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SOLOS a los 30

Esta tendencia crece entre los más jóvenes que efectivame­nte viven sin nadie o no tienen amigos dadas sus múltiples tareas

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Un estudio realizado por la Universida­d del Ruhr de Alemania llegó a la conclusión de que los grupos principale­s que padecían soledad estaban entre los 30 y 34 y a partir de los 65 años. Saber que esta problemáti­ca afectaba a gente tan joven fue sorprenden­te para el equipo de investigad­ores.

Tal vez esa sensación de soledad se dé tanto a los 30 "porque es la edad en la que se plantea todo al mismo tiempo: hijos, ascenso laboral, casa propia. y todo eso junto deja muy poco tiempo para los amigos", explica la profesora Maike Luhmann.

También es la edad en la que se da el caso contrario: muchos viven solos y se preguntan si no deberían estar en pareja, tener hijos, estar rodeados de amigos y esos interrogan­tes, de pronto, enfrentan a la soledad.

Lo cierto es que la soledad puede tener un impacto muy negativo en la calidad de vida. "Está visto que las personas que se sienten crónicamen­te solas tienen una mayor tendencia a enfermar", dice Luhmann. Estar solo no es lo mismo que sentirse solo, por eso, Luhmann explica que no todas las personas que pasan mucho tiempo en soledad se sienten solas. Ella dice que esa sensación se da, por ejemplo, cuando uno tiene menos contactos sociales de los que se querría. Si esa sensación se prolonga en el tiempo, uno va sintiéndos­e cada vez más infeliz.

Pero entonces, ¿qué se puede hacer si uno sabe que un amigo se siente solo? Como primer paso, es importante plantearse el tema desde un punto de vista crítico, al menos eso es lo que recomienda la psicóloga Birgit Spieshöfer, que dice que muchas veces a uno mismo le llama la atención en los amigos lo que para uno también es un problema.

Luego, se puede plantear el tema. Muchas veces hablar abiertamen­te hace que todo se vuelva un poco más llevadero, que pierda su peso. Lo importante es que la persona que se siente sola no termine pensando "no le caigo bien a nadie", ni que busque refugio en adicciones o conductas poco sanas, ya sea recurriend­o a los medicament­os, al alcohol o a la comida en desmedida. Si esa carga se dispara puede caerse en una depresión o en ataques de pánico.

Pero la predisposi­ción a hablar ya es un muy buen primer paso. Si el afectado puede hablar del tema con otro, se sentirá acompañado, y tal vez, pensando con esa otra persona, encuentre vías para salir de su soledad. Uno, como amigo, puede alentar a que el otro conozca gente nueva yendo, por ejemplo, a los primeros encuentros que tenga con personas que va conociendo. También le puede recomendar que vaya a un coro o a un club deportivo, además de invitarlo a salir con el grupo que uno ya tiene.

Pero por supuesto, todo dependerá de la actitud que le ponga la persona que se siente sola, de cómo encara algo que reconoce como un problema. De todos modos, ayudarla a abrir los círculos y a pensarse en su relación con otros puede ser el primer paso para que salga de esa situación.

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