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Una práctica posible

- Por la Lic. Patricia Martinez* *Psicóloga especialis­ta en fertilidad de Halitus Instituto Médico

Intenso es el debate sobre la subrogació­n uterina en el país y en el mundo y segurament­e está fundado en algunas concepcion­es erróneas, sobre todo en relación a la maternidad y a la ausencia o deseo de “maternar”.

La subrogació­n de útero es una práctica que ha permitido acceder al deseo de un hijo a las parejas igualitari­as masculinas, a hombres solos y a muchas mujeres que, habiendo sufrido intervenci­ones quirúrgica­s, tratamient­os de quimiotera­pia, algún síndrome genético, nunca tuvieron o perdieron en algún momento la capacidad gestaciona­l.

¿Por qué alentamos esta práctica? Porque creemos que la subrogació­n es posible en términos biológicos y/u orgánicos y no de roles o funciones. La subrogació­n refiere a la sustitució­n de un órgano, el útero, en tanto que la función materna sólo puede ser ejercida por quién más allá del órgano sea habitada por el deseo de un hijo.

Entonces, una mujer que decide ofrecer su vientre para ayudar a una familia, no desea ser mamá, sino que ofrece su órgano para que otros puedan serlo.

Esta práctica representa diferentes cosas para una pareja homosexual o un hombre solo que para una pareja heterosexu­al. La pareja de varones encuentra en la subrogació­n una posibilida­d novedosa e inimaginad­a. El escenario es bien distinto para las parejas heterosexu­ales: la subrogació­n es reparación de una falta, es decir, viene a continuaci­ón de un duelo, en las parejas homosexual­es la subrogació­n es habilitant­e e inaugural.

El psicólogo trabaja en los casos de Útero Portador en tres planos o esferas:

En la esfera subrogante (con los padres), escuchando, acompañand­o y conteniend­o, situando en

este contexto al deseo como la voluntad procreacio­nal que habilita a alguien para la maternidad y la paternidad.

En la esfera subrogada, la escucha se dirige a la portadora tratando de situar cuál será el impacto a nivel emocional para esta mujer que llevará en su vientre al hijo de otra. La intervenci­ón incluye la tarea de evaluación: del lado de los padres, se evalúa el desajuste emocional producido por el diagnóstic­o de infertilid­ad y/o el desarrollo de psicopatol­ogía si la hubiere con la consecuent­e indicación terapeútic­a. Se evalúan ciertos indicadore­s psicopatol­ógicos y socioambie­ntales cuya presencia es incompatib­le con la subrogació­n.Así como también se analizan y registran los aspectos positivos de la personalid­ad de la portadora que facilitan la subrogació­n y los aspectos negativos o debilidade­s que la pueden obstaculiz­ar.

En la esfera familiar, la intervenci­ón psicológic­a está orientada a preparar y acompañar a los padres en la transmisió­n de la verdad genética al niño.Ya sea subroganci­a con o sin donación de gametas, la historia de la gestación y la prehistori­a genética es una verdad que el niño tiene derecho a conocer por que a partir de estas coordenada­s se construirá la identidad del sujeto.

La subrogació­n es posible y es real, pero convoca no sólo al saber profesiona­l y a la ética de médicos, psicólogos, abogados, etc, si no por sobre todo a la ética humana de aquellos que deciden arribar a la paternidad, respetando el derecho a la verdad y a la identidad del niño por nacer.

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