La pelota se manchó en esta final histórica
Todos tiraron para su costado e hicieron que la medida de postergar hasta hoy a las 17 el partido se dilatara por demás. Hubo fallas en el operativo y demasiada violencia.
La pelota quedó manchada. Una vez más. Las afueras del estadio Monumental ayer fueron tierra de nadie y la brutal agresión que sufrió el plantel de Boca al arribar a la cancha de River y que dejó en inferioridad de condiciones a varios jugadores xeneizes determinó que la finalísima de la Copa Libertadores no se juegue. Se postergó en principio para hoy a las 17 en el mismo escenario y con público. La duda estuvo porque en un principio el Monumental fue clausurado preventivamente por el Ministerio de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires pero anoche la medida fue retirada.
“Queremos ganar o perder en igualdad de condiciones, no podíamos jugar contra un equipo en inferioridad”, señaló el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, quien se solidarizó inmediatamente con Boca y apoyó la posición de Daniel Angelici, el titular de Boca, de no presentar el equipo tras el atentado sufrido en la esquina de Avenida del Libertador y Lidoro Quinteros, a cuatro cuadras del Monumental.
El operativo policial fue deficiente. Y condujo al ómnibus que trasladó a la delegación boquense a una zona repleta de hinchas de River, la mayoría sin entradas, donde recibió una lluvia de piedras que destrozó sus vidrios e incluso, llegó a impactar al propio conductor y a varios futbolistas.
La respuesta de la policía de la Ciudad de Buenos Aires fue desmedida. Arrojó gases lacrimógenos y pimienta a mansalva y esas emanaciones rápidamente ingresaron al ómnibus, mientras los jugadores se arrojaban el piso tratando de evitar los piedrazos y las astillas de vidrios rotos que caían sobre ellos.
Del ómnibus destrozado, los futbolistas bajaron en muy mal estado. Pablo Pérez fue el más perjudicado, con heridas cortantes en el brazo derecho y algunas incrustaciones en su ojo izquierdo. Tevez, Gago, Carlos Izquierdoz, “Wanchope” Abila, Agustín Almendra, Julio Buffarini y el juvenil Gonzalo Lamardo también entraron al vestuario con vómitos y dificultades respiratorias y muy rápidamente quedó en claro que la postura de Boca era no jugar el partido.
Pasadas las 16, una hora antes del comienzo previsto de la gran final, una reunión entre el presidente de Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, D’Onofrio, Angelici, el vicejefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli y el secretario de Seguridad de la Nación, Eugenio Burzaco, a la que luego se sumó el presidente de la Fifa, Gianni Infantino.
Mientras tanto, había un aquelarre en las afueras del Monumental. Se registraron corridas y la Policía disparó balas de goma en los ingre- sos de las tribunas Sívori y Belgrano y también, escaramuzas sobre la avenida Udaondo. El estadio estaba casi repleto, por la red de los altoparlantes no se suministró información sino música en el más alto volumen y en los alrededores, miles y miles de hinchas de River embestían contra los efectivos de seguridad tratando de superarlos y entrar gratuitamente al estadio.
De la reunión cumbre, surgió la decisión de postergar el comienzo del juego hasta las 18 y luego se lo llevó a las 19.15 a la espera de una pronta recuperación de los jugadores de Boca. Cuatro médicos de la Conmebol ingresaron al camarín visitante para revisar a los futbolistas y comprobaron lesiones superficiales en la piel, brazos, piernas y rostros, pero no en los ojos. Y a ese dictamen se aferraron las autoridades del ente sudamericano para forzar la realización de la finalísima a cualquier costo.
Pablo Pérez fue llevado en ambulancia a un sanatorio para hacerle las primeras curaciones de su ojo izquierdo afectado. Y Tevez y Gago salieron a dar la cara en nombre del plantel agredido. “Nos están obligando a jugar, la mayoría estamos bien, pero recién ahora se me está yendo el dolor de cabeza”, declaró Tevez en tanto que Gago agregó que “si tenemos que jugar, jugamos pero es medio ilógico lo que estamos viviendo”.
A las 18.30, Angelici pidió una nueva reunión con Domínguez y D’Onofrio y ratificó su posición de no presentar el equipo. El presidente de River se solidarizó con Angelici y se supo de una comunicación entre los técnicos Marcelo Gallardo y Guillermo Barros Schelotto en la que “el Muñeco” acompañó la postura boquense. Ante ese bloque y a pesar de la presión que Infantino ejerció para que la final se juegue a cualquier precio, Conmebol anunció la postergación del partido hasta hoy, cuando la multitud llevaba cuatro horas esperando una información oficial.
La desconcentración fue caótica. Volvieron las escaramuzas en los alrededores del estadio y algunos hinchas de River corrieron y atacaron al público tratando de robarle las entradas y sus efectos personales. Incluso, el propio presidente D’Onofrio debió interrumpir una entrevista a Fox Sports por las corridas que sucedieron en el anillo interior del Monumental en el anochecer de un día que debió haber sido glorioso y que arrojó más vergüenza para el pobre fútbol argentino.