Protector mata glamour
Qué temita el sol. Tan lindo, tan energizante y tan, pero tan dañino. No cabe otra: hay que protegerse, porque más tarde o más temprano, no hacerlo tiene consecuencias graves. No hay otra salida, pero convengamos que es la parte más fea de las vacaciones. Porque es cierto que hay que usar protector solar todo el año, pero realmente, cuando salís a caminar o a pasear por tu barrio no cuesta nada, es como ponerse la crema nutritiva que te ponés a diario y sin chistar. Ahora, al bendito momento en el que en la playa tenés que sacar el pomito del bolso impoluto y aplicártelo contra viento y marea lo he llegado a odiar tanto o más que a ese instante en el que abrís la heladera pensando en comer el helado de anoche y alguien te ganó de mano. ¿Soy gráfica?.
Si, ya sé que hay que ponérselo 30 minutos antes; es decir, podés aplicarte el aceite, bruma o cualquier otro tipo que elijas en tu casa, hotel o el baño de la playa, pero cada dos horas o después de meterte al agua, de vuelta la burra al trigo, y ahí te quiero ver a dónde va a parar tu glamour, especialmente si estás en la costa argentina, donde el viento sopla fuerte como dijo el sabio Pablito Ruiz.
Vos, diosa absoluta con tu traje de baño retop, tu capelina y tus gafas, haciendo malabares para que ninguno de estos tres ángeles de la guarda que velan para que no termines frita y ampollada se vuelen o llenen de arena. Al menos yo, ni loca uso capelina con tirita al cuello, que parezco la abuelita de Caperucita, y limpiar los anteojos en plena arenada y encremada es una misión más imposible que bajar la inflación. Ni hablar entonces de mantener limpito el envase de tu caro protector solar (caro de querido y de que vale una moneda...), a esa altura empanado como para milanesas, tan lindo que llegó a la playa. Y ahí no termina la cosa, porque al volver a casa, tenés que limpiar todo para que al día siguiente el karma vuelva a empezar... Digo yo, ya que inventan tantas cosas, por que no "lluvias protectoras". Así como están las duchas públicas, podrían instalar en las playas rociadores de protector solar de todo tipo y factor. Ponés la monedita/billete y salís a salvo de febo y con las manos limpias. ¿Inviable? Bueno, entonces un muchacho/a que pase cada tanto y te embadurne con un aerosol a gatillo tipo bombero loco... A mí, imaginación me sobra; ganas de enchastrarme, no. Yo les tiro la idea, ustedes, emprendedores, vean qué pueden hacer por nosotras...