Invertir, el camino del crecimiento
Potenciar la llegada de inversiones y mantener el nivel elevado durante un período prolongado es una condición esencial para recuperar el crecimiento sostenido. Una de las consecuencias más severas que dejó el período de estancamiento que sufrió la economía entre 2012 y 2016 es que la tasa de inversión se ubicó en niveles muy bajos.
El crecimiento de 2017 trajo una buena noticia: la inversión se recuperó en forma significativa y, luego de cuatro años de haber estado en un nivel de 20 por ciento, llegó a 22,8 por ciento.
Los primeros meses de 2018 mostraron una tendencia positiva, pero eso podría demorarse debido a las turbulencias recientes. No obstante, sorteadas las tensiones, los ajustes en los fundamentals (déficit fiscal y externo) podrían generar mejores condiciones macroeconómicas para el crecimiento y la inversión.
Es que un tipo de cambio real más competitivo estimula la inversión en bienes transables, les da protección natural a los sectores sensibles y desincentiva la salida de recursos por turismo y formación de activos externos.
El panorama toma mejor color a partir de la aprobación de la Ley de Financiamiento Productivo (conocida como la ley de mercado de capitales) y de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que lleva tranquilidad a los tomadores de decisión y garantiza la continuidad del rumbo.
Una prueba de este nuevo marco positivo es el éxito de la licitación convocada por el Gobierno para la construcción, mantenimiento y operación de seis corredores viales, con el modelo de participación púbico privada (PPP), que mantuvo a todos los competidores en juego, quienes presentaron sus ofertas económicas por 6.000 millones de dólares para los próximos cuatro años, lo que ratifica su interés luego de las semanas agitadas.
Parámetro
Para crecer de manera sostenida, la tasa de inversión debería alcanzar el 25 por ciento del producto interno bruto (PIB).
Más allá de que tenemos que apuntar a la convergencia con las economías desarrolladas, debemos hacerlo, antes que nada, para generar empleo suficiente y de calidad.
La economía política de la Argentina indica claramente que, para asegurar la gobernabilidad, una condición indispensable es la de generar empleo para quienes se incorporan año a año a la fuerza de trabajo.
Promover la llegada de inversiones implica dar grandes pasos. Nuestro país debe tener éxito en reducir la inflación, recomponer el ahorro y desarrollar el sistema financiero.
Otro punto primordial es que el tipo de cambio real no debe ubicarse por debajo de su nivel de equilibrio, ya que la inversión tiene un gran componente importado y además, en la economía, los dólares los aportan, en especial, las exportaciones.
Las grandes inversiones que se requieren apuntan a escalar el mercado doméstico alcanzado por el Mercosur y América latina, y para ello es clave avanzar en un proceso de apertura.
Lazos
La apuesta oficial se traduce en multiplicar los esfuerzos por aumentar los lazos con el mundo y el compromiso de incorporarnos a los circuitos globales de integración, luego de varios años de aislamiento.
Así, resultan notables los entendimientos alcanzados con la Unión Europea para arribar a un acuerdo que ya lleva más de dos décadas de negociaciones.
Ese acuerdo debe ser entendido como un hito estratégico, ya que no sólo es un convenio de comercio, sino que, en el corto plazo, la trascendencia va a estar dada por el avance institucional.
Ante el mundo, un acuerdo con Europa es un sello de calidad que garantiza que Argentina, junto con sus socios del Mercosur, inauguran una etapa de mayor apertura, y sobre todo, se comprometen a honrar las reglas de juego.
Sin embargo, con la macro no alcanza. Argentina enfrenta un desafío de enorme trascendencia: tiene que apuntalar su productividad para lograr un
catch-up con el resto del mundo y, para ello, es crucial revertir décadas de estancamiento de la inversión privada.
Durante años hemos estado al margen del proceso de robotización y automatización que atraviesa el mundo desarrollado e incluso buena parte de los emergentes.
Argentina representa sólo el 0,7 por ciento de la economía global, pero su share en la demanda mundial de robots para uso industrial se reduce a tan sólo 0,08 por ciento.
De hecho, una gran cantidad de empresas ya está trabajando e invirtiendo en desarrollar estrategias pro eficiencia para adaptarse a esta nueva etapa, liderando el proceso.
Las ganancias de competitividad no sólo provienen de la incorporación de tecnología en la producción; son líneas de acción integrales que contemplan el rediseño de la estrategia de valor, el desarrollo de proveedores y una reducción de costos que permita dar sustentabilidad a los negocios en un contexto de mayor competencia externa.
La inversión es la única receta de éxito para el crecimiento y la generación de empleo.
Estamos ante una oportunidad, ya que, luego de los últimos años de descalabro económico, nuestro país avanza en un equilibrio macro y en la implementación de un programa de reformas estructural que permitirán mejorar nuestra competitividad sistémica y posicionarnos en el radar de los negocios.