Negocios

Los Adamo, una familia de hierro que forja su propio futuro.

Hace cuatro décadas comenzó su sueño comprando 2.000 kilos de hierro. Hoy produce 500 toneladas por mes con colada propia y tiene el futuro asegurado en la segunda generación.

- Walter Giannoni wgiannoni@lavozdelin­terior.com.ar

Los datos de Adalmi hablan por sí mismos. Elabora 5.500 toneladas de hierro para la construcci­ón por año. Es la única laminadora de capital nacional en un mundo de espaldas muy anchas. Acaba de certificar ISO 9000 tanto en laminación como en fundición. Produce en su taller la maquinaria que utiliza. Y con logística propia abastece a gran parte del mercado de corralones y ferretería­s del centro del país.

Pero cuando Eduardo Adamo la puso en marcha, hace 44 años, en ese lugar de Toledo no había nada. Ni luz, ni gas. Sólo la esperanza de construir el futuro, como ahora lo hacen sus hijos Javier y Paola quienes, bajo la supervisió­n de su padre, encaran la nueva etapa.

– Javier: Mi padre comenzó a trabajar a los 16 años en el torneado de cilindros de laminación, que es esencial para esto. Luego pasó a una laminadora de hierro de Toledo, donde aprendió todo el oficio e incluso condujo personal. Hasta que en 1973, con 500 pesos que le habían regalado y unos ahorritos, compró dos mil kilos de hierro, que hoy costarían unos 25 mil pesos, y junto, con otras dos personas, fundó Adalmi. –Se le encendió la llama sagrada del emprendedo­r.

–En esa sociedad fue fundamenta­l Aldo Migueltore­na, que ya conocía el negocio. Uno de sus hermanos, Raúl, apenas recibido de contador, armó legalmente la sociedad. Con el paso del tiempo, los demás socios dejaron la empresa y nuestro padre siguió.

–¿Cómo era la actividad en ese comienzo?

–Me cuentan que compraban el hierro en rollo de Gurmendi y Acindar, lo convertían en varillas y lo revendían a los corralones. Luego vino en 1974 la primera laminación de hierro con un tren fabricado acá con un tornito chiquitito y el horno funcionaba con fuel

oil. Compraban materia prima semielabor­ada y con eso fabricaban el hierro del ocho. Así empezaron a industrial­izar. –¿Trabajaban ellos mismos al lado del horno?

–Sí, con ocho o diez obreros. Eran procesos mucho más rudimentar­ios, insalubres, con hornos que se desgastaba­n. Todo se cargaba y descargaba a mano. Mucho calor, ruido y riesgo.

–La batalla por hacer la propia empresa.

–Paola: Aunque el país y la economía pasaron por momentos difíciles y acá las crisis también se sintieron, si los bancos hubieran tenido que vivir de Adalmi estarían todos fundidos: jamás se pidió crédito, salvo para un camioncito hace muchos años.

–¿Cuándo se produjo el primer salto?

–Javier: Siempre hubo un crecimient­o progresivo, pero en los ’80 hubo un avance con otro horno y otro tren para laminar medidas diferentes al tradiciona­l hierro del diámetro ocho. Fíjese que los problemas que pudieran haber existido nunca fueron por cuestiones económicas, sino por falta de materia prima.

–Paola: Vendían todo, pero a veces no tenían cómo seguir produciend­o por este factor. Pero el mercado siempre le llevó a Adalmi todo lo que fabricaba. Es un mercado muy fiel a la empresa.

–Y eso que la competenci­a en este rubro es concentrad­a, pero enorme...

–Javier: Sí, los tres competidor­es que tenemos son de un gran tamaño. Acindar, Bragado y Sipar. Pero ellos producen 20 mil toneladas mensuales cada uno y nosotros estamos en 500 toneladas.

–¡Pero están corriendo en esa pista, que es lo importante!

–Tenemos una excelente relación, pese a que muchas veces no les gusta mucho que crezcamos (sonríe). En el país había en su tiempo 20 industrias como la nuestra; quedamos porque incorporam­os la colada continua, que era una obsesión de mi padre y la abrimos ocho años atrás.

–Paola: Nos permite utilizar chatarra, como hace toda la industria de este rubro, sin necesidad de tener que salir a buscar materia prima elaborada.

–Javier: Mi padre cuenta que un día vinieron de una gran compañía a comprar la fábrica y Rosita, su secretaria de toda la vida, los sacó volando.

–Instalar la colada continua fue estratégic­o, entonces.

–Totalmente. Conseguir 400 o 500 toneladas de chatarra en Córdoba para hacer palanquill­a hoy es un juego de niños. –¿Tanta hay por acá? – Sí, de Córdoba deben salir por mes 2.000 o 3.000 toneladas de chatarra nueva, más todo lo que se va picando. Hay tres proveedore­s grandes más el scrap de la industria automotriz. Y luego hay chatarrero­s más chicos que van entregando. En la actualidad, los

grandes consumidor­es de chatarra salieron a pelear el mercado para abastecer a la obra pública y levantaron los precios de todos.

–¿Producir y vender directamen­te a la cadena comercial es la clave?

– Nuestros clientes son, por mayoría, corralones y ferreteros, sin intermedia­rios. Somos fabricante­s y distribuid­ores al mismo tiempo. Pero por esto no entramos en una guerra de precios con la competenci­a, incluso estamos un ‘pelín’ por arriba. Abastecemo­s a nuestros clientes donde también hay un puñado de constructo­ras.

importante –¿Supongo la entonceslo­gística propia?que es

–Paola: Tenemos clientes en el interior. Hijos de clientes originales de mi padre. Quizás una de las claves es que para vender no exigimos bajar un camión completo de mercadería. Les vendemos los kilos que necesitan. Y también damos el servicio de que si un corralón le vendió determinad­a cantidad a un cliente, se lo llevamos directamen­te a la obra desde la –¿Algunafábr­ica. vez les han cuestionad­o dustria la chica? calidad por ser una in

esa –Javier: presunción Hemos quizás convividoc­omo unacon deformació­n del mercado monopólico del hierro. Nos miraron y analizaron el producto más de una vez, pero jamás tuvimos problemas en una obra. Igual, todo eso se terminó porque acabamos de certificar normas Iram y hoy podemos seguir la trazabilid­ad de cada barra desde el origen. –Adamo no pensaba en las normas de calidad, veo.

–No, él siempre piensa en trabajar, cumplir con los proveedore­s, con sus empleados y nada más. Igualmente, llevábamos los productos para hacer pruebas de torsión y resistenci­a. Hoy contamos con equipamien­to alemán y brasileño para monitorear permanente­mente la calidad de la colada.

–Paola: Obtener normas de calidad fue una idea de Javier.

–Lo cual marca claramente las ganas de la segunda generación de continuar creciendo.

–Javier: Desconocía­mos todo el proceso de la colada continua. Como no nos dejaban entrar a la planta que nos ofrecía el producto, compramos toda la ingeniería de los planos mirando el proceso por fotos. “O nos metemos en esto o desaparece­mos”, decía mi padre. Hicimos la inversión y no la podíamos poner en marcha. –¿Por qué? ¿Falló algo?

–Primero por un problema con el proveedor y después porque no nos daban la energía eléctrica. Teníamos la colada continua acá instalada, pero como no podíamos arrancar, para abastecern­os de materia prima nos asociamos con un productor de San Nicolás. No nos fue bien y dos años después volvimos a insistir en lo nuestro. –¿Y…?

colada –Pero por no falta podíamosde conocimien­toarrancar la e también incumplimi­entode energía. del En proveedor,uno de los y viajes permitió conocimosd­ar ese puntapié.gente que Pero nos aquí hay operarios que están desde que arrancó mi viejo.

–Paola: Y al final, con el Gobierno provincial conseguimo­s resolver el tema eléctrico a un costo altísimo en dinero, que luego fue retribuido por Epec.

–O sea que además de crear la industria tuvieron que traer el gas y la electricid­ad. ¡Argentinit­a querida…! –Pero hoy estamos en plena producción. Y eso es lo importante.

–¿Qué les dice su padre ahora que están en la gestión diaria?

–Javier: Él es así (marca una línea con la mano). Muy recto. Nos enseñó que el único banco que existe es el que está en la plaza para sentarse. “Crezcan con la planta con sus propios recursos y lleguen hasta donde puedan con sus recursos. Es la única forma de trabajar y dormir tranquilo”. Con esa política estamos por comprar un horno nuevo de inducción. –Se viene otra inversión...

–Estamos viendo tecnología, pero sin crédito. Cuando juntemos los recursos, lo traeremos. Queremos sumarle respaldo a la producción para que no frene. –¿Cómo se viene comportan- do el precio del hierro? –Está caro comparado con otros países, por la presión de los costos fijos: energía, por ejemplo. – Paola: Y vienen nuevos aumentos de luz y gas. –¿Cuánto vale la tonelada?

–Javier: Unos 860 dólares, cuando en China o Rusia funciona en torno a 450 dólares. Y aún en ese nivel de precios, los márgenes se reducen. Por eso hay que hacer volumen, yo estoy todo el día con la cabeza puesta en la colada continua para que se hagan los kilos que necesitamo­s. Si algo sale mal o se demora, es mucho dinero el que se pierde.

–Paola: Para nosotros es un desafío mantener todo esto y seguir para adelante. Quizás no tengamos la visión de mi padre, y ese es justamente el desafío: ver las cosas que necesita la empresa. Además, hay 40 empleados, con hijos. No vamos a bajar los brazos. –Hay Adalmi para rato. –Javier: Yo tengo las cámaras puestas en el celular, son las dos de la madrugada y estoy mirando el arranque, con la radio lista en la otra mano para comunicarm­e con los operarios (sonríe).

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(RAIMUNDO VIÑUELAS) En la planta. Eduardo, junto con Paola y con Javier, en uno de los espacios en los que se desarrolla el proceso de producción de hierro para la construcci­ón.
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Hierro en mano. Eduardo Adamo

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