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Proyectos y rutina EN LA PAREJA

- por Daniel Fernández* Del libro “SaposyCeni­cientas.Unamirada psicológic­aacercadel­asproblemá­ticas delamor”, de Daniel Alejandro Fernández, Ediciones Urano www.edicionesu­rano.com.ar

Todos sabemos que no es fácil encontrar a la persona indicada, a ese ser que consideram­os especial y con quien deseamos construir una pareja. Es una tarea ardua que consume tiempo y una búsqueda escabrosa entre relaciones fugaces, las que a veces se esfuman sin dejar una huella y otras veces nos marcan con sinsabores y desengaños difíciles de superar. Muchas veces nuestra autoestima se resiente y no nos creemos aptos para volver a amar, pero pasado un tiempo, recuperamo­s el valor y nos lanzamos a la vida nuevamente. Entonces un día, quizá cuando menos lo esperamos, vemos que hemos hallado a esa persona con quien recomenzar y decidimos arriesgarn­os. Y luego de un tiempo de estar juntos, cuando estamos seguros de nuestros sentimient­os y de que el otro en verdad llegó para quedarse, solemoss cometer el grave error dee dejar de alimentar la rela-ción y comenzamos a con-ducir en piloto automático.. Este es sin duda el errorr más frecuente, el que llevaa muchas veces a un lugarr inesperado. Creemos quee algo que nos costó tantoo tiempo construir no puedee desmoronar­se de la nochee a la mañana y nos dejamosos estar. Olvidamos que unn edificio también demorara mucho en ser construido pero se puede derribar en un ins-ins tante.

Sin duda alguna, la forma más común en que se manifiesta ese “dejarse estar”, que finalmente aniquila a una relación, suele ser la rutina. Creemos que la pareja ya tiene cimientos suficiente­mente sólidos y enfocamos nuestra atención en cuestiones secundaria­s: factores económicos, laborales, la escuela de los hijos, etc. Perdemos de vista que la base de la familia es la pareja y que la base de esa pareja es el amor romántico. Es así que los cimientos se debilitan y el edificio cae y deja ante nosotros un montón de escombros.

¿Cómo evitar entonces que esto ocurra? En principio, fortalecie­ndo el romanticis­mo de la pareja. Es decir, recuperand­o momentos para volver a estar a solas compartien­do sentimient­os, tal como en los primeros tiempos de esa relación. Es preciso crearse espacios para dejar a un lado los problemas cotidianos, para volver a apostar a la conquista del otro. Claro que nadie puede vivir abstraído del entorno y de sus dificultad­es, pero sí puede y debe rescatar momentos para compartir y disfrutar a solas con su pareja.

En ocasiones, también suele ocurrir que uno de los miembros de la pareja pasa a vivir, pura y exclusivam­ente, a través del otro. Esto se da en aquellas personas que dejan de lado su propia individual­idad y que pretenden con el otro una especie de simbiosis, por cierto para nada saludable. Una persona sin intereses y proyectos personales puede caer presa de esta tendencia de vivir a partir de los logros y proyectos del otro. Esto la llevará a estar demasiado pendiente de las actividade­s de su pareja, tanto que podrá llegar a ser incluso una carga pesada para ese otro que empezará a sentirse asfixiado. Se debe tener en cuenta que una pareja está compuesta por dos personas, pero eso no significa perder la individual­idad.

Es por eso que para que una relación se nutra y se fortifique, no basta con escapar de la rutina. También, es preciso contar con tres proyproyec­tos: un proyecto en común (compuesto por las metas y anhelos compartido­s) y dos proyectos más (que serán propios de cada uno de los miembros de esa pareja y que dependerán de sus deseos individual­es). Estar con otro ser y compartir y aspirar a un propósito en común no debe implicar dejar de lado metas individual­es. De hecho, son esas mismas metas las que oxigenan muchas veces una relación.

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