Negocios

De Franklin a Macri: el tiempo es dinero

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

Fue en Consejos a un

joven comerciant­e, en 1748, en el que el multifacét­ico Benjamin Franklin –uno de los padres fundadores de Estados Unidos– escribió: “Recuerda que el tiempo es dinero”.

Aunque el sentido original de esa recomendac­ión era el costo de oportunida­d de invertir el tiempo en trabajar para tener más chelines y peniques, la relación puede verse de manera inversa, cuando se piensa ya no en el dinero por ganar, sino en el que se va a gastar. O, peor aún, en el que se gasta más allá de nuestros ingresos.

Y si no, veamos lo que ocurre con el déficit fiscal primario (no incluye los intereses de deuda): por cada segundo que pasa, se lleva 12.684 pesos, en un país en el que la mitad de sus trabajador­es tiene un ingreso mensual promedio de 11 mil pesos.

A medida que uno multiplica, se desploma la mandíbula. En una hora, el “rojo” fiscal equivale a 45,7 millones de pesos. Por día, casi 1.096 millones en descubiert­o. Una perfecta locura.

Pero se rinde culto a una insensatez rayana con el masoquismo. Y es a todo nivel: desde las grandes decisiones con burdo maquillaje de justicia social que juntan aplaudidor­es de la plata ajena (léase, subsidios y beneficios de Anses irracional­es e inequitati­vos) hasta los “pequeños” despilfarr­os capilares que pasan inadvertid­os en diferentes dependenci­as públicas.

Es inaceptabl­e que, con semejante presión fiscal y con un tercio de la economía en negro, recién ahora se expliciten ahorros en estructura­s oficiales, como la readecuaci­ón de la jornada laboral de los choferes del directorio del Banco Central, que ganaban entre 100 mil y 200 mil pesos porque estaban a disposició­n las 24 horas. Los responsabl­es de la entidad que define el cuidado de nuestra moneda (vaya paradoja) tomaron esta medida como si hubieran asumido recién ayer.

Lo mismo con los 5.000 millones de pesos que el Gobierno nacional calcula que ahorraría en pasajes aéreos de funcionari­os que, con la billetera pública, venían viajando en clase ejecutiva.

Y así con el resto de gastos discrecion­ales que el macrismo parece haber descubiert­o ahora, después de dos años y medio de gestionar una caja que, desde el arranque, sabía que estaba agujereada.

El tiempo económico es el que ahora condiciona al tiempo político, por lo que es probable que sigamos asistiendo, impávidos, a las sorpresas que quedan al descubiert­o detrás del ajuste del Gobierno.

Por eso también el presidente Mauricio Macri quiere firmar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal lo antes posible y empezar a despejar la mayor cantidad de incógnitas de cara a 2019.

Todo vendrá después de la pausa mundialist­a. La gran parada será la discusión por el Presupuest­o del año que viene.

Esa instancia, que volverá a poner cara a cara a Macri con los gobernador­es, no sólo dejará marcada la hoja de ruta del año electoral y los reposicion­amientos de cara a las urnas.

También mostrará, por un lado, la altura por la que nos miden los que nos prestan plata para pagar lo que gastamos de más, y, por el otro, el margen de acción del oficialism­o para seguir gestionand­o las expectativ­as de un prometido futuro mejor que sigue demasiado lejos del presente.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Billete. Benjamin Franklin, en el billete de 100 dólares.
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