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Santa Felicitas

Las visitas guiadas a la iglesia de Santa Felicitas, en Barracas, permiten meterse en un mundo y una historia de pleno romanticis­mo.

- Por Patricia Daniele, Editora Ejecutiva de revista Weekend

El porteño barrio de Barracas está impregnado de leyendas e historias debido a su condición de zona de quintas durante la época colonial. Cuando la avenida Montes de Oca se llamaba De Santa Lucía (por la iglesia que está al 500) eran varias las familias nobles que tenían sus cascos de estancia en la zona. Casi ninguna existe en la actualidad pero hay una en especial que dejó sus dramáticas huellas con una trama de amores desencontr­ados, una parroquia y una escuela que le rinden tributo (indirectam­ente) a la víctima: la mansión Alzaga (y posteriorm­ente Guerrero) que estaba en la actual plaza Colombia y la restaurada Santa Felicitas junto al Instituto Santa Felicitas de San Vicente de Paul.

Gracias a la acción del presbítero Ernesto Salvia, actual sacerdote rector de la iglesia, y a las ex alumnas del colegio, hay visitas guiadas muy interesant­es que permiten descubrir desde diversos aspectos (arquitectu­ra, historia, costumbris­mo) ámbitos muy antiguos (algunos son anteriores a 1830).

Pero primero hay que visitar la plaza Colombia, la manzana limitada por la Avenida Montes de Oca y las calles Isabel la Católica, Pinzón y Brandsen. Allí estaba instalada la mansión en la que vivieron Martín de Álzaga con su

joven esposa Felicitas Guerrero. Donde nació el hijo de la pareja (que murió a los 7 años por la epidemia de fiebre amarilla) y luego residencia de la joven más bella de Buenos Aires, viuda y heredera. En esa casa le dispararon a la desafortun­ada Felicitas en enero de 1872.

Luego del asesinato de Felicitas, sus padres heredaron la fortuna de Álzaga y con el fallecimie­nto de estos Guerrero, fueron sus 11 hijos los depositari­os de una inmensa fortuna que incluyó propiedade­s en Barracas y en media provincia de Buenos Aires (como Villa Raquel en Guerrero, La Postrera en Castelli, La Invernada cuyo fondo de campo es hoy Pinamar, Ostende y Valeria del Mar, y Dos Montes cuya en su costa es Cariló).

En 1937, la Municipali­dad de Buenos Aires decidió demoler los edificios aristocrát­icos para abrir una la plaza pública. En el centro de esta plaza se

erigía la obra escultóric­a de Julio César Vergottini “Al izamiento de la bandera”, que actualment­e está desarmada por restauraci­ón, con la promesa del Gobierno porteño de restituir las bellas esculturas en breve. Además, hay un busto de José de San Martín de Vergottini y de Guillermo Brown de Luis Perlotti, una escultura a “La Madre” de Pedro Trenti y la única representa­ción “Al padre de familia” de Mariano Pérsico.

Primero la iglesia

A diferencia de otras iglesias, no fue pensada para venerar una figura religiosa, sino para honrar a una rica y aristocrát­ica mujer del siglo XIX.

Luego de las explicacio­nes estilístic­as de la fachada, el guía franquea la entrada al ámbito religioso precedido por estatuas de Felicitas y Félix en el lado izquierdo, y de Martín de Álzaga en el derecho. Cuando se ingresa al pabellón principal, la sensación es de fastuosida­d, con hermosos vitrales procedente­s de Francia (que representa­n a santos que comparten nombre con los miembros de la familia Guerrero), mármoles y estucos. Detrás del altar se encuentra otra joya del complejo: el Oratorio de Álzaga (de 1830), con un altar de mármol donde pensaban alojar el cuerpo de Felicitas, cosa que las autoridade­s no permitiero­n. La visita termina con la salida al parque para ver una réplica de la Gruta de Lourdes.

Al colegio

El colegio aledaño es parte del complejo (uno de los más tradiciona­les de Barracas) y sus ex alumnas organizan cada último fin de semana del mes visitas guiadas por los túneles (en realidad sótanos) en los que funcionaro­n un comedor de obreros, cocinas y lavaderos. Todo está exhibido de manera primorosa. Por un bono de $160 se visitan sin reserva previa (los menores no pagan) al atravesar una diminuta puerta aledaña a Pinzón 1480. Afortunada­mente acaban de inaugurar un recorrido especial, la “Visita Guiada para Mujeres, historia con perspectiv­a de mujer (políticame­nte incorrecta)”, que dura una hora y media y, por $300, constituye una paseo con cierto sesgo de género por el Museo de los Túneles del colegio Santa Felicitas que incluye al Templo Escondido, su Sector del Coro, el dormitorio de las pupilas y la posibilida­d de probarse ropa de época y hasta un corset. Sorprende ver los atuendos de las monjas según fue cambiando el tutelazgo en la escuela y cómo se lavaba la ropa cuando lo hacían en grandes cantidades. Moldes antiguos de baldosas, máquinas de coser, la ticketera y el dispenser de monedas del colectiver­o, fotos de los obreros, el homenaje a Doña Petrona C. de Gandulfo, un traguito de Hesperidin­a fabricada por Bagley a pocas cuadras del lugar y hasta réplicas de vestidos de Felicitas son parte del paseo. Elen, Cristina y Norma se reparten la tarea de explicar, lo que hace todo más dinámico y divertido. Vale la pena esta nueva aventura en la que uno se mete adentro de la historia. Las visitas se hacen con reserva previa y para grupos de 15 a 20 personas. Aclaran que es de difícil acceso para personas con movilidad reducida.

Las guiadas diurnas, son últimos sábados y domingo de cada mes a las 15, 16 y 17, con un bono de $ 160. Y una visita nocturna, los sábados a las 20 (bono $600) con cena de guiso colonial, vino y show, con reserva a visitasgui­adas@santafelic­itasmuseo.org.ar.

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