El arte de servir
Igual que el ritual de empezar el asado o hacer la torta para la cena con amigos, poner la mesa es darle el marco de belleza al encuentro.
Los argentinos disfrutamos de invitar gente a nuestras casas: reuniones con compañeros de trabajo, asados, domingos en familia, té con amigos. Siempre hay una excusa para juntarse y esa excusa generalmente incluye alguna comida de por medio. La comida convoca, pero la calidez con que se recibe a los invitados es lo que hace que ellos no quieran irse. La mesa siempre ha sido el lugar de reunión de excelencia.
Hace décadas, la mesa tenía solo dos destinos: el uso diario o para las visitas. Así, se atesoraban cubiertos, manteles, servilletas y toallas que veían la luz pocas veces en el año, los platos de porcelana pasaban de generación en generación casi impolutos y la blanquería bordada llegaba impecable a las manos de nietas y bisnietas, que luego temían usarlos.
Los tiempos cambiaron y con ellos algunas costumbres y tradiciones. Cuando todos corren y las horas vuelan, se comenzó a imponer los platos y cubiertos descartables para evitar perder tiempo entre agua y espuma, primando lo descartable por sobre lo agradable. Claro que como todo vuelve, tener la mesa bien puesta o “ambientada” como se dice ahora, está a la orden del día y ha recuperado ese lugar de privilegio en las reuniones sociales, por pequeña que sea.
Una mesa linda genera armonía
y honra a los comensales, sean de la propia familia, amigos o colegas de trabajo. Poner la mesa debe ser un ritual sagrado.
Los preparativos
Al momento de recibir gente en casa, la elegancia está en la calidez ya sea sólo para una comida íntima y familiar o un encuentro más sofisticado. No hay manjar que pueda suplir la buena predisposición de un anfitrión y no es necesario esperar una ocasión especial para armar una mesa linda, al contrario, un día cualquiera puede ser inolvidable si se alegra recibiendo al otro con una buena mesa, flores, una vela prendida y música que acompañe.
Los platos de sitio con fundas removibles pueden convertirse en un gran aliado ya que tienen la capacidad de ser multiuso. Para una comida con mucha gente, en la que no podés recibir a todos sentados o porque preferís servir solamente finger food, el plato de sitio se puede utilizar como bandeja individual para apoyar el plato mientras se charla en un sofá escuchando buena música. Muy práctico, divertido y elegante a la vez.
Si preferís usar los platos de sitio como tradicionalmente se usan, entonces ponelos sobre un individual o mantel de un color neutro que combine con el plato elegido, acompañado con elegantes servilletas de tela y porcelanas heredadas. Lo interesante de los platos de sitio es que cambias las fundas y ya tenés un juego totalmente distinto listo para utilizar en otra reunión.
Los centros de mesa son muy importantes a la hora de armar la mesa. ¿No tenés un florero? Algunas velas dispuestas a lo largo de la mesa y una canasta de mimbre con hojas y flores de los árboles del jardín cierra el escenario.
Es clave que los centros de mesa no superen la altura de los ojos para que los comensales se miren con facilidad y se facilite el diálogo entre ellos. Los individuales en la mesa dan el tono que quiere ofrecer el anfitrión en cada ocasión. Pueden ser lisos o coloridos mientras vistan a la mesa con personalidad.
Si la comida es elegante, los individuales pueden ser de lino u organdí clásicos. Para todos los días, pueden estar hechos de telas fáciles de lavar que no requieran de mucho mantenimiento pero que aún así impriman en la mesa identidad y calidez.
Animate a jugar con los colores, las texturas, los aromas y sonidos. Convocar con todos los sentidos y no sólo al gusto generará un diferencial en tu reunión social.
Invitar a casa y poner la mesa para nuestros invitados es un acto de amor que hoy se revaloriza. Es algo que uno hace para la gente que quiere. Agasajar es dedicar. No se trata de grandes despliegues sino de pequeños gestos llenos de hermosos detalles.