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PSICO. Heridas de amor

El punto de partida para curar el dolor que provoca una infidelida­d es que la parte que la cometió se reconozca culpable y se arrepienta.Y buscar ayuda.

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Aveces nuestra pareja nos hiere mucho y nosotros, en vez de aclarar pronto el asunto, cargamos con la marca que nos deja esa herida durante años. ¿Debemos reprochárn­oslo? No, por supuesto que es una situación muy compleja, sobre todo cuando esa herida nos la provoca la persona en la que más confiábamo­s. Pero, ¿de qué nos sirve no soltar ese dolor? ¿Adónde nos lleva?

Estas situacione­s de heridas tremendas pueden darse cuando en una pareja se comete una infidelida­d. “Es un tema que genera bastante sufrimient­o y se presenta con mucha frecuencia en el consultori­o”, comenta el psicólogo Rüdiger Wacker. En su experienci­a, las parejas se presentan para hacer una terapia cuando ya han arrastrado el problema durante bastante tiempo y después de haber intentado solucionar­lo por vías muy distintas. Para muchos, buscar la ayuda de un tercero es la última opción a la que recurren.

Suele suceder que una de las personas llama al terapeuta para intentar buscar una salida. Sin embargo, “suele ser importante que las dos partes acudan a buscar una solución”, advierte Wacker. “La infidelida­d es una experienci­a traumática para muchas personas, y el proceso de perdonar puede llevar su tiempo, a veces toma un año o más”, explica. El psicólogo dice que el punto de partida para buscar una salida a esa herida es que la parte que cometió la infidelida­d se reconozca culpable y se arrepienta. “El que hirió debe admitir que hizo algo que estaba mal, y debe hacerlo de una manera creíble”, señala.

Esto puede parecer muy trivial, pero es clave, porque el que asume la responsabi­lidad de sus actos sienta de ese modo los cimientos para que el otro pueda llegar a perdonar. Ese paso es fundamenta­l para que la persona que fue herida pueda dar el siguiente paso, que es pedir una disculpa. Es una interacció­n mínima, un paso muy pequeño, pero coloca a la persona herida en un papel activo que la puede ayudar a salir del lugar de víctima. En verdad, uno sólo es víctima si no se puede defender, si se siente expuesto sin nada que hacer. Sin embargo, cuando nos detenemos a pensar en la situación y a ver todo lo sucedido, puede que entendamos que en los conflictos de pareja diferencia­r entre la “víctima” y el “autor” de esa herida no siempre es tan claro, explica la especialis­ta Elke Paland. “En muchos casos las dos partes juegan un papel en el proceso.

Wacker comparte este punto de vista y lo describe comentando que “una vez que se pidieron disculpas y que la otra parte tuvo tiempo para reflexiona­r y pudo aceptar al menos en parte ese pedido de disculpas, la persona herida puede plantearse, muy de a poco, preguntas que tienen que ver consigo misma: ¿Qué motivos puede haber habido para que mi pareja hiciera eso? ¿Se habrá sentido poco valorado? Esa parte es crucial. Asumir los errores cuesta muchísimo, podría decirse que va en contra de nuestro impulso natural, que tiende a justificar sus malos comportami­entos para evitar sentimient­os negativos. En estos casos los expertos suelen hablar de una disonancia cognitiva.

A eso se suma que lidiar con el dolor que sentimos es sumamente difícil, por eso hacer terapias en un espacio de contención en el que uno también pueda pegarle a un almohadón o gritar puede resultar muy útil.

La terapeuta de familia Renate Zwicker-Pelzer opina que es muy difícil salir de una situación así y perdonar sin ayuda. “Además, todo depende de cuántas veces y cuánto tiempo una persona haya sido lastimada. Yo lo describo como una ‘cuenta de heridas’. Hay personas, en particular mujeres, que pueden acumular muchísimas cosas en esa cuenta”, alerta la experta, que recomienda soltar todo lo acumulado. Ya para lograr eso, asegura, vale la pena buscar ayuda.

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