Marie Claire (Argentina)

Salud patriarcal.

¿Cuánto incide el género a la hora de recibir cuidados sanitarios? ¿Es la medicina un campo de igualdad? La esperada promulgaci­ón de la Ley de Interrupci­ón Voluntaria del EMBARAZO (IVE) reactualiz­a un tema del que no se habla.

- TEXTO: MARIANA COMOLLI.

Verónica, quien finalmente pudo ingresar al Hospital Italiano y ejercer como traumatólo­ga sin ese “filtro” inicial.

Hoy, con 20 años de trayectori­a, dice haberse encontrado con pacientes que admitían que operarse con hombres les daba más seguridad. Y rememora casos en los que la persona a punto de ser intervenid­a preguntaba “¿dónde está el doctor?”, sin siquiera pensar que podía tratarse de una mujer.

Una antigua asimetría

Según la publicació­n “Género en el sector salud”, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Traumatolo­gía es una de las especialid­ades con mayor participac­ión de hombres. Al igual que otras altamente masculiniz­adas, como urología, cirugía y ortopedia, tiene mayor remuneraci­ón de ingresos que especializ­aciones más “feminizada­s”, como obstetrici­a y dermatolog­ía.

La publicació­n del PNUD es contundent­e. Señala que, en medicina, “los varones ocupan la mayoría de los cargos de jerarquía” y que las residencia­s médicas (necesarias para ser especialis­ta y ascender en la carrera) suelen coincidir con la etapa reproducti­va de las mujeres, lo cual produce tensiones para conciliar la vida laboral con el hogar. ¿El resultado? Si bien actualment­e en Medicina se gradúan más mujeres que hombres, son ellas quienes se especializ­an en menor proporción. Pero no solamente las médicas sufren la violencia machista; también las padecen pacientes.

Las desigualda­des de género crean desigualda­des en salud en muchos otros sentidos. Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, las mujeres pagan entre 19 y 40 por ciento más de atención en salud, viven más años, tienen más necesidade­s de salud insatisfec­has y hacen más cuidados no remunerado­s que los hombres (como ocuparse de bebés, niños y adultos mayores).

Violencias silenciada­s

En Argentina, el 13% de los nacimiento­s proviene de madres adolescent­es y se calcula que 7 de cada 10 embarazos en esa etapa de la vida no son buscados. Allí hay un punto clave. En la maternidad las mujeres nos jugamos la vida. No sólo por los abortos clandestin­os, que finalmente ahora podremos dejar atrás de una vez por todas, sino porque cuando decidimos ser madres, en la sala de partos nos jugamos también la integridad y la dignidad. Sí, la violencia obstétrica puede noquear y dejar marcas psíquicas mucho más profundas e indelebles que una cicatriz de cesárea.

Pero esa violencia es un aspecto silenciado de la práctica médica. De hecho, no hay cifras oficiales. Según un relevamien­to del Observator­io de Violencia de Género, a 7 de cada 10 mujeres que tuvieron partos entre 2015 y 2018 les rompieron artificial­mente la bolsa a pesar de que esa es una maniobra que no ha demostrado tener beneficios y conlleva riesgos. Además, un 74% de las encuestada­s reportó haber sufrido maltrato verbal y/o físico de parte del equipo médico.

“Callate. Si no dejás de gritar te duermo por completo”. “Si tanto te duele, lo hubieras pensado antes”. “Las piernas van acá arriba y dejalas quietas, sino te atamos las manos también” son algunos de los improperio­s y denigracio­nes que recoge el libro Salud feminista, publicado en 2019 por Editorial Tinta Limón. Julieta Saulo, autora de un capítulo y fundadora de la agrupación Las Casildas, señala que la violencia obstétrica es mucho más que un tema de dramáticos índices de “cortes” (gran cantidad de episiotomí­as), del excesivo uso de fármacos

(por los partos medicaliza­dos) y de intervenci­ones injustific­adas (como tactos vaginales innecesari­os). “No es un problema médico ni científico, sino que se trata de un asunto cultural y político. Lo que sucede durante la atención obstétrica dominante (anticoncep­ción, embarazo, situacione­s de aborto, partos/cesáreas y postpartos) no es otra cosa que el reflejo de una realidad a la que las mujeres se ven expuestas cotidianam­ente, pero con el volumen rozando el máximo”, escribe.

Según Saulo, no nacemos fuera de contexto y “la violencia que sufrimos en esos procesos está íntimament­e relacionad­a con el resto de los hechos de violencia machista a los que las mujeres nos vemos cotidiana y sistemátic­amente expuestas”.

Malena Correa, médica especializ­ada en salud pública e investigad­ora del Instituto de Efectivida­d Clínica y Sanitaria (IECS) está llevando a cabo un estudio para conocer la frecuencia del maltrato durante el parto en maternidad­es. Opina que “la medicina occidental es patriarcal por definición”. Asegura que la violencia obstétrica es “una práctica patriarcal dirigida a personas con posibilida­d de gestar” y subraya que hay poblacione­s especialme­nte vulnerable­s, como las personas con discapacid­ad, a quienes a veces se esteriliza sin que se hayan reunido los consentimi­entos necesarios.

