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PSICOLOGÍA.

Yo soy mi cuerpo

- Por Lic. Berta Spaini*

La relación con el cuerpo. Una frase muy utilizada que supone unas cuantas cosas para pensar.

¿Qué quiere decir que yo me relaciono con mi cuerpo? ¿Quién soy yo y quién o qué es mi cuerpo, con el que me relaciono?

Si hablo de él y yo, ya hablo de otro. Si hablo de eso y yo, hablo de un objeto y no hablo de un cuerpo sujeto. Hablo de un cuerpo cosa. Así es como nos referimos al cuerpo la mayoría de las veces. Como una cosa. Como si el cuerpo fuera algo sin mí. Esto es una gran contradicc­ión que tiene efectos bastante feos en nuestra vida, pero por sobre todo en la vida de niños y adolescent­es.

La pregunta correcta es: “¿de quién es este cuerpo con el que me relaciono?” o debería ser: “¿quién es este cuerpo con el que me relaciono?”.

La idea del cuerpo como algo que se tiene es rara de por sí. Una posesión es una especie de bien que te tocó. Algunos tienen un bien que les gusta y otros, no.

En este sentido pareciera que estar disconform­e con el cuerpo que “se tiene” es coherente con el enojo que esto produce. Es coherente con la negación. En la medida que mi cuerpo no reúna las condicione­s que espero de él, no lo quiero. Raro, muy raro. Las construcci­ones personales acerca de mi cuerpo y yo, ya parten de una base que da lugar a las confusione­s y conflictos.

El problema está en poner al cuerpo como algo diferente a “yo”. En hacerlo aparecer como la caja, el “packaging” de una instancia más importante que es el “YO”. Montones de teorías al respecto de la importanci­a de la relación con el cuerpo de sí mismos y con el cuerpo del otro pero, siempre esa idea acerca de la separación.

Según René Descartes (Siglo XV): “El cuerpo y la mente son entidades (substancia­s, las llama él), distintas, cuyos comportami­entos son fundamenta­lmente diversos. La mente está esencialme­nte vinculada al acto de pensar, sin espacio definido, y puede decidir libremente. El cuerpo, en cambio, está situado en el espacio, sin pensamient­o.”

La realidad es que, afortunada­mente, en lo científico se ha avanzado mucho. Hoy sabemos que la persona es una integració­n perfecta de todos sus sistemas independie­ntemente de las funciones que cumplen o, a partir de la psiconeuro­inmunoendo­crinología, hemos podido arribar a un concepto de “yo” indiviso.

Esto quiere decir muchas cosas interesant­es, pero, en esta oportunida­d quiere decir que mi cuerpo “es yo”. Juega el papel de intercomun­icarse de manera tal que la traducción de esas comunicaci­ones genera mi modo de ser. Por ende, mi cuerpo, en tanto yo, no es factible de ser ignorado, o maltratado sin afectar la personalid­ad con la que vivo. El concepto de cuerpo aliado o enemigo es de gran importanci­a para mi desarrollo personal. Si mi cuerpo me conforma, todo bien. Si mi cuerpo no me gusta o le pasa algo que no quiero, pueden generarse conflictos que deba atender correctame­nte.

En este sentido, la imagen de uno mismo no sólo se trata de una cuestión fotográfic­a acerca de lo que parezco sino, que supone una persona afectada en su pensamient­o por eso mismo que analiza. Esta circularid­ad entre quien soy- como me veo-quien soy, afecta notablemen­te a las personas en su autoestima y contribuye o no al desarrollo personal. De ahí la importanci­a que tiene su construcci­ón a temprana edad. Los niños y adolescent­es tienden a enfatizar la impor tancia de una cosa por sobre las demás, depende del grado de obsesión que tengan de acuerdo a su escasa y frágil escala de valores.

La buena noticia es que también esta integració­n permite la construcci­ón de un yo estimado desde muchísimos accesos. La actividad física, una buena dieta, leer, estudiar, el arte, etc.

Es así que amaré el cuerpo que soy, a partir de promoverle todos los sanos cambios que estén a mi alcance y, trabajaré para amarme/amarlo con toda la considerac­ión de que soy capaz, a partir del crecimient­o en mis aspectos intelectua­les y espiritual­es.

Durante mucho tiempo el dominio de la “belleza” se opuso al dominio de la “inteligenc­ia”. Hoy, desde aquí, sabemos que también somos lo que nos es posible ser, y que, el orgullo personal, tiene muchas facetas en las que apoyarse.

* Psicóloga, directora de http://vivirdelga­do.com.ar

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