PSICO. Los puntos débiles
Todos tenemos cosas que nos molestan, pero ocultarlas nos cuesta muchísima energía. El camino del autocoaching.
Todos tenemos puntos débiles. ¿Se los enseñamos al mundo? No, por lo general los ocultamos porque la sociedad nos ha acostumbrado a pensar que tener debilidades no es bueno, que uno logra algo sólo si se muestra fuerte. Pero los puntos débiles existen, y a veces ocultarlos genera problemas, por ejemplo, en nuestros lugares de trabajo.
Es muy humano ocultar nuestros puntos débiles, porque todos tenemos cosas que nos molestan y en realidad querríamos deshacernos de ellas. Pero ocultarlas nos cuesta muchísima energía que luego no tenemos para otras cosas. Y querer hacerlos desaparecer tampoco es un camino que nos vaya a llevar al éxito. Mis audiencias siempre se sorprenden cuando digo que no son nuestros puntos débiles los que nos debilitan, sino nuestro modo de manejarlos.
Todos podemos ser de un modo y de otro distinto, somos desde el héroe que todo lo puede hasta el llorón. Tenemos todas las facetas. No es una contradicción, es normal. Nos encantaría ser más equilibrados y relajados, pero el ser humano no es así. Yo estoy muy a favor de no estar persiguiendo un único costado como si fuese un ideal. Porque si nos manejamos de ese modo con nuestro potencial y nos acostumbramos a bloquear ciertas habilidades, no las tendremos cuando las necesitemos. Si descubrís el camino del “autocoaching”, reconocerás que todos nuestros costados tienen una razón de ser, incluso los molestos. En realidad, cada uno de esos costados suele querer lo mejor. El miedoso no quiere que hagamos un mal papel en la próxima presentación; el colérico quiere que por fin se haga cierta justicia en algo; el que dice que sí a todo quiere evitar que no lo quieran o lo excluyan; el apurado no quiere que te pierdas algo; el perfeccionista quiere lo mejor de lo mejor para ti, por nombrar sólo algunos ejemplos. Es decir que lo que buscan no está nada mal. Lo que nosotros vemos como un gran fantasma de debilidad es, en el fondo, una caja de herramientas para lograr objetivos. Pero si damos vía libre a esas herramientas “en crudo”, podemos terminar haciéndonos invisibles en lugar de hacer una presentación; montar en cólera constantemente; decir a todo que sí; controlar todo mil veces y estar corriendo de un sitio a otro.
Puedo imaginar que todas mis cualidades y costados conviven en un piso compartido. “Yo” soy siempre el que firmó el contrato para el piso y tengo más o menos el control. Eso es un punto central del ”autocoaching”, porque así hay una instancia que tiene el control sobre las demás y no dejamos que una parte de nosotros decida cómo me voy a sentir y qué voy a hacer. Está muy bueno, porque de ese modo uno no es todo el tiempo una víctima librada a lo que decidan sus “debilidades”.
En uno de mis cursos de coaching tuve a un empresario que no llamaba la atención, pero que en la oficina tendía a estallar en cólera. Se sintió aliviado al entender que eso es sólo un aspecto de su personalidad. Lo bautizó “Hulk” y comenzó a pensar hasta que descubrió cuál era el objetivo, el fin que se proponía Hulk al producir semejante rabia. Eso lo ayudó a lidiar de otra manera totalmente distinta con esa tendencia, y sus compañeros de trabajo lo notaron.