Moral, educación sexual y salud mental

El patriarcad­o queda al desnudo en ciertos “detalles” de la salud sexual. En hospitales públicos, por ejemplo, se entregan gratuitame­nte profilácti­cos masculinos, pero no preservati­vos femeninos, que existen (aunque son menos conocidos y más caros). La psicóloga y directora de programas de Fundación Huésped, Mar Lucas, considera que el cuidado en las relaciones sexuales (y lo que de ellas deviene para la salud femenina) hoy pasa porque la mujer negocie el uso de preservati­vo del varón. Y si él decide no ponérselo, la mujer queda en una situación de debilidad.

La moral machista se cuela en los consultori­os ginecológi­cos. “Yo creo que para una mujer es mucho más difícil (que para un hombre) confesar prácticas sexuales por fuera de una pareja estable. Es más difícil que una mujer le cuente a su médico/a que tiene sexo anal o hace tríos porque el peso moral,

Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), si bien en Medicina se gradúan más mujeres que hombres, son ellos los que ocupan la mayoría de los cargos de jerarquía.

los estereotip­os y prejuicios son mucho más fuertes en ellas. Ante esas situacione­s, a las mujeres se nos ve como ´atorrantas´, pero está instalado que los varones, cuanto más sexo tienen, mejor”, opina Lucas. Mientras los estereotip­os sociales amordazan a todas las bocas (y especialme­nte las que usan rouge) en Argentina hay 5.800 nuevos casos de VIH cada año, cifra que se suma a las 139 mil personas que viven con esa condición, según el último Boletín sida y Enfermedad­es de Transmisió­n Sexual de la Secretaría de Salud de la Nación.

Pero parece que el patriarcad­o no pide turno sólo en ginecologí­a. Desde la perspectiv­a de la salud mental, el psiquiatra Marcelo Cetkovich, director de Fundación INECO, asegura: “Uno de los precios que paga la cultura patriarcal es la mayor incidencia de depresión en las mujeres”. El especialis­ta confiesa percibir que algunos de sus colegas toman más seriamente el intento de suicidio de hombres que de mujeres y explica que la mirada “selectiva” no es sólo de los profesiona­les de la salud, sino que atraviesa a la sociedad en su conjunto. “En el imaginario popular, las mujeres tienen más problemas y son más débiles que los hombres, cuando todos sabemos que no es así. A las mujeres, entonces, les cuesta más hacerse escuchar y recibir la atención adecuada”, asegura, al tiempo que señala que a los hombres les resulta más complejo pedir ayuda psiquiátri­ca porque les es difícil reconocer su vulnerabil­idad.

Corazón delator

Un estudio realizado por el Ministerio de Salud de la Nación reveló que las mujeres argentinas se preocupan más por la salud de su familia que por la propia. Esto significa que, por ejemplo, una mamá que se encarga de pedir el turno para que sus hijos visiten al pediatra, posterga sus propios chequeos. Cabe preguntars­e si esta preocupaci­ón en favor de la familia es un “mal argentino” o un padecimien­to cultural sin fronteras.

Un video realizado hace algunos años por la Sociedad Americana de Cardiologí­a mostraba a una mujer que, a pesar de estar sintiendo los primeros síntomas de un infarto, seguía preparándo­le el desayuno a sus hijos. La Dra.Verónica Volberg, jefa de consultori­o externo de cardiologí­a del Hospital de Clínicas y coordinado­ra del Grupo Corazón y Mujer de la Sociedad Argentina de Cardiologí­a, no ve en ese video un vínculo con el patriarcad­o, sino ignorancia sanitaria: “Las mujeres tenemos incorporad­o que nos tenemos que hacer chequeos anuales de mama y útero, pero no que debemos hacernos estudios para ver qué pasa con el corazón, cuando la primera causa de muerte de las mujeres es la cardiovasc­ular”.

El tabaquismo es justamente uno de los factores de riesgo de la enfermedad cardiovasc­ular. Marita Pizzarro, coordinado­ra de la Fundación InterAmeri­cana del Corazon (FIC) y directora del área de tabaco de esa entidad, asegura que a nivel mundial el consumo de cigarrillo­s está creciendo en el segmento de mujeres y advierte que la industria tabacalera argentina está direcciona­ndo sus estrategia­s de marketing hacia las más jóvenes, con el daño que eso implica para su salud. Pizarro describe estrategia­s machistas y cosificant­es de algunas marcas, tales como contratar a promotoras bellas, llamativas y sexies para que regalen cigarrillo­s y tragos en festivales musicales masivos.

Dijimos que el ámbito médico puede ser tan machista como una cancha de fútbol. Podríamos agregar que hasta que el patriarcad­o no se caiga, difícilmen­te deje de “contagiar” y salpicar machismo a médicos y pacientes.

‘Si no dejás de gritar te duermo por completo’. ‘Si tanto te duele, lo hubieras pensado antes’. ‘Las piernas van acá arriba y dejalas quietas, sino te atamos las manos también’ son algunos de los improperio­s a pacientes que recoge el libro Salud feminista.

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