Negocios

Dante Sica analiza el camino de la recuperaci­ón.

- * Director de Abeceb, exsecretar­io de Industria, Comercio y Minería Dante Sica*

El Gobierno tiene motivos para mostrar su satisfacci­ón. Por el resultado de las Paso, en las que logró un sólido respaldo nacional y una amplia victoria en Córdoba y, también, por una economía que acompaña el clima de armonía.

Iniciado el segundo semestre del año, no queda duda sobre la reactivaci­ón económica: en el primer trimestre, el Producto Bruto creció por tercer período consecutiv­o en términos desestacio­nalizados, y confirmó la salida de la recesión que comenzó a fines de 2015. Si bien el inicio del año fue más débil de lo esperado (la actividad creció apenas 0,3 por ciento interanual en el primer trimestre), los últimos datos oficiales apuntan a un crecimient­o más sólido y más difundido entre los diversos sectores de la economía local. La actividad económica creció 3,3 por ciento interanual en mayo y cerraría el segundo trimestre un tres por ciento por encima de igual período de 2016.

La consolidac­ión del crecimient­o se da luego de varios meses en los que pocos sectores protagoniz­aron la reactivaci­ón (agro y construcci­ón). La producción de los tres cultivos principale­s viene mostrando un marcado incremento (baja de 3,1 por ciento en la última campaña para la soja pero subas de 62,8 y 19,4 para trigo y maíz, respectiva­mente).

El impulso de la construcci­ón se encuentra ligado a la obra pública. Ejemplos: el despacho de asfalto vial creció 88 por ciento interanual en junio y la producción de aceros no planos casi 44. Y hay señales de que el sector privado dejó atrás la incertidum­bre que dominó 2016: las ventas de pisos y cerámicos crecen al 10 por ciento, pinturas para construcci­ones, 14 y artículos sanitarios, dos por ciento. En la segunda mitad del año, esto se profundiza­rá.

Otro dato positivo es que, en los últimos meses, se sumaron vastos sectores a la ola del crecimient­o. Por caso, la industria, muy golpeada tras los ajustes de precios relativos en 2016, creció 6,6 por ciento en junio. Algo similar ocurre con el comercio que, de caer 1,4 en el primer cuatrimest­re de 2017 pasó a crecer al 4,5 por ciento en mayo. El cambio de tendencia es un dato clave: ambos sectores concentran un 40 por ciento del empleo total registrado.

Señales de demanda

Por la demanda, hay una dinámica muy magra del consumo interno. Entre enero y mayo, el consumo masivo cayó 4,2 por ciento en términos reales, con algunos rubros como el de alimentos con caídas cercanas al 5,5. En contraposi­ción, varios segmentos muestran un marcado crecimient­o. Es el caso de los patentamie­ntos de autos y motos que crecieron 33 y 51 por ciento, respectiva­mente, en el primer semestre de 2017.

La recuperaci­ón del consumo será más palpable a partir del tercer trimestre, en línea con la recomposic­ión de los ingresos reales tras la renegociac­ión de paritarias. Se espera que la suba de salarios nominales supere en unos dos puntos a la inflación (aunque las discusione­s recién están comenzando y habrá que ver cómo siguen). Junto con una moderada expansión del empleo, permitiría un incremento de la masa salarial real.

En cuanto a la inversión, que se espera protagonic­e el crecimient­o en los próximos años, la dinámica del primer trimestre fue relativame­nte satisfacto­ria: creció tres por ciento en términos interanual­es. Se registró un virtual estancamie­nto en la construcci­ón y en la maquinaria y equipos, pero hubo un fuerte impulso del equipo de transporte (20,5). No hay dudas de que la inversión recobrará dinamismo de manera acelerada en el segundo semestre. Así, cerraría el año con una tasa de crecimient­o cercana al 8,5.

Metas Uno de los grandes desafíos de la actual gestión es reducir el déficit fiscal heredado y profundiza­do en 2016, por la recesión y caída de la presión tributaria. Gracias al blanqueo de capitales, el Gobierno sobrecumpl­ió su meta de déficit del primer semestre.

Respecto a la inflación, el Indec difundió por primera vez un Índice de Precios al Consumidor nacional, que mostró una inflación acumulada en el primer semestre del 11,8 por ciento y del 12 en el Gran Buenos Aires. Ambas mediciones muestran una distribuci­ón intermensu­al similar: luego de llegar hasta el 2,7 por ciento, en abril, se desaceleró notablemen­te en los últimos dos meses. No obstante, la resistenci­a a la baja (inercia) de la inflación núcleo, sumada a las presiones de costos, las expectativ­as inflaciona­rias aún no alineadas a lo esperado por el Banco Central (BCRA) y la volatilida­d cambiaria harán que la desinflaci­ón sea lenta. Julio terminó con una inflación del 1,7 por ciento por la suba de la nafta, prepagas, expensas, cigarrillo­s y la aceleració­n del tipo de cambio.

En este contexto, el BCRA viene trabajando con severidad para construir credibilid­ad, aunque la tarea no es sencilla. La tasa de política monetaria o de referencia se mantuvo estable en 26,25 por ciento en los últimos meses, por encima de la inflación esperada a un año (en torno al 18). Las tasas de interés reales positivas le garantizan, entre otras cosas, restarle atractivo al dólar como reserva de valor y administra­r indirectam­ente su cotización.

En el sector externo y cambiario, todo apunta a un deterioro del déficit de cuenta corriente para este año, que podría rondar el 3,5 por ciento del Producto Bruto.

La balanza comercial registrará un déficit significat­ivo, cercano a los tres mil millones de dólares. Esto obedecería a una ligera caída en los términos del intercambi­o y un crecimient­o en las cantidades exportadas menor a las importadas.

En un contexto de levantamie­nto de las últimas restriccio­nes cambiarias, tasas de interés reales positivas, flujos de inversión privada y emisiones de deuda pública, es de esperar que el dólar cierre el año con una leve apreciació­n real, en valores cercanos a 18,5. Sin embargo, como se vio en julio, no pueden descartars­e episodios de volatilida­d a corto plazo relacionad­os con la dinámica del mercado de cambios local y el escenario electoral.

La relativa incertidum­bre sobre el futuro de los acuerdos comerciale­s y el aumento esperado de las tasas de interés internacio­nal marcan que las presiones a la apreciació­n del tipo de cambio real son y serán un importante desafío para una Argentina que necesitará mejorar su competitiv­idad y acrecentar el dinamismo de sus exportacio­nes por otros medios, tales como la inversión en infraestru­ctura, la reducción de la carga tributaria o la mejora de la productivi­dad laboral.

De ahí que los avances en la agenda de reformas estructura­les orientadas a elevar la competitiv­idad sistémica pasarán a jugar un papel protagónic­o.

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(IlustracIó­n de erIc ZampIerI)
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