El fútbol no puede ni debe tapar todo lo que pasa
Cuando Boca y River se perfilaban para llegar a la final de la Copa Libertadores, se sabía que el país futbolero iba a colapsar. Y algo de eso está sucediendo ahora que estamos transitando por una previa cargada de ansiedad, nerviosismo, angustia, disfrute... y política.
Sí, política. La intromisión del presidente Mauricio Macri en esta final histórica fue una de las pifiadas de su gestión.
El viernes, el primer mandatario argentino se levantó y tiró, vía Twitter a las 7.48, que iba a pedirle a la ministra de Seguridad que volvieran los hinchas visitantes.
Las autoridades encargadas del tema, que días antes habían declarado que no estaban dadas las condiciones para el regreso de los visitantes en Buenos Aires, se miraron asombradas. Los directivos de los clubes, también.
El asombro fue mayor cuando a media mañana Macri redobló la apuesta en radio La Red, afirmando que el regreso se concretaba.
Lo increíble de todo esto fue que este anuncio bien futbolero y populista lo hizo Macri en un día que los combustibles aumentaron. Y que nadie puede explicar de manera sencilla y al alcance de todos cómo dejan subir las naftas cuando el dólar está estable o baja.
El fútbol no puede tapar todo. No debe hacerlo. El presidente de la Nación no puede creer eso, porque si no estamos en graves problemas como argentinos.
El papelón siguió por la tardecita del viernes. Macri volvió a hablar con un medio sobre... fútbol. Lo hizo en Fox Radio y, al ver el rechazo que percibió de los organismos de seguridad y de los clubes, ya no habló de una imposición para que volvieran los visitantes sino de una sugerencia y que dejaba la decisión a Boca y a River.
No quedó bien parado Macri. Se quiso meter en la súper final de la Libertadores y le salió mal. El oportunismo político, en este caso, fue un gol en contra para el expresidente de Boca, que se largó en un mal momento del país a hablar de fútbol.
Será hermoso, estresante, divertido, de puro nervios, de muchas apuestas, de cargadas, de noches sin dormir, y de muchas cosas más el Boca-River y el River-Boca que se vienen. Histórico. Se recordará por los siglos de los siglos porque será el primero en una final de Copa Libertadores. Pero al día siguiente de la segunda finalísima la vida continuará. Algunos, con una alegría enorme e indescriptible por haberle ganado el máximo título continental al rival de siempre. Otros, amargados por haberla perdido.
Pero en ambos casos tendrán que ir a una estación de servicios a cargar nafta y se darán cuenta de que esta Libertadores no modificó el precio del litro. Y luego irán al supermercado y los productos a comprar estarán por las nubes. Y el recibo de sueldo o los ingresos familiares no estarán a la altura. Y las boletas de luz, gas, agua seguirán estando cada vez más caras.
Ojalá que el presidente Macri pueda salir a hablar con tanta pasión, como lo hizo con su intención de que vuelvan los hinchas visitantes sobre cómo solucionar los problemas cotidianos a los habitantes de este país. Que aman el fútbol, pero saben que la vida va más allá de una pelota y una final de una Copa Libertadores de América.