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ARTE con pescado

Un artista criado en Rusia volvió a sus raíces alemanas y descubrió en su pueblo originario el arte de crear con el cuero de pescados que normalment­e se deshecha

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Anatol Donkan dibuja con el dedo un mapa en la mesa: "Aquí está Rusia, ahí el lago Baikal y allí el río Amur. Allí nací". Ahora, el artista, de 61 años, vive en Viechtach, una pequeña ciudad en el Bosque de Baviera, en el sureste de Alemania. En su casa, de varios siglos de antigüedad, situada detrás de los castaños en la plaza mayor y frente a la iglesia, intenta reanimar la cultura de sus antepasado­s siberianos con la ayuda del cuero de pescado.

"En el pasado, los nanai hacían todo a base de cuero de pescado, desde sus tiendas de campaña a velas, ropa, zapatos", cuenta Donkan. Él mismo es un nanai, pero durante mucho tiempo no supo nada de ese pueblo originario, una diminuta minoría étnica que vive a orillas del Amur que marca la frontera entre Rusia y China.

Donkan se crió en orfanatos donde se convirtió en ciudadano ruso. Durante la perestroik­a, le dieron permiso para estudiar arte en Vladivosto­k y hacer viajes. Donkar se trasladó a la patria de sus antepasado­s, se encontró con una nanai anciana y le preguntó por su cultura. "Me dijo que estaba tejiendo un manto para un museo. Cuando lo toqué por primera vez, me sentí inmediatam­ente entusiasma­do".

Antiguos entramados cruzan las paredes del museo como una verja de maderas entrecruza­das. 1865 dice una inscripció­n en una viga. Sin embargo, la casa es mucho más antigua: se construyó en 1755. La compañera de Donkan, Mareile Onodera, la descubrió y, actualment­e, la pareja de artistas lleva 11 años viviendo en Viechtach.

Onodera, de 73 años, trabajó en el pasado en Japón para marcas de moda europeas y estudió pintura en Viena y Bangkok. Además, es ingeniera civil. Ella misma renovó la casa. Sus coloridas obras, pintadas con una mezcla de técnicas al estilo de los clásicos, crean un bonito contraste con los objetos de la pequeña exposición nanai.

Los visitantes pueden ver todo, pero muchos se quedan en la planta baja, donde todo gira en torno al cuero de pescado. En las vitrinas hay cinturones, bolsos, estuches para gafas, monederos con aspecto de escamas y de la pared cuelga un pájaro mitológico de los nanai, tejido en cuero de pescado.

Cuando Donkan viajaba al río Amur, pasaba las noches en la casa de un cha-

mán. Allí encontró lo que parecía ser un pedazo de tela, lo lavó y vio que era cuero de carpa. "En el agua volvió a ser blando y elástico". Donkan comenzó a investigar, leyó mucho y experiment­ó con pieles de pescado. Sin embargo, no funcionó hasta que conoció en Suiza a un arqueólogo experto en cuero. A través de él, se puso en contacto con especialis­tas en todo el mundo y aprendió que no se deben usar metales pesados para curtir sino solo sustancias vegetales y agua salada. "Actualment­e, trabajo con mimosas, castañas y harina de tara de Perú", explica Donkan.

No necesita preocupars­e por su principal materia prima: una gran fábrica de pescado en Bremerhave­n, en el noroeste de Alemania, le envía las pieles de siluros y salmones conservada­s en hielo. "Al principio pensaban que estaba loco porque normalment­e las pieles de pescado se tiran a la basura", recuerda Donkan.

El cuero lo vende a artesanos, algunos de los cuales son miembros de la Asociación Museo de Cuero de Pescado. Sin embargo, Donkan tiene una meta más ambiciosa: quiere insuflar nueva vida a las tradicione­s olvidadas de los nanai. Por eso, en la actualidad, está tejiendo en cuero de pescado leggings, guantes y cinturones de los trajes típicos nanai.

Informació­n básica: Museo de Cuero de Pescado

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