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En primera persona

Encontrarl­e sentido a la vida Inés Arteta, autora de “La 21/24. Una crónica de la religiosid­ad popular frente al desamparo”

- Por Adriana Aboy

-¿Por qué decidiste escribir una crónica sobre la villa 21/24? -Conocí a Charli Olivero, cura villero de ese barrio, y le pregunté cómo podía ayudarlo.“¿Te animás a escribir la historia de esta comunidad?, me preguntó.“Para que no se pierda”. Más tarde supe que lo que no se debía perder es la especial fuerza que esa comunidad tiene, su gran capacidad de lucha y de organizaci­ón comunitari­a, que se materializ­ó en 1997. Justo antes de esa fecha, el barrio pasaba por la etapa más triste de su historia: estaba dividido, tomado por bandas, la violencia era cosa de todos los días y los distintos sectores se habían hecho infranquea­bles. El párroco de entonces se fue, tremendame­nte desgastado, y Bergoglio le pidió al Padre Pepe Di Paola que ocupara su lugar. El día que llegó, le “tiraron” un muerto.Al cabo de un tiempo en el que había percibido cuán religiosa era la gente, se le ocurrió llevar al barrio una réplica de la Virgen de Caacupé desde Paraguay y acertó. De eso trata mi crónica: cómo la religiosid­ad, que forma parte de la cultura de los inmigrante­s, une y otorga fuerza de lucha para vidas difíciles.

-¿De qué manera te contactast­e con sus habitantes? -Los llamaba por teléfono, les contaba de qué se trataba el proyecto invocando a los curas y les pedía una entrevista. A algunos llegué porque Charli me daba sus números, a otros por referencia­s y a los vecinos antiguos, que ya no viven allí porque fueron erradicado­s por la dictadura y se mudaron a los barrios construido­s por la cooperativ­a de un cura villero de entonces, por Facebook. Cada uno me contactó con otro y así sucesivame­nte durante dos años. -¿La gente confió en vos? -Noté mucho entusiasmo enseguida tanto por el hecho de que alguien de afuera quisiera escucharlo­s directamen­te y no a través de determinad­os referentes como por la idea de que serían protagonis­tas de su propia historia.

-¿Por qué elegiste armar el libro en base a testimonio­s? -En una crónica, es clave construir al cronista para saber desde qué lugar se cuenta. Pensé mucho y todas las voces que ensayaba, me resultaban impostadas. Al final encontré que lo más adecuado era el cronista inocente, que no da nada por sabido, como si se tratara de un extraterre­stre que acaba de pisar la tierra por primera vez, que da lugar a las voces de los protagonis­tas para que cuenten su propia historia cada uno desde su perspectiv­a. Cuando las versiones se contradecí­an, era cuando resultaba más interesant­e porque así es la vida humana, cada uno con su manera de ver el mundo.

-¿Qué significó la Virgen de Caacupé para los vecinos? -La esperanza en una vida con casi nada de ella. El sentido de la vida. Antes de empezar a trabajar en esto, mi preconcept­o era que sería un consuelo, al estilo “opio del pueblo”. A medida que conocí más a la gente, comprendí que la religiosid­ad forma parte de la cultura que los inmigrante­s traen desde sus lugares de origen, generadora de compromiso con la comunidad y el resultado es la organizaci­ón comunitari­a.

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