La dulzura de trabajar para uno mismo
Cristina Pinto (46) y su familia viven del emprendimiento que ella misma amasó. “Lluvia de anís”, así se llama, muestra cómo las habilidades pueden dar lugar a un negocio cuando se trabaja con capacitación y orden. “Empecé yo sola hace casi cuatro años. Estuve siete años empleada de una tienda. El último año de estar ahí, cuando salía de trabajar, iba a capacitarme al Centro de Industriales Panaderos (Cipac)”, apunta. –¿Costaba ese esfuerzo? –Sí, terminaba el día a las 23.30, pero me gustaba mucho. Me despidieron del trabajo, me indemnizaron, pero igual entré en una etapa de crisis emocional. Mi marido, Eduardo, que tenía trabajo, me llevó un fin de semana a ver a mi familia a Jujuy y volví nueva, liberada, con la mente clara. –¡A la pastelería! –Razoné: tengo plata de la indemnización, tengo un oficio y un auto. Entonces compré algo de insumos y me puse a producir. Pastafrolas, bollitos de anís, alfajores de chocolate, de fécula. Llené el auto, mi hijo me hizo de chofer y le ofrecimos a todos los negocios desde casa hasta Villa El Libertador. Me compraron todo y volví con pedidos para el día siguiente. Después mi marido también se quedó sin trabajo y se sumó.
– ¿ Hubo más capacitación, además de la del Cipac?
–En Cáritas, un taller sobre emprendimientos. Después el Ministerio de Trabajo de la Nación me aprobó un proyecto para comprar máquinas y empecé a participar en ferias. Con la gente de Economía Social de la Municipalidad aprendimos a hacer un plan de negocios y a sacar costos. Primero estábamos asustados, pero los cursos nos ayudaron mucho.
–¿Definiste rápidamente cuáles productos salían más?
–Sí, en determinadas ferias dejamos de ofrecer ciertos productos porque había muchos con lo mismo. Yo aprendí a conformar costos y a determinar qué me conviene y qué no. Mi caballito de batalla es el alfajor de fécula, pero puedo hacer panes saludables, facturas, depende donde vayamos. También nos llaman por teléfono para hacernos pedidos.
–¿Tenés claro que no te podés comer el capital de trabajo?
–Totalmente. No se puede comer todo, siempre debe quedar para insumos, maquinaria, transporte. Voy piloteando los costos sin bajar jamás la calidad. Trabajo con recetas, todo está pesado: el agua, la leche, la harina.
–¿Cómo evolucionaron tus responsabilidades?
–Ahora que no tenemos patrón, encontramos otras libertades que no teníamos, pero a la vez sumamos muchas más responsabilidades. La feria es un lugar de ventas, pero también de contactos. No se puede dejar escapar al cliente.
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