Negocios

La visión de una especialis­ta, Ana González Prada.

Ana González Prada, especialis­ta en cumplimien­to y con experienci­a en Europa, señala que, además de la ley, el Gobierno tiene que mostrar resultados rápidos en no más de dos años.

- Paula Martínez pmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

Desde el 1º de marzo está vigente en Argentina la nueva ley de responsabi­lidad penal empresaria­l por hechos de corrupción, y, aunque es un tema obligado para todas las compañías, la realidad muestra que son pocas las que están tomando el tema en serio.

Son, sobre todo, aquellas que tienen que contratar con el Estado o tienen algún órgano público que les exige cumplir con la normativa de un plan de integridad.

El tema es nuevo aquí, pero hay varios países, incluso en Latinoamér­ica, que ya cuentan con legislació­n de transparen­cia o cumplimien­to ( compliance), como se lo conoce globalment­e.

Ana González Prada es una especialis­ta española en la materia y exoficial regional de cumplimien­to para las Américas, Medio Oriente y África de Lafarge Holcim. En su paso por Córdoba, invitada por Transparen­cia Latam, contó su experienci­a en los países desarrolla­dos.

–¿Qué diferencia­s hay entre la normativa local y la que existe en el mundo?

–Este es un tema que se ha desarrolla­do de manera muy similar en otras regiones, sobre todo la normativa española y la del Reino Unido. Lo que falta desarrolla­r acá es darle mayor poder a la agencia anticorrup­ción. En Francia se aprobó el año pasado una norma similar, y no fue la ley la que ha hecho que el status quo cambie el organismo encargado de su cumplimien­to, que se ha puesto a investigar de oficio diferentes temas.

–Es decir, hay que mostrar que se hace cumplir.

–Sí, dotar de contenido y poder a un ente ejecutor de la sanción, es lo que marca la diferencia en los países. Es un antes y un después donde las leyes contra la corrupción empresaria­l funcionaro­n. Además del organismo, debería haber una norma que le dé contenido específico para actuar. Nigeria tiene una ley anticorrup­ción, por ejemplo, pero no se cumple. Lo que hace a las empresas cambiar es que se empiece a sancionar.

–Este es un tema bastante nuevo ¿Cuándo fueron las primeras normativas?

–El país más avanzado es el Reino Unido, que empezó a aplicarlo antes de 2010, cuando se promulgó la ley. Ahí dotaron de contenido a una agencia especifica que se dedica a la corrupción penal económico. Le siguió Alemania, cuando surgió el caso de Siemens. Los últimos en llegar al juego han sido los franceses, pero se lo están tomando muy en serio.

–¿Cuándo se podrían empezar a ver resultados desde la entrada en vigencia?

–Si pasa mucho tiempo desde la promulgaci­ón de la ley y desde la visibilida­d clara de que la ley se está cumpliendo, hay una cuestión de credibilid­ad. El Gobierno tiene que ser realmente rápido, no pueden pasar más de dos años con una actividad concreta, y eso es aplicar sanciones.

–¿Estas normas realmente logran cambiar la actitud empresaria?

–Llevo 14 años trabajando en compliance y me gustaría pensar que el mundo es maravillos­o, que la gente está deseosa de cumplir las normas. Pero no es así, en el 90 por ciento de los casos, los cambios han venido cuando hay actividad sancionato­ria. Y no sólo multas, lo que más afecta es cuando el empre- sario termina “con los huesos” en la cárcel. Las multas tienen que ser muy altas para que produzca un desajuste en el balance en la compañía, tienen que ser millonaria. Lo que más miedo da es acabar en la cárcel.

–¿Sirve que los organismos públicos exijan requisitos de transparen­cia, como en Argentina?

–No es suficiente. Una cosa que le ha dado “dientes” a la agencia francesa es que, desde el día uno de su creación, empezaron a mandar cartas a las empresas de determinad­o monto cotizante y cantidad de empleados para que se notifiquen de que la ley había sido promulgada, que conocen los requisitos y, en base a un cuestionar­io, digan si están conforme a la ley. Eso ha generado una sensación en el empresaria­do francés de que esto va en serio. Eso falta en España y en Argentina. Si las acciones no se llevan con prontitud, la gente va a pensar que es otra ley más que no se cumple.

–Una empresa que tiene episodios de corrupción, ¿puede dar vuelta esa imagen?

–Lo más difícil es devolver a una empresa la reputación. Las multas se pagan, la cárcel se cumple, pero la reputación, una vez que se pierde, es muy difícil devolverla. El caso de Siemens, por ejemplo, se ha recuperado desde el punto de vista económico, pero sigue siendo nombrado por un hecho de 2008. El gran problema es que la sociedad tarda mucho en volver a confiar. Incluso en los recursos humanos, los millennial­s le dan mucha importanci­a a la sostenibil­idad, la transparen­cia del lugar de trabajo.

–¿Y qué pasa con contratist­as y proveedore­s?

–Una situación así afecta a la actividad toda. Por ejemplo, en una empresa que trabajé que era acusada de financiar al terrorismo islámico en Siria; en un momento, los bancos empezaron a poner problemas para darnos crédito y me pedían como oficial de cumplimien­to que asegurara que no había más financiami­ento de ese tipo.

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(LAFARGE HOLCIM) Especialis­ta. González Prada trabaja para Lafarge Holcim.

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