Revolución albirroja
El 1º de agosto del año pasado empezó la aventura inolvidable de este Instituto histórico. En su tercera temporada seguida en la Liga Nacional de Básquet, la Gloria cumplió una campaña que quedará marcada a fuego en Alta Córdoba. La revolución albirroja fue pensada punto por punto, paso a paso, escalón por escalón.
La tarea comenzó con la elección del técnico. La predisposición de Facundo Müller cautivó a la dirigencia desde el contacto inicial. Después de la primera llamada, el entrenador se subió a su auto en Sunchales (venía de dirigir a Libertad) para venir a Córdoba a reunirse cara a cara con Juan Manuel Cavagliatto y el resto de la comisión del básquet glorioso. Fue en una parrilla, y ese gesto fue el puntapié inicial para hacer un Instituto ganador.
Joven pero con experiencia en la Liga, Müller armó pieza por pieza al elenco albirrojo. Pensó en el grupo como prioridad, y buscó jugadores, en su mayoría, de la misma generación. La química grupal, cada vez más importante en los deportes profesionales, fue casi instantánea. Al mismo tiempo, sumó jugadores de rol a los que en la campaña anterior llegaron a la reclasificación: Gastón Whelan, Miguel Gerlero y “el Jefe” Sam Clancy.
Agregaron dos piezas vitales. El base Santiago Scala, que venía de ser campeón con San Lorenzo, y el ala-pivote Facundo Piñero llegaron para ser titulares y referentes del plantel.
Y fichó a su hombre clave: Dwayne Davis. Desconocido en el país, el goleador vino del básquet europeo, aunque a los pocos días, tras las primeras prácticas, casi arma el bolso y se va. “Creí que tenían algo en contra mío. Eran muy duros en las prácticas. Después me dijeron que así se jugaba aquí, y lo comprendí”, contó Davis. Esa experiencia le sirvió para saber lo que se encontraría en la Liga.
El equipo siempre fue guerrero. Fuerte para marcar y con variantes en la ofensiva. El juego y los resultados llegaron rápido. La Gloria clasificó al Final Four del Súper 20. En una “batalla”, la dirigencia se aseguró la localía peleando con el poderoso San Lorenzo. La otra “batalla” fue la “semi” justo ante el Ciclón, que llegó imbatible al Sandrín, pero se fue sin invicto. Pese a perder la final con San Martín de Corrientes, Instituto sacó el histórico pasaje a la Liga Sudamericana.
En la larga temporada casi no pasó sobresaltos el equipo de Müller. Salvo las lesiones de Davis y Scala, y un par de derrotas en el cierre de la fase regular que lo llevaron al cuarto lugar.
En el medio se dio el gusto de ganarle los cuatro clásicos, cada vez más clásicos, a Atenas.
En los playoffs le tocaron los rivales más duros, y se los sacó de encima con solvencia: 3-0 a Regatas y 3-1 a Quimsa. Y le hizo frente al súper campeón San Lorenzo. Un equipo revolucionario que se hizo grande y quedará en la historia.
Reverdecer de Atenas
Atenas volvió. El club más ganador de la Liga Nacional recuperó el protagonismo y fue competitivo a la largo de toda la temporada. Con un alto presupuesto, y cuatro extranjeros en la mayor parte de la campaña, y regresó a los playoffs. Se olvidó de los últimos puestos y el andar irregular de los últimos años y llegó a las semifinales. No pudo con San Martín de Corrientes, pero se codeó nuevamente, y como marca su historia, con los mejores.
Con Bruno Lábaque en los escritorios, estrenando puesto de manager, acertó con la elección de Nicolás Casalánguida como entrenador. El técnico dio en la tecla con los jugadores, con mucho protagonismo de los foráneos y se fue consolidando con el correr de la temporada.
Le quedó el gusto amargo de no llegar a la final, pero como premio se lleva la vuelta al básquet internacional.