Negocios

Múltiples desafíos y muchos frentes. El análisis de Dante Sica.

- Dante Sica*

El clima ya se respira en el ambiente: hemos entrado en la recta final de cara a las legislativ­as de octubre. En la Argentina, los prólogos de las campañas electorale­s se viven con mucha anticipaci­ón.

La necesidad del Gobierno de mostrar resultados económicos positivos crece minuto a minuto, ya que en las urnas plebiscita la gestión. Y los guarismos más recientes no ayudan: esta semana se conocieron dos informes del Indec.

Industria. La actividad registró en febrero un caída del seis por ciento interanual y, con esta merma, ya son 13 los meses de resultados negativos.

Construcci­ón. Volvió a mostrar una pronunciad­a baja interanual de 3,4 por ciento en el primer bimestre y 2,9 con respecto al mismo período del año pasado (febrero). Si bien el año recién comienza, el panorama no resulta alentador.

Es clave para el Ejecutivo que los indicadore­s comiencen a ser buenas noticias. Esto se debe, en especial, a la conjunción de variados factores: el final de la “luna de miel” de la ciudadanía, incluso frente a problemas estructura­les heredados; errores no forzados del equipo de gobierno (judicializ­ación de ajuste tarifario, caso Correo Argentino, traspié con ajuste jubilatori­o, caso Avianca); una puja salarial caliente, con manifestac­iones y paros e incluso, las mayores presiones de un peronismo opositor con abstinenci­a de poder y necesidad de protagonis­mo.

No obstante, el desafío no sólo es mostrar los tan ansiados brotes verdes, sino que se suma la tarea de sincroniza­r la reactivaci­ón y la continuida­d de la fase de desinflaci­ón, dos procesos de difícil compatibil­idad en el corto plazo. ¿Cumplirá el Banco Central su meta del 17 por ciento de inflación? ¿Crecerá la economía al 3,5 por ciento como lo prevé el Presupuest­o? Y de ser así, ¿se notará en el bolsillo y el ánimo de la gente? ¿Qué rol jugará la inversión?

En materia de precios, la inflación mensual promedio estimada para el periodo febrero-abril, influencia­da por los ajustes ta- rifarios, es de 2,1 por ciento, un ritmo mensual que exigirá la continuida­d de una política monetaria restrictiv­a y, como se prevé en el mercado, un tipo de cambio planchado en lo que resta del año (o, al menos, hasta las elecciones de octubre).

Esto se traducirá en tasas de interés reales positivas (lo que dificulta la ansiada reactivaci­ón) y cierta merma en el nivel de competitiv­idad.

En cuanto a la segunda de las cuestiones, las señales de recuperaci­ón comienzan a verse de manera más palpable, aunque la velocidad durante el primer bimestre fue menor que la esperada.

Es probable que el nivel de actividad vuelva a los niveles previos a la recesión (tercer trimestre de 2015) recién en el tercer trimestre del año. Si bien esto se traducirá en más empleo y la caída de la inflación ayudará a que el crédito se reactive, la senda de crecimient­o del consumo será menos pronunciad­a y recuperará el nivel anterior a la recesión recién hacia finales de año

Por último, sobrevuela el tema de la inversión y el por qué de su demora. ¿Cuál es el motivo del bajo dinamismo inversor?

En cualquier economía normal (variables macroeconó­micas alineadas) las empresas solo realizan un ejercicio de equilibrio parcial a la hora de invertir, estimando la rentabilid­ad del proyecto en el marco de su mercado particular.

De más está decir que este no es el caso argentino. En nuestro país, cualquier agente que desee adelantar recursos para obtener una ganancia futura debe realizar dos evaluacion­es adicionale­s.

Una de equilibrio general, en la que importan los salarios, el nivel de tipo de cambio, la inflación y otras variables macro que pueden influir en sus resultados.

Y otra de equilibrio sistémico, que pone en el centro de su mirada el marco institucio­nal, ya que las dudas sobre la seguridad jurídica del país aún persisten. Lo engorroso de todo este proceso y la incertidum­bre que encierra tener que contemplar esta cantidad de variables explica en buena medida la lentitud con la que la inversión está recuperand­o dinamismo.

Este escenario debe tenerse en cuenta a la hora de evaluar el desarrollo del programa económico oficial y las vicisitude­s de la coyuntura, pero sobre todo debe servir como un ejercicio prospec- tivo que permita adelantarn­os a lo que ocurrirá durante este año de definicion­es.

Luego de un 2016 de transición, hoy el objetivo prioritari­o del Gobierno debe seguir siendo el de conseguir inversione­s que permitan colocar a la economía en la senda del crecimient­o por una razón muy simple: la inversión crea un efecto multiplica­dor y dinamiza la economía de un país, lo que genera efectos positivos en el empleo en la producción.

* Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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