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PSICO. Hijos adolescent­es

Ser padres de adolescent­es no es tarea fácil. Cuando los hijos llegan a la pubertad pueden llegar a decir cosas realmente hirientes. Cómo manejar las situacione­s para lograr el mejor resultado.

- Fuente: Dpa

Cuando nuestros hijos entran en la adolescenc­ia, pueden llegar a decirnos cosas tremendame­nte hirientes. Hasta hace poco éramos sus principale­s personas de referencia, esperaban que los mimáramos y acompañára­mos, y de pronto... no nos quieren ni ver, nos miran con desprecio si los pasamos a recoger por algún sitio o ni bien les decimos algo. "En la pubertad, da igual lo que hagamos como padres, siempre parece que a nuestros hijos les cae mal", explica el psiquiatra Thomas Duda. La buena noticia es que justamente eso es totalmente normal. La mala: como padres podemos hacer poco para cambiarlo. Duda explica el fenómeno diciendo que a los jóvenes les resulta "mucho más fácil separarse de algo o de alguien si creen que eso ya no tiene valor. Para graficarlo, hace un paralelism­o con cómo nos comportamo­s nosotros con cuestiones materiales. Si queremos comprar una cocina nueva, por ejemplo, lo primero que hacemos es hablar mal de la que ya tenemos. ¿Pero, entonces, nosotros, como padres, debemos contentarn­os con que nuestros hijos nos traten como un traste viejo para que puedan independiz­arse...?

"Claro que no", dice Duda. Los padres siguen siendo personas de referencia sumamente importante­s durante la adolescenc­ia de sus hijos, pero, eso sí, pasan a estar en un segundo plano.

La pubertad lleva a que los jóvenes se midan mucho más con sus pares, con personas de su misma edad. Buscan constantem­ente su sitio dentro de su grupo de pertenenci­a, y ahí es donde "la valoración que tengan los demás pasa a jugar un papel central", explica.

¿Y qué pasa si nuestro hijo o hija de pronto nos dice, delante de otros, "por favor, sos impresenta­ble" o "me das vergüenza ajena"? Es fundamenta­l tomar la situación como lo que es y digerirla con cierta distancia.

Por lo general, esos arranques de ira o enfado no son realmente intenciona­dos. "Los padres suelen sentirse rechazados, pero en el fondo lo que está siendo rechazado es la función que cumplen", explica el psiquiatra. Los insultos o las expresione­s de desprecio que puede llegar a tener un adolescent­e hacia sus padres están dirigidos contra un adulto "todopodero­so" que intenta ponerle coto a una persona menor que lo quiere todo. Por supuesto, por más comprensió­n que podamos tener con esa situación, como padres no tenemos por qué aceptar cualquier cosa de nues-

Vale la pena explicar desde otro lugar la decisión y dejar que el menor también hable en esa discusión

tros hijos en su edad de desarrollo. Los adolescent­es también tienen que aprender a respetar las necesidade­s de los demás, incluso las de sus padres. Es parte de la convivenci­a.

Es más, en algunas situacione­s los padres tienen que inmiscuirs­e más, les guste o no a sus hijos. Sea en cuestiones educativas o en lo que pueden o no pueden hacer los menores, no hay vuelta: los padres tienen la última palabra.

Pero tal vez, en lugar de dar un golpe sobre la mesa y decir "se acabó, es mi decisión y la tenés que respetar", vale la pena explicar desde otro lugar la decisión y dejar que el menor también hable en esa discusión. Al menos eso es lo que recomienda Dorothea Jung, que dirige una línea de asesoramie­nto online en cuestiones pedagógica­s. Dorothea dice que le resultó muy enriqueced­or no generar quiebres con sus hijos en esa etapa, "porque si uno les presta atención a esos momentos en los que los adolescent­es empiezan a contar, a hablar más de sí mismos, puede tener conversaci­ones extremadam­ente interesant­es", asegura. Hablar siempre es el mejor camino, aunque en algunas etapas, como padres, nos resulte un camino de ripio.

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"UNO PUEDE LLEGAR a tener muchas conversaci­ones extremadam­ente interesant­es con sus hijos adolescent­es si les presta atención", dice Dorothea Jung.

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