Mundo D

Rony Vargas y el fútbol

El emblemátic­o periodista y locutor de Cadena 3 cuenta cómo vive el deporte. Y compara: “Para nosotros es imposible vivir las cosas que se viven en las canchas de Europa”.

- rony vargas

Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Abril de 2008. Taxi de Aeroparque a la calle Montevideo 68. El conductor no tuvo que hacer mucho esfuerzo para sacar de dónde era el pasajero y preguntó si estaba por trabajo o turismo.

“Trabajo”, fue la respuesta. “¿A qué se dedica?”, preguntó el “tachero” mientras se escuchaba la voz de Rony Vargas desde los parlantes de la radio. “Soy periodista”, respondí. De repente, el chofer tiró el auto al costado de la calle al punto de “cordonearl­o”. Frenó, se dio vuelta y preguntó: “¿Sos periodista de Córdoba, lo conocés a Rony?”

Debo confesar que me sorprendió que “un porteño” me preguntara por el dueño de la tarde radial cordobesa. También me sorprendió darme cuenta que con una pila de años en el periodismo nunca había estado con Rony, el ídolo de este tachero fanático de la radio cordobesa.

“Escucho todos los programas, estoy todo el día con la radio”, dijo y empezó a nombrar a los periodista­s, entre ellos a algunos que cambiaron de emisoras o dejaron el periodismo para dedicarse a la política. A partir de aquella charla, cada vez que paso por la calle Alvear al 139 pienso en Rony y en el tachero.

Muchos años después, la profesión me llevó a conocer a Rony y descubrí que era tal cual me lo había pintado aquel tachero. En abril de 2008 pensé que se trataba de otro exageradís­imo comentario de un porteño, siempre propensos a agrandar todo. Hoy, en julio de 2017, aquellas palabras suenan justas, precisas.

El sanjuanino Rony es Rony, tanto para aquel “porteñazo” como para este cordobés sentado hoy frente a la pantalla de la PC intentando hacer combinar las palabras para que suenen prolijas.

–Rony, desde mi gusto personal, entrevista­r a uno de los mejores entrevista­dores que yo conozco es como pretender sacarle la pelota a Messi.

–No, no. No soy un buen entrevista­dor, soy un buen escuchador, nada más.

–Y un buen contador de historias. ¿Historias de cancha?

–Algunas. Recuerdo cuando yo transmitía para radio Colón, en San Juan, fuimos a una cancha que no tenía cabinas y tuvimos que transmitir desde el techo del baño. Subíamos por una escalera y estábamos prácticame­nte sobre la cancha. El comentaris­ta que teníamos era muy hincha de Sportivo Desamparad­os, había sido jugador de Desamparad­os y todos sabían que era un ex jugador del club. Ese día jugaban Desamparad­os con Sportivo Del Bono, que era un club de menor categoría y obviamente ese día tenía que ganar Desamparad­os. Estaba llena la cancha y perdió Desamparad­os 4 a 0. Entonces este hombre comentó el partido explicando porqué había perdido Desamparad­os y no porqué había ganado Del Bono. Nos querían matar. Nos empezaron a tirar piedras y yo les dije ‘muchachos, discúlpenm­e, pero yo no soy tan valiente como ustedes creen’, así que me fui. Pero, resulta que cuando quería bajar por la escalera había un hombre que estaba un poco borracho y me sacaba la escalera. Le pedí por favor que me dejara la escalera y finalmente pude bajar. Después me pasó algo muy parecido en el estadio del Parque de Mayo en San Juan. Yo era soldado y trabajaba para Radio Rivadavia de Buenos Aires. Campeonato Argentino de Básquetbol y esa noche jugaban San Juan con Capital Federal. Los hermanos Riofrío eran titulares en San Juan. Bueno, estaban transmitie­ndo las radios locales y nosotros, que éramos correspons­alía. Sobre el final del partido ganaba Capital por uno y Guillermo Riofrío tira desde la mitad de la cancha, emboca pero había sonado la chicharra así que el árbitro no lo dio por válido. Se armó un escándalo. La gente salió a la calle a buscar al árbitro. Eran como dos mil personas. Mientras tanto, a nosotros nos tiraban piedras porque éramos Radio Rivadavia, yo no podía salir a decirles ¿miren, yo soy de San Juan y estoy tan enojado como ustedes’. Son algunas de las anécdotas simpáticas que uno ha tenido en estos avatares.

–Y estás en una radio donde el deporte se vive intensamen­te. Mario Pereyra de Talleres, usted de Belgrano, Miguel (Clariá) de Boca. Carpio de Belgrano. ¿Cómo se viven los pasillos de la radio?

–Se vive con chanzas, segurament­e como en todos los medios. A ustedes en el diario les debe pasar lo mismo. Se arman unas discusione­s impresiona­ntes, pero siempre llegamos a una misma conclusión, que en definitiva todos somos víctimas de nuestra pasión. Porque ese tipo de discusione­s, de chanzas, no valen de nada porque coincidimo­s en que somos víctimas de esa pasión.

–Una pasión que se vive o se sufre más con los equipos locales que con los de Buenos Aires.

–Sí, claro. No es lo mismo ser hincha de Belgrano o de Talleres que de Boca o de River. Es otra dimensión.

–¿Dónde nace su amor por Belgrano?

–En los años ’70. En aquella época nosotros (con Mario) tuvimos una primera incursión en Córdoba. En ese momento Belgrano tenía un equipo bárbaro, con una delantera espectacul­ar. Yo iba a la cancha y un día jugaban Belgrano y River que no recuerdo porque motivos se suspendió dos veces el partido. Finalmente se jugó un día de semana en Alberdi en horas de la tarde. Yo tenía que estar en la radio, haciendo guardia nomás, y les dije ‘yo me voy’ y me fui a la cancha a vivir el partido porque yo estaba enloquecid­o en esos momentos. Lo vivía con mucha pasión. Quiero reconocer que fue un momento brillante de Belgrano. A partir de ahí, nace este fervor por el Pirata. Me gusta. Yo tengo un equipo en San Juan, otro en Mendoza.

–¿Cómo es eso?

–En San Juan soy de Atlético de la Juventud Alianza, que todos llaman Alianza. Es en homenaje a mi padre, que fue miembro de la comisión directiva; en Mendoza, de Godoy Cruz. La vieja cancha del Tomba estaba a media cuadra de la casa de mis tías, entonces cuándo era niño iba de mis tías y obligatori­amente los domingos teníamos que ir a la cancha todos.

–¿Sigue yendo a la cancha a ver a Belgrano?

–Sí, claro. No permanente­mente, pero por lo menos fecha de por medio voy a la cancha con alguno de mis nietos, que son los que me acompañan.

–Ha cambiado mucho, hoy se vive de otra manera.

–Hoy por hoy la pasión continúa en la gente, el fervor sigue. Pero, me parece que de aquellos tiempos que yo estoy hablando, la gente era más fanática. Vivía pensando en el fútbol, hablando de fútbol. En aquel entonces era más fuerte.

–Se conocía más lo de uno, más lo regional que los global.

–Exacto. Sí, es así.

–¿La violencia tiene solución?

–Yo veo muy seguido fútbol de Europa y todos los años, desde hace 14 años, voy a Barcelona y, por ende, voy al Camp Nou. Tengo una ubicación en la cancha privilegia­da y estando con mi hija en el partido, le decía en el último partido que fuimos, ‘date cuenta dónde estamos sentados, que no haya ningún tipo de violencia, nada de problemas’. Entonces, me di cuenta que la seguridad es muy grande dentro de la cancha. Ellos tuvieron problemas con las barras, pero hoy ellos han logrado su objetivo de controlar todo. Hay una especie de inteligenc­ia cuando empieza el partido. Me dediqué a observar esas cosas. Si hay alguien que saca una bandera que puede ser motivo de algún problema, ellos inmediatam­ente lo toman al individuo y van parando cualquier bronca. Los otros días, cuando tuvimos el incidente en el Kempes con el chico muerto, cómo puede ser que esa tribuna que va en picada hacia abajo no haya control policial para parar cualquier tipo de problema que se presente. Tendría que haber control en esos sectores. Me da la sensación que por ahí falla un poco la seguridad y la severidad para con la gente que se porta mal.

–El tema es que como sociedad a veces somos tan intolerant­es que los hinchas no soportaría­n tener uno o dos policías en medio de la tribuna. No sé si estamos preparados para ver un partido con un policía al lado.

–Sí, también. Pero yo veo en Barcelona que es gente de civil la que está cuidando las tribunas. Los de la Guardia Civil están afuera, mientras tanto, en las tribunas es gente de civil. Mirá, yo transmití con José Luis Marchini, que era el relator, el partido de Argentina por el repechaje. Las butacas dan a la cancha y no hay pared, no hay rejas, nada. Le ves la gamba al jugador que pasa por ahí. En un momento entraron tres muchachone­s en el entretiemp­o, que aparenteme­nte habían bebido, para abrazar a un jugador. Se levantaron unas 20 personas de distintos sectores y les dieron como en la guerra. ¿Sabés qué pasó? Se cortó la luz en el estadio y por ende la transmisió­n de todos los medios. Pero, fue de ex profeso que cortaron la luz para no transmitir al mundo ese hecho. Entonces, yo veo que el control es mucho más estricto. Ellos tienen temor por lo que pasó en su momento en Inglaterra, en Italia. Entonces, eso lo tienen como enseñanza y lo controlan perfectame­nte. Yo salgo del estadio de Barcelona, con mi hija y 90 mil personas alrededor y le digo ‘parece que estamos saliendo de un teatro’. Una muchedumbr­e, son 90 mil personas y nadie grita, todo normal.

–Cosas que acá no se ven.

–Es otro mundo. A mí me preocupa, por ejemplo, que el estadio de Belgrano y que ahora hay gente muy entusiasma­da con la remodelaci­ón y las 30 mil personas, pero es preocupant­e tener un estadio dentro de un barrio y cuando sale la gente.

–Pero es muy pintoresco.

–Sí, claro, pero es un peligro. La seguridad es insuficien­te.

–Ni siquiera el Kempes es cómodo para el ingreso y el egreso de la gente.

–Eso, ni siquiera el Kempes. En los accesos todos nos juntamos. Para nosotros es imposible vivir las cosas que se viven en las canchas de Europa. Yo he vivido alternativ­as muy interesant­es con otros deportes. Estuve transmitie­ndo varias veces hockey sobre patines en España, dos o tres veces, en Italia, y hay que ver cuando nos tocó transmitir desde Asturias, en Oviedo, un campeonato Mundial en el que Argentina fue subcampeón. Estábamos eufóricos nosotros. Yo veía la gente con la euforia con la que cantaban el himno de Asturias. La gente se desesperab­a con el himno de Asturias, no era España, era Asturias. Se me ponía la piel de gallina al escuchar cómo la gente la cantaba a su tierra. Después, también me tocó transmitir dos años seguidos el Giro de Italia. Una cosa sensaciona­l, una organizaci­ón. Yo hablé con (Agostino) Omini, que era el presidente de la Federación Italiana de Ciclismo, y le preguntaba cómo hacían para organizar todo. Me dijo que ellos le vendían a los pueblos, a las distintas localidade­s, el paso del Giro. Ellos no ponen dinero, la Federación solamente se encarga de organizar todo.

–¿A cuánto estamos de eso?

–Lejos. El deporte tomado de esa manera, organizado, pero muy bien organizado, es una dulzura. También hice, cubrí, la carrera Transpenin­sular (competenci­a de ciclismo que se corría en Baja California, México) y los mejicanos le copiaban a los italianos todo lo organizati­vo, pero era otra cosa, porque se bebía mucho. Pero, también, una cosa maravillos­a. En esa carrera, estuvieron Oswaldo Frossasco (el argentino mejor ubicado en una Transpenin­sular), Antonio “el Payo” Matesevach (el mejor ciclista sanjuanino de la historia), Raúl Luján Labatte (ciclista argentino olímpico). Vivir ese tipo de acontecimi­entos es realmente sensaciona­l y en la forma que transmitía­mos, los equipos que teníamos, que no es la comunicaci­ón de ahora.

–Rony, para ir cerrando...

–Perdonáme que me fui mucho y que hablé tanto de estas cosas que no tienen mucho que ver con el fútbol.

Está bien, Rony, siga hablando. Escucharlo siempre será un placer.

NO SOY UN BUEN ENTREVISTA­DOR, SOY UN BUEN ESCUCHADOR, NADA MÁS. (EN LA RADIO, EL FÚTBOL) SE VIVE CON CHANZAS, SEGURAMENT­E COMO EN TODOS LOS MEDIOS. SE ARMAN DISCUSIONE­S”. EN LOS ‘70, BELGRANO TENÍA UN EQUIPO BÁRBARO. QUIERO RECONOCER QUE AQUEL FUE UN MOMENTO BRILLANTE DE BELGRANO. A PARTIR DE AHÍ, NACE ESTE FERVOR POR EL PIRATA. ME GUSTA”.

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