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Cuando les regalan dinero

No solamente se cuestiona si en el caso de niños y adolescent­es es una buena elección sino qué hacer como padres para evitar que lo malgasten

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Llega la comunión, el cumpleaños de 15 o del fin de la escuela secundaria y la abuela viene con una sonrisa generosa y dice: "Esto es para vos", y entrega un sobre con dinero. Los tíos se suman, algunos amigos de la familia también y, de pronto, el monto no es tan menor.

¿Es bueno que chicos y adolescent­es reciban dinero como regalo? Cuando lo reciben, los padres ¿deben dejar que lo gasten a su criterio o guardarlo como una forma de ahorro? En cualquier caso, sobre todo cuando los hijos aún son niños, genera en los padres un conflicto moral porque en realidad el dinero es para que los niños lo disfruten y hagan lo que quieran pero, al mismo tiempo, no quisieran que gastasen todo en salidas o en una tonelada de golosinas.

Uno de los primeros pasos a dar, acuerdan los especialis­tas, es que los padres conversen entre sí y se pongan de acuerdo antes de aconsejar al hijo en qué gastar. Tal vez quiera un nuevo celular, conocer un lugar que le gusta o un juguete deseado por mucho tiempo. Así, se puede ir guiando al niño o adolescent­e para que haciendo un buen uso del dinero recibido tenga una experienci­a que le deje algo especial.

No se trata de inducir deseos sino de enseñarles a tomar decisiones, a pensar de algún modo qué les sirva a mediano plazo o qué sería más bien efímero. De este modo, los regalos de dinero pueden formar parte de un aprendizaj­e porque, por un lado, sirven para que los jóvenes comiencen a pensar en cómo invertir mejor lo que tienen y, por otro, a sopesar las distintas "calidades" de lo que desean. Es decir, es una componente más del proceso de independiz­ación.

Un problema muy habitual con los menores es la comparació­n permanente con otros. "Todos tienen el último celular, yo también lo quiero y quiero que me regalen dinero para comprarlo en mi cumpleaños". En este caso, lo fundamenta­l es hacer todo lo posible para que en los grupos no surja una "envidia social", es decir, irritación por los distintos niveles de vida de cada uno. No es un tema sencillo, pero es algo que se puede ir trabajando desde que los niños son pequeños, enseñándol­es a compartir y a no poner el foco en lo que tienen o no sus compañeros.

Esa concientiz­ación hay que trabajarla no sólo dentro de las familias que "no tienen tanto", sino también justamente en aquellos senos familiares que lo tienen todo. Es bueno que los jóvenes que tienen mucho aprendan a desprender­se de las cosas, a regalar o a compartir, a ver que lo principal no es poder hacer algo, sino hacerlo junto con otros. ¿De qué le serviría a una niña tener ropa para cambiar todos los fines de semana a cabalgar si no tiene con quién salir?

Regalar o compartir parte de los obsequios que se reciben va formando a los jóvenes y, en ese sentido, también es muy recomendab­le que los padres aprovechen las oportunida­des que dan las grandes celebracio­nes para instalar estos comportami­entos. Si el niño que recibe dinero por la comunión, elige que lo lleven a una reserva de animales, se le puede sugerir que invite a un amiguito, por ejemplo.

También se puede ir un paso más allá e incentivar las decisiones grupales: ¿por qué no elegir un paseo que pueda hacer toda la familia y que todos contribuya­n a pagar lo que alguien no puede para que vaya? ¿O qué tal sería si todos los que recibieron dinero donaran una parte a algún proyecto con el que estuvieron trabajando en la escuela?

Desde esta perspectiv­a, los regalos de dinero que se les hacen a niños y jóvenes no están nada mal. Son una oportunida­d para crecer, para aprender a cumplir deseos sin dejar de respaldar a otros.

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