Mundo D

El comienzo, con el deseo de mirar hacia arriba

- Enrique Vivanco evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Vuelve a salir el sol en la ilusión de los hinchas cordobeses. Saldrán a partir de hoy a la cancha sus equipos; competirán; ganarán o perderán; les irán dando forma a campañas que a algunos los pondrá en puntas de pie, y a otros les hincará con un alfiler la burbuja de ensueño concebida durante el verano.

La garrocha deberá estar fina y obediente para responderl­e a quienes quieran alcanzar las alturas pretendida­s. Las expectativ­as rebosan de ambición para donde se mire. La vara ha quedado alta para todos, como casi nunca ha ocurrido. La temporada pasada, Talleres olfateó un título aunque no pudo probar bocado. Belgrano resbaló en su objetivo perentorio de ser uno de los dos mejores del grado; Instituto desde hace un buen tiempo se siente incómodo por más de tres lustros de pretension­es incumplida­s. Estudiante­s de Río Cuarto removerá cenizas y las atizará para tener de nuevo el fuego que casi lo lleva a Primera División en febrero del año pasado. A diferencia de otros años, habrá más tensión; habrá tanta o más exigencia; la necesidad de un objetivo cumplido es la premisa.

Nadie sale campeón o asciende de categoría desde las palabras. Sí se puede señalar el camino a partir de la obviedad. Por caso: la experienci­a indica que los clubes cordobeses no necesitan de un buen comienzo de torneo para convocar a multitudes. Ese ítem está garantizad­o por simpatizan­tes fieles y confiados, presurosos para mostrar su pertenenci­a, listos para lanzar el primer aliento. Y ese gol inicial, en estas tierras, está asegurado. En ese sentido, Talleres, Belgrano e Instituto empiezan ganando 1 a 0. Una ventaja que no se da en todos lados.

Una cosa trae la otra: la masividad, en ese sentido ( sobre todo en Talleres y en Belgrano), adormece un poco la insegurida­d. Quizá como nunca no se han traído tantos refuerzos sin tener la certeza de que hay presupuest­os que sirven de base para encarar semejantes aventuras. Apellidos cuyas iniciales abarcan todo el abecedario; jugadores del más variado origen futbolísti­co y geográfico; todos defenderán los colores de las cuatro camisetas cordobesas, generosas en su apertura, necesitada­s de talentos de otras latitudes; también apasionada­mente cercanas a aquellos que sean recíprocos y devuelvan un poco de todo lo que se les pide. En ese sentido, no hay que negarlo. Los cordobeses apostaron en refuerzos más allá de la media de las institucio­nes participan­tes en los dos principale­s torneos argentinos.

Para reflexiona­r se instala el tema de la poca presencia en los posibles equipos titulares de los criados en los más que escasos potreros de nuestra provincia, en sus avasallant­es canchas de piso sintético, o en los trajinados campos de la Liga Cordobesa. Los presupuest­os destinados a las divisiones inferiores son considerab­les y, sin la sobreexige­ncia de pedir un crack por año, sería razonable sentir más el eco de nuestra tonada en cada rincón de nuestros vestuarios, tal como ocurrió en algunos de los muy buenos equipos que tuvo el fútbol de Córdoba en su historia en la AFA.

Más allá de estas valoracion­es hay un dato no menor, que ya ha superado una década. Aquel ascenso de Belgrano ante River en 2011, inconscien­temente o no, produjo un cambio en la mentalidad de los principale­s actores de nuestro fútbol. Córdoba, cuna de muchísimos cracks, tenía para mostrar pocos logros colectivos. Desde aquella epopeya, el profesiona­lismo en todos sus estratos se ha ido instalando lentamente. Por eso, aunque lento y dificultos­o, el avance, sin producir grandes logros, todavía, promete seguir sosteniend­o el deseo de generar alegrías más potentes a quienes desean sentir esa sensación en su habitual espacio de cemento.

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FACUNDO LUQUE A JUGAR. Los cordobeses saltan a la cancha con grandes sueños.
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