LECTURA.
Los efectos del estrés
El exceso de tensión, sin la adecuada distensión, ge nera estrés. Ésta es la puerta de entrada de todas o casi todas las enfermedades.
Se ha descubierto que las sensaciones que preceden a cualquier enfermedad son generalmente las mismas: fatiga, depresión, debilidad y abatimiento. Como señal, éstos son los primeros síntomas de estrés.
Con las defensas debilitadas, sobran condiciones para la gripe, las úlceras, las infecciones respiratorias, la ovulación irregular, e incluso el cáncer está muy abierto a extender sus garras peligrosas. Los problemas del corazón y las úlceras también son terribles consecuencias del estrés.
El estrés afecta al sistema nervioso, el cual, a su vez, afecta al estómago, provoca insomnio y desequilibra la armonía general del cuerpo. El sistema nervioso central está conectado a las defensas. En el caso de estrés, complica el sistema inmunitario.
El estrés prolongado aumenta el nivel de colesterol en la sangre, los huesos pierden calcio, la presión arterial se convierte en hipertensión, los intestinos pueden sufrir diarreas o espasmos, la frecuencia cardíaca puede padecer arritmias y el corazón infartos, ya que las hormonas del estrés, como registró el doctor Kenneth Pelletier, “pueden aumentar indirectamente la tendencia a la coagulación de la sangre, pueden incrementar el nivel de colesterol en sangre o inducir una rápida constricción de las arterias coronarias, o pueden bloquear la provisión de sangre al músculo cardíaco y causar un infarto. En situaciones de estrés extremo, el control del cerebro sobre la frecuencia cardíaca puede detenerse, causando fibrilación y muerte súbita”.
La tensión es una reacción positiva y beneficiosa. Pero cuando el estrés se vuelve crónico, deriva en agotamiento.
Cuando el estrés desencadena la comunicación, siempre violenta, entre el hipotálamo y la glándula pituitaria, el primer punto de confrontación son las glándulas que producen adrenalina.
Son ellas las que fabrican y liberan las verdaderas hormonas del estrés, la dopamina, la adrenalina, la noradrenalina y en particular el cortisol. Las funciones básicas del organismo, tales como la respiración y el flujo sanguíneo, son tan sensibles a la adrenalina que un cambio en los niveles de esta sustancia que dure dos minutos afecta a la salud.
Un ligero aumento de la producción de adrenalina puede constreñir los vasos sanguíneos y aumentar la presión arterial; un cambio en la noradrenalina puede precipitar la diabetes o el asma porque constriñe las arterias pequeñas de los pulmones. Si la glándula suprarrenal produce menos corticotropina, los resultados pueden ser obesidad, enfermedades del corazón u osteoporosis; el exceso de hormonas puede causar que las mujeres desarrollen características masculinas y los hombres calvicie. Niveles altos de nicotrofina también pueden destruir células cerebrales cruciales para la memoria. Esta glándula también es la fuente de la mayor de todas las reacciones de estrés: el impulso de fuga y ataque provoca el aumento repentino del azúcar en sangre, de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial, todas las armas que el cuerpo necesita para huir
o enfrentarse al peligro.
Las hormonas del estrés, la dopamina, la adrenalina y la noradrenalina, tienen un papel fundamental en la comunicación entre las células cerebrales. El estrés también altera las vías de la serotonina y, por tanto, está vinculado a la depresión, por una parte, y a la agresión, por otra.
La adrenalina instiga alteraciones perjudiciales en las células sanguíneas. Hace que las plaquetas de la sangre secreten grandes cantidades de una sustancia química llamada ATP, lo que puede desencadenar ataques al corazón o trombosis, debido a que hace contraer rápidamente los vasos sanguíneos, cortando el flujo de sangre.