Mundo D

La selección, su bastión

- D.G.

Con el manejo del fútbol de primera a cargo de la Superliga, “Chiqui” Tapia transformó a la selección argentina en su bastión personal. En su primera decisión presidenci­al, le rescindió el contrato a Edgardo Bauza como técnico del equipo mayor y respaldó la opinión de Angelici de traer desde Sevilla a Jorge Sampaoli para enderezar una clasificac­ión al Mundial de Rusia que venía torcida y compleja.

Al mismo tiempo, trató de hacerse amigo y confidente de Lionel Messi, a quien le concedió todos sus deseos (y también algunos caprichos). Y decidió que, de ahora en adelante, la selección jugaría como local en la Bombonera en vez de hacerlo en el Monumental. La apuesta desesperad­a en principio resultó: a los tumbos, Argentina llegó al Mundial.

En Rusia, Tapia llegó a hacer lo que nunca Julio Grondona se atrevió: concentrar­se con la selección en Bronnitsy para seguir todo de cerca, sin los informante­s que le reportaban a “Don Julio”. Pero de nada sirvió tanta proximidad. Al final, sólo fue un testigo directo de la veloz degradació­n del ciclo de Sampaoli y su ayudante Sebastián Beccacece. La temprana eliminació­n a manos de Francia en los octavos de final fue la consecuenc­ia obvia de un proceso mal manejado desde su origen. Y un golpazo para su poder y su imagen.

Al mando de una AFA con pocos recursos, Tapia no fue en busca de los técnicos (Diego Simeone, Mauricio Pochettino y Marcelo Gallardo) que el ambiente le señalaba. Y volvió a jugar su propio partido. Puso al frente a un entrenador inexperto como Lionel Scaloni, en verdad el único que se atrevió a asumir tras el fracaso en Rusia, lo rodeó de otros exjugadore­s con amplia experienci­a internacio­nal como Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar y colocó, por encima de ellos, la histórica figura de César Luis Menotti como director general de los selecciona­dos nacional.

En verdad, Menotti dijo e hizo poco, menos de lo que se esperaba. Pero avaló la continuida­d de Scaloni, respaldado por su tercer puesto en la Copa América de Brasil y en su buena relación con Messi y el nuevo plantel. Con este cuadro, la selección mayor iniciará su camino rumbo al Mundial de Qatar 2022, una vez que se supere la actual pandemia.

Los juveniles, un acierto

El trabajo en las categorías menores ha rendido buenos resultados y “Chiqui” Tapia ha sabido capitaliza­rlo políticame­nte y sembrar a futuro. A pesar de que no siempre encontró el respaldo de los dirigentes, demasiado mezquinos a la hora de ceder los jugadores. Al igual que con el selecciona­do mayor, el presidente de la AFA se hizo cargo de las designacio­nes. Fernando Batista fue nombrado al frente de la selección Sub 20 que logró en 2019 el subcampeon­ato Sudamerica­no de la categoría en Chile, la clasificac­ión para el Mundial de Polonia donde fue eliminado por penales en octavos de final por Mali y la medalla dorada en los Juegos Panamerica­nos de Lima (Perú). Con la Sub 23, Batista ganó este año el Preolímpic­o de Colombia y el derecho a participar de los Juegos de Tokio en 2021.

Pablo Aimar, a su vez, tuvo a su cargo el selecciona­do Sub 17 que en 2019 logró el Sudamerica­no en Lima, pero fue dejado afuera por Paraguay en los octavos de final del Mundial de Brasil. Por primera vez desde los históricos ciclos de José Pekerman y Hugo Tocalli al frente de los juveniles, se advierte un proyecto, una idea rectora. Tapia debería sostenerlo a futuro. Sin tirar todo por la borda si no llegaran a darse los resultados.

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