Vaciar y descargar
En la casa se amontona ropa que ya no nos entra, zapatos pasados de moda, muebles que no guardan nada, papeles y diarios que “después vamos a leer” y otras cosas que ya no usamos hace tiempo. Nos llenamos de frases como "esto es muy bueno como para tirarlo", "esta información es importante" o "esto más adelante me va a servir”. A veces guardar un objeto tiene que ver con alguna “buena historia” de nuestro pasado. La pregunta sería si la observación de ese objeto nos da felicidad hoy o si nos ancla a un pasado en el que fuimos felices, y sólo lo conservamos porque nos recuerda aquellos tiempos y hoy tenemos miedo de no volver a disfrutar de un momento mejor en el futuro.
Descartar lo gastado, lo que perdió el color y el brillo, permite que entre lo nuevo o, simplemente, que nuestra mirada vea más espacio libre. Limpiar los cajones, los estantes, la piecita del fondo, el garage, desahoga y da amplitud visual.
Es bueno que los bienes circulen. Dar lo que ya no usamos más nos va a producir placer si pensamos que hay otra persona que sí lo necesita y que lo puede disfrutar tanto o más que nosotros, el objeto así sigue su camino en otras vidas, se transforma y, de alguna manera, nos trasciende.
Muchas veces cuando guardamos cosas, las ocultamos de nuestra vista, a veces las escondemos para que no se vean y muchas veces las clasificamos, las ordenamos, perdemos mucho tiempo en esta actividad sin siquiera preguntarnos si tiene algún sentido personal conservarlas, si esa conexión con el objeto guardado es positiva para nosotros.
La propuesta, en estos tiempos de llenarnos de cosas, es “des-cargar” que no significa soltar solamente sino quitar la carga que pesa, limita y detiene.