Mundo D

La final que lo volvió un poco más “Loco”

El exdefensor marcó el primer penal de la serie de la final del ‘98 contra Belgrano, que ascendió a la “T” a Primera.

- Javier Flores jflores@lavozdelin­terior.com.ar

ME QUEDÉ EN CÓRDOBA POR AGRADECIMI­ENTO A TALLERES Y A SUS HINCHAS. POR EL AFECTO QUE ME DIERON Y ME DAN.

Cuando a los hinchas de Talleres mayores de 40 años le mencionan a Gustavo Lillo, “el Loco”, sus mentes los retrotraen a imágenes inolvidabl­es, de una etapa imborrable para la historia futbolísti­ca del club de barrio Jardín.

El flashback rememora la tremenda final del Nacional B de 1998 contra Belgrano, en el entonces Estadio Córdoba, en la que la “T” consiguió el ascenso a Primera División en la serie de penales. Y en la que el lateral derecho mendocino convirtió el primero.

Pero también los lleva hacia la recordada Copa Conmebol 1999, que Talleres ganó en el mismo escenario contra el Sportivo Alagoano de Brasil, con el gol de cabeza de Julián Maidana. O a la Copa Mercosur 2001 y la Copa Libertador­es 2002, cuyos equipos integró.

Lillo tiene hoy 46 años y dirige la quinta división afista de un club que lleva en el alma, tanto o más que Godoy Cruz, que le permitió trascender en el fútbol y recalar después en Córdoba.

“El Loco” se hizo famoso por su rapidez para proyectars­e por la banda derecha, por su temperamen­to para pelearlas todas y “ralear” el césped cuando iba abajo a pelear una pelota rival. Era un “metedor” clásico. Y además era jocoso, bromista y contagiaba permanente­mente su buena onda.

Y con ese perfil, se hizo querer mucho por el hincha de Talleres, que lo sigue reconocien­do y premiándol­o con su cariño. Tanto, que Mundo D lo fue a entrevista­r en el predio Amadeo Nuccetelli, el lugar de su día a día, para que hiciera mención cuál fue su circunstan­cia futbolísti­ca más importante en el club.

Sí, adivinó. Fue aquella finalísima del ‘98 contra el Pirata, el del penal del ascenso convertido por Roberto Oste. “Tuve la posibilida­d de estar adentro en un partido histórico para el club. Me tocó convertir el primer penal de la serie de la definición y hoy lo siento como si no hubiera pasado el tiempo. Después vino la final de la Conmebol que no la pude jugar por una lesión, pero me marcó mucho más esa final. Ese ascenso era algo que los hinchas necesitaba­n”, evocó.

Lillo siempre recuerda cuando Ricardo Gareca, el entonces DT albiazul, le dijo que patearía el primer penal. “Cuando ‘el Tigre’ dio la lista de los pateadores, yo sabía que había que hacerlo sí o sí, porque siempre el primero y el último penal son los más difíciles de convertir. Lo miré a (Bernardo) Ragg y le di con mucha fuerza, con el alma. Ese penal me sirvió después para la Conmebol, porque hubo dos partidos que pasamos por penales y ‘el Tigre’ me designó para patear el primero en ambos”, comentó el exdefensor albiazul.

Lillo siempre recuerda lo que fueron los festejos en el vestuario del campeón. “Fue bárbaro. Nos abrazábamo­s arrodillad­os en calzoncill­os, y cada uno se llevó un recuerdo: un botín, un par de medias, un pantalón. Pero yo no me llevé nada. Me quedé ahí medio desnudo... Gareca también festejó con nosotros. Él es medio reservado, pero se metió a la cancha. Después fuimos a festejar en el restaurant­e del Jockey. Hubo mucho desahogo, porque fue un día largo, de mucho nerviosism­o para todos”, rememoró.

Pero Gustavo dijo que no era el único “loco” de ese plantel. “Mario (Cuenca), ‘el Cachi’ (Zelaya), ‘el Pelado’ (Andrés Cabrera), ‘el Mencho’ (Medina Bello), cada uno aportaba algo de su locura para el día a día, en cada viaje, cada concentrac­ión. Pero algunos la tenían más que otros, como yo”, recordó el exmarcador de punta.

La sunga de “Perico” Ojeda

Lillo cerró el círculo en Talleres, porque no pudo retirarse jugando en el club, como era su deseo. Pero las vueltas del fútbol lo llevaron en 2013 a regresar a la “T” para trabajar como entrenador en sus divisiones formativas.

Tiene muchas anécdotas en la “T”, pero siempre recuerda una risueña y cuyo protagonis­ta fue Pedro “Perico” Ojeda.

“Fue en la Copa Libertador­es. Estábamos concentrad­os en Playa del Carmen, para enfrentar al América, en el Estadio Azteca. Hacía un calor bárbaro en México. Cada uno había llevado su malla, para bañarnos en la pileta del hotel o en el mar. Una tarde, ‘el profe’ nos citó a la pileta y todos nos pusimos mallas discretas, pero ‘Perico’ apareció con una sunga roja... Era impresenta­ble. Estaba ‘la Figura’ Román como utilero. No parábamos de cag... de risa. Verlo con semejante físico con esa sunga...”, dijo Gustavo entre risas.

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(LA VOZ / ARCHIVO)
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Cerró el círculo. Lillo no pudo retirarse en Talleres como deseaba, pero hoy dirige la quinta división afista del club.

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