para ustedes? -Leandra: Para mí representa la búsqueda más importante que podemos tener. Siento que la única manera de ser libres en esta vida es reconocer y acercarnos lo más posible a nuestra identidad, a eso que nos nace y que hace a lo que somos. Internamen­te es lo que más intento siempre: ser lo más auténtica posible. En esto estoy. -Alma: En mi experienci­a, la identidad siempre fue un gran conflicto. Me encontré viviendo en esta ciudad en la que no me sentía parte. Ni tampoco bienvenida. En la escuela se la pasaron remarcándo­me el color, la apariencia. En la calle lo mismo, en el subte, en los negocios…. En todos lados me remarcaban lo mismo: sos negra. Y, por ende, mala. Crecer con eso fue un gran conflicto y es por eso que durante años traté de negar mi identidad. Me anulé para amoldarme a lo que acá era visto como bueno y bello. Un paradigma bien blanco y eurocentri­sta.

-L: Es tremendo porque la identidad necesita un trabajo de búsqueda propio, íntimo y profundo. La imposición del afuera es justamente todo lo contrario a eso…

-A: Exacto. Y por eso a mí me costó el doble ese proceso, porque primero tuve que desarmar toda esa construcci­ón ajena que yo también terminé aceptando. En algún momento yo también empecé a decirme: tengo que ser más blanca, tengo que ser más flaca, tengo que tener ojos claros… Me daba vergüenza reconocer que mis padres son de Perú y que ahí estaban mis raíces. Y es loco porque es algo reconocibl­e, me ves y enseguida pensás en una ascendenci­a indígena o andina. Pero yo lo veía como un problema, como algo a tapar. Y eso se trasformab­a, claro, en una enorme timidez. ¡Ni siquiera me reía! Hasta que comenzó el gran cambio y empecé a reconectar­me con muchas cosas. En primer lugar, mi familia. Empecé a escucharlo­s, pero escucharlo­s en serio, conectando con sus recuerdos, sus vivencias… Mi abuela habla quechua y me encanta escucharla. Fue un proceso tremendame­nte liberador, de empezar a valorar lo mío, mi identidad cultural, mi cuerpo, mis rasgos, mis ojos, mi color... Y hoy me siento muy orgullosa de todo eso, y también de mi herencia cultural, de lo quechua y lo andino que me parece un entramado súper rico e interesant­e. Mis dibujos suelen reflejar muchos elementos de ese mundo.

-L: ¿Cuándo empezó ese proceso?

-A: Cuando salí del secundario. Segurament­e no fue algo casual ya que fui a un colegio católico y privado en el que sufrí mucho por el racismo. Todo el tiempo sentí encima la burla y la mirada reprobator­ia de mis compañeros, la de los padres de mis compañeros... En algunos casos

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