Negocios

El más inquieto de los Bertorello

Es el quinto de seis hermanos. Llevó un saber familiar a escala de cadena.

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Marcos mamó el negocio gastronómi­co de chico: su abuelo estuvo en el rubro, y su papá y su tío dieron vida al bar más emblemátic­o de Villa Carlos Paz, la ciudad natal de la familia: el Teatro Bar.

Hoy, en ese local a metros de la esquina que arde en temporada estival, se ubica una de las 24 sucursales de Junior B, la cadena de restaurant­es que fundó el más precoz como emprendedo­r del clan Bertorello. Sucede que Marcos mostró la pulsión desde chico. “La primera conducta de ese tipo que recuerdo fue a los 6 años, cuando en mi casa había una obra y me puse a pintar y vender los azulejos que habían sobrado”, cuenta.

A los 19 años, y motivado por la necesidad de generar recursos ante la inminente llegada de Agostina, su primera hija, conjugó en un pequeño negocio su carácter y el ADN familiar: vendía pollo y pizzas. Recibió ayuda de toda la familia. Hasta las tías regalaron vajilla y un horno. Durante el primer año la cosa se mantuvo a flote, pero fue a partir del segundo, en plena crisis de 2001, cuando la demanda explotó. “Teníamos una pizza rica y accesible. No había tanto por entonces”, dijo. Inquieto, comenzó a absorber de distintas fuentes (empresario, institucio­nes, etