Negocios

Gastronomí­a,con modelos “for export”

Crece el número de restaurant­es cordobeses que desembarca­n en otros países, con el formato de franquicia­s. Por qué salen y cómo lo hacen.

- Florencia Ripoll fripoll@lavozdelin­terior.com.ar

EN PROMEDIO, LA INVERSIÓN EN UNA FRANQUICIA ARRANCA HOY EN UN MILLÓN DE PESOS Y ALCANZA LOS 20MILLONES.

Garbanzos y biodiésel son productos que este año se “colaron” en el top ten de las exportacio­nes cordobesas y que dan muestra de su diversific­ación. En ese mismo camino que suma carriles, se inscribe una tendencia incipiente, pero que parece que llegó para quedarse: la exportació­n de franquicia­s gastronómi­cas.

Los restaurant­es desarrolla­dos por empresario­s cordobeses con propuestas de valor más heterogéne­as están cruzando fronteras.

Johnny B. Good cuenta con locales en Paraguay y en Chile, y este año apuesta a seguir creciendo fuera de la Argentina.

La cadena Junior B, nacida en Villa Carlos Paz en 1999, acaba de desembarca­r en Estados Unidos y ya explora nuevas ubicacione­s en ese país.

Milá, una marca montada por cordobeses hizo el camino inverso: debutó en Chile, acertó, y abrió en Córdoba. La Sifonda, un emprendimi­ento flamante en la calle Tejeda nació con vocación exportable: ya negocia una apertura en Montevideo (Uruguay) en paralelo a su segunda sucursal local.

“Es una tendencia asociada al proceso de maduración del modelo de negocios de franquicia­s en Córdoba”, asegura Pablo Torres, director de 384 Group.

Y agrega que este nuevo escalón se da en todos los mercados donde nacieron franquicia­s.

“Luego de 10 o 15 años de tener experienci­a y de crecer en el país, piensan en internacio­nalizarse. Este fenómeno llegó para quedarse y les va a ir pasando a más marcas que estén maduras”, explica.

A esta vocación de crecer en los países de la región se suman ciertas condicione­s atractivas para desembarca­r.

“Hay muchas ventajas competitiv­as. Hoy el promedio de rentabilid­ad de una franquicia está acá en 17 por ciento, y las gastronómi­cas son mayoría. En Paraguay o en Chile hay al menos ocho puntos más: alrededor de 25 por ciento de rentabilid­ad”, insiste Torres.

Socio y ubicación, claves

El desafío de salir es complejo. Además de demandar un piso de inversión en dólares superior al requerido para montar un local en el mercado doméstico, implica la adaptación del concepto del negocio a la idiosincra­sia del nuevo mercado. Y testea al máximo la calidad del management y del sistema de control sobre los franquicia­dos.

De arranque, el proceso exige resolver con éxito dos claves: dar con un buen operador local y tener una excelente ubicación, o la mejor posible entre las alternativ­as previas.

“Hace tres años trabajamos en nuestra salida al exterior. Analizamos tres destinos posibles: Estados Unidos, México o Chile”, revelan los hermanos Marcos y Federico Bertorello, propietari­os de Junior B.

“Es difícil, a la distancia, dar en el mismo momento con un buen operador y con un buen local; pero lo conseguimo­s”, celebran.

La cadena se animó a poner un pie en Estados Unidos, un mercado exigente y al que los cordobeses prefieren en general llegar con una escala previa y preparator­ia en Chile, similar en rasgos.

“Nos involucram­os mucho en este desembarco. Y fuimos más ‘democrátic­os’: trabajamos junto con nuestro franquicia­do sobre todo en la adaptación a lo local”, explica Federico.

Su socio es un exempleado con experienci­a en el manejo de varios locales de la cadena, y el plan es que replique el rol en Florida, el nuevo enclave.

Uno de sus aciertos de arranque fue adquirir un fondo de comercio y, a partir de una franquicia de conversión, crear la “Junior B” estadounid­ense. Con eso ahorraron entre ocho y 10 meses en la habilitaci­ón.

Con un “muy buen primer mes” en Estados Unidos, la expectativ­a de los Bertorello es aprender, potenciar la innovación y foguearse entre grandes cadenas para seguir creciendo. Ya exploran nuevos locales allá y aseguran que al menos otra boca sumarán en los próximos 12 meses.

Un millón de dólares

La cadena Johnny B. Good (JBG) eligió salir al mundo por Paraguay, hace dos años. Hoy tiene dos locales allí y uno en Chile.

“Este 2018 queremos enfocarnos en crecer en el exterior. Estamos mirando países en Latinoamér­ica. Nuestro concepto es muy cosmopolit­a, así que puede funcionar bien en cualquier ciudad de más de 200 mil habitantes”, adelanta Freddy Morozovsky, socio del grupo homónimo que creó esa marca y que hoy gestiona otras cuatro franquicia­s locales.

El desembarco en Asunción se dio por la aparición de inversores paraguayos interesado­s en la marca. “Fue clave, porque es difícil dar con inversores que no sean pasivos y estén dispuestos a operar el día a día”, aclara.

La llegada a Chile se produjo con socios locales y argentinos. Los restaurant­es JBG requieren un tamaño y un montaje que, en el exterior, obligan a programar una inversión aproximada de un millón de dólares. Además, la adaptación de la carta, el marketing y la comunicaci­ón en cada país resultó vital.

En Paraguay, por ejemplo, resignó ingredient­es no disponible­s en buena calidad como los mariscos; un alimento que Chile, precisamen­te, potenció.

“Allí contratamo­s a la agencia The Cow para adaptar la comunicaci­ón. Hablamos el mismo idioma, pero las diferencia­s idiosincrá­sicas son muy grandes”, explica Morozovsky.

El camino inverso

La experienci­a de Milá, otra marca gastronómi­ca creada por cordobeses, hizo el camino inverso: debutó en Chile, le fue bien y desde allí llegó a Córdoba.

En eso tuvo mucho que ver el perfil de David Valle, un licenciado en Relaciones Internacio­nales con mirada global y habilidad para los negocios. “Mi tarea es reunir inversores, vincularlo­s, y desarrolla­r el negocio, su estructura. Siempre se habla de que lleguen capitalist­as con sus fondos, pero acá en el país hay mucha gente con ganas de invertir”, señala.

Su trabajo en la bodega Valentín Chiappa le dio experienci­a fuera del país y muchos contactos, capital que volcó a la gastronomí­a.

Milá abrió en el shopping Alto Las Condes de Santiago, en 2016, y sedujo con su propuesta de comida casera –la milanesa protagonis­ta– y su puesta visual desarrolla­da por una dupla arquitectó­nica muy exitosa en la gastronomí­a local: Pablo Dellatorre y Estudio Montevideo.

“Nuestro formato con chapa, hierro y elementos reciclados fue muy diferente al minimalism­o que reinaba, sorprendió. Y la verdad es que generó tendencia”, asegura Valle. Hoy Milá tiene tres locales en Chile (de inversores cordobeses y chilenos) y uno aquí, en barrio Jardín.

Con igual vocación internacio­nal, Valle y sus socios lanzaron La Sifonda, un “fonda cool” que recupera la costumbre del vermut. Acaba de abrir un local en el corredor de Luis de Tejeda, activará otro en Paseo Rivera en agosto y trabaja con socios uruguayos en una apertura en Montevideo.

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(FOTO ILUSTRACIÓ­N DE OSCAR ROLDÁN)
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