En primera persona
Encontrarle sentido a la vida Inés Arteta, autora de “La 21/24. Una crónica de la religiosidad popular frente al desamparo”
-¿Por qué decidiste escribir una crónica sobre la villa 21/24? -Conocí a Charli Olivero, cura villero de ese barrio, y le pregunté cómo podía ayudarlo.“¿Te animás a escribir la historia de esta comunidad?, me preguntó.“Para que no se pierda”. Más tarde supe que lo que no se debía perder es la especial fuerza que esa comunidad tiene, su gran capacidad de lucha y de organización comunitaria, que se materializó en 1997. Justo antes de esa fecha, el barrio pasaba por la etapa más triste de su historia: estaba dividido, tomado por bandas, la violencia era cosa de todos los días y los distintos sectores se habían hecho infranqueables. El párroco de entonces se fue, tremendamente desgastado, y Bergoglio le pidió al Padre Pepe Di Paola que ocupara su lugar. El día que llegó, le “tiraron” un muerto.Al cabo de un tiempo en el que había percibido cuán religiosa era la gente, se le ocurrió llevar al barrio una réplica de la Virgen de Caacupé desde Paraguay y acertó. De eso trata mi crónica: cómo la religiosidad, que forma parte de la cultura de los inmigrantes, une y otorga fuerza de lucha para vidas difíciles.
-¿De qué manera te contactaste con sus habitantes? -Los llamaba por teléfono, les contaba de qué se trataba el proyecto invocando a los curas y les pedía una entrevista. A algunos llegué porque Charli me daba sus números, a otros por referencias y a los vecinos antiguos, que ya no viven allí porque fueron erradicados por la dictadura y se mudaron a los barrios construidos por la cooperativa de un cura villero de entonces, por Facebook. Cada uno me contactó con otro y así sucesivamente durante dos años. -¿La gente confió en vos? -Noté mucho entusiasmo enseguida tanto por el hecho de que alguien de afuera quisiera escucharlos directamente y no a través de determinados referentes como por la idea de que serían protagonistas de su propia historia.
-¿Por qué elegiste armar el libro en base a testimonios? -En una crónica, es clave construir al cronista para saber desde qué lugar se cuenta. Pensé mucho y todas las voces que ensayaba, me resultaban impostadas. Al final encontré que lo más adecuado era el cronista inocente, que no da nada por sabido, como si se tratara de un extraterrestre que acaba de pisar la tierra por primera vez, que da lugar a las voces de los protagonistas para que cuenten su propia historia cada uno desde su perspectiva. Cuando las versiones se contradecían, era cuando resultaba más interesante porque así es la vida humana, cada uno con su manera de ver el mundo.
-¿Qué significó la Virgen de Caacupé para los vecinos? -La esperanza en una vida con casi nada de ella. El sentido de la vida. Antes de empezar a trabajar en esto, mi preconcepto era que sería un consuelo, al estilo “opio del pueblo”. A medida que conocí más a la gente, comprendí que la religiosidad forma parte de la cultura que los inmigrantes traen desde sus lugares de origen, generadora de compromiso con la comunidad y el resultado es la organización comunitaria.