¿ Dónde dejé las llaves?
Mayores y jóvenes han pasado por esta situación y si no, es porque no se acuerdan. La memoria se entrena y hacerlo tiene enormes bene cios para la salud y el rendimiento mental a lo largo de la vida, además de evitar que no podamos entrar o salir de casa
Con el paso de los años, la memoria se convierte en una preocupación y un síntoma de la edad: “me acuerdo de mi abuela, pero no sé dónde dejé los anteojos hace 5 minutos”. Pero gracias a la tecnología, hoy la mayoría de los jóvenes observan con recelo su propia incapacidad de memorizar un texto o un número de teléfono. El cerebro es un músculo y, como tal, la única manera de mantenerlo en forma es ejercitándolo porque, si no, se “oxida”. Ejercitar la memoria ayuda a prevenir enfermedades como el Alzheimer, la demencia senil y la pérdida de capacidades cognitivas que pueden presentarse a partir de los 50 años. Además, durante la juventud, mejora notablemente el rendimiento. Por eso, entrenar la mente es una decisión saludable, sencilla y cotidiana.
Asociación y lenguaje
Incrementar el lenguaje es muy importante. La manera de hacerlo es leyendo todo aquello que caiga en nuestras manos: libros, revistas, diarios, etcétera; empeñarse en entender y también en asociar con determinados hechos del pasado o del presente aquello que estamos registrando en nuestra mente.
Estimulación sensorial
Otra vez aparece el juego pero desde otro lugar, en el que se involucra el sentido del olfato como un estimulante intelectual.
Es ideal para realizar en grupo y consiste en que una o más personas permanezcan con los ojos vendados y otros les hagan oler distintas bolsitas o pequeños recipientes que contengan en forma individual café, té, orégano, albahaca, lavanda, menta, algún aceite esencial o cualquier otra cosa que se destaque por su aroma. Por supuesto, habrá que identificar cada aroma. Quizás parezca senci- llo, pero no lo es cuando no utilizamos la vista para identificar objetos.
El objetivo de este juego es recurrir al archivo de la memoria, traer al presente vivencias pasadas. Por ejemplo, el aroma al café puede evocar una tarde de invierno con una abuela o una madre tostando los granos de café mientras los niños (uno mismo) juegan en el patio; o los pétalos de rosas que nos llevan a la vereda de la casa de una vecina que, amablemente, nos ofrece una flor de su jardín. Estos hechos, generalmente, están muy guardados y hasta olvidados pero como el olfato está muy relacionado con las emociones, que a su vez nos remiten al pasado, al activarlo recobramos nuestra historia. Rescatar recuerdos agradables, o no, es muy positivo porque ayuda a vivir mejor el presente.