Melbourne Un recorrido de ensueño
Seas surfista o no, Melbourne, al sureste de Australia, es una ciudad para disfrutar de punta a punta. Ofrece olas para todos los gustos, atardeceres maravillosos, barcitos para tomar un trago mirando el mar y hasta koalas y canguros amistosos. Un destino
Melbourne
Aún hay amplias restricciones para que los extranjeros ingresen en Australia. Pero cuando los viajeros puedan volver al país, Australia seguirá siendo un destino favorito, en especial, para los surfistas. Todos de alguna manera son surfistas. Porque surfear en el sur de Australia es más que un deporte, es un estado de ánimo. Así como cabalgan las olas desenfadados en sus tablas, así se toman también los habitantes de Melbourne su vida cotidiana.
Es posible que la joven empleada bancaria lleve bikini debajo de su vestimenta de oficina y que sus colegas tengan en la mochila un traje de neoprene para surfear después del trabajo.
Quien no pueda ir a la playa, va a alguno de los incontables bares y restaurantes en las construcciones de ladrillos cubiertas con grafitis alrededor de la Flinders Lane. Allí se encuentran algunas de las mejores cocinas de la ciudad, que pueden competir con las de Sydney.
En el restaurante Coda, las pequeñas obras maestras del chef Adam D'sylva son servidas en parte por camareros con grandes tatuajes, que resuelven cualquier deseo adicional con un amable No worries, mate! (no te preocupes, amigo). Que en Melbourne les gusta salir de juerga es algo que se ve si se pasea a pie o en bicicleta junto al río Yarra. El río que desemboca en la Bahía Port Phillip separa el Jardín Botánico del Rod Laver Arena, en el que los mejores tenistas del mundo disputan el Australian Open. Los bares a su orilla siempre están llenos.
Si para los próximos días hay previstas buenas olas, los surfistas de Melbourne salen temprano de todas maneras. "Mejor surfear con resaca que no surfear", aseguran. El Queen Victoria Market, en el medio de la ciudad, es uno de los mayores mercados del hemisferio sur. Allí hay de todo, desde comida asiática, pasando por salchichas alemanas, hasta canguro y coco
Un dulce koala posa para la foto a la vera del Great Ocean Road, en Wildlife Wonders.
drilo asado. El mercado es un reflejo de la ciudad multicultural.
Olas para todos
El corazón de la cultura del surf late a una hora y media en coche en Torquay, donde las olas del Pacífico sur llegan perfectas: en algunas bahías, suaves para principiantes y niños, en otras, gigantes para los profesionales. Allí hay una tienda de surf junto a la otra.
Torquay es la capital australiana de los surfistas. Tiene un museo, el National
Surfing Museum, considerado el mayor del mundo.
Por todas partes se ven beach girls y beach boys descalzos con sus tablas bajo el brazo camino a la playa. Bajo la mirada atenta de los socorristas, salen al mar para luego volver a la orilla surfeando. Detrás de cada curva de la Great Ocean Road, que comienza en Torquay y sigue un recorrido de ensueño a lo largo de la costa de Victoria, se abren nuevas bahías con faros y playas de arena.
Entre koalas y canguros
El Wildlife Wonders, abierto en el verano de 2020, se salvó de los devastadores incendios forestales. Es como un bosque encantado de una película de fantasía. Enormes helechos cubren el suelo, sobre el que crecen incontables eucaliptos. Solo el sendero acondicionado para discapacitados permite intuir que esta selva fue creada por el paisajista Brian Massay, responsable del decorado del El señor de los anillos. "Wildlife Wonders es una organización sin fines de lucro", explica el gerente Shayne Neal. Él y su equipo ofrecen visitas guiadas hacia sus estrellas, los koalas y canguros.
Los adorables ositos suelen estar sentados comiendo o dormitando en las ramas de los árboles de eucalipto. Los canguros, en tanto, pasan saltando por un enorme claro con vista al mar.
"Allí comienza el encantador Great Ocean Walk hasta los Twelve Apostles (Doce Apóstoles). Los 104 km se pueden recorrer caminando en cinco días", explica Neal. En auto, en una hora y media. El nombre Doce Apóstoles se impuso en los años 50. Pero ya entonces eran solo nueve las rocas que se levantan desde el oleaje hacia el cielo hasta una altura de hasta 45 metros. Emergieron a lo largo de millones de años por erosión. Cada año, el Pacífico sur se come unos dos centímetros de esta costa empinada. Quedan unas rocas enormes que forman puentes con el continente, hasta que en algún momento se derrumban y se las lleva el mar. Así le pasó al noveno apóstol hace pocos años. La parte segura es en la playa en Gibson Steps, hacia el otro lado de los Doce Apóstoles es peligroso. Allí no se asoman ni los surfistas más atrevidos. Aquí termina el No worries, mate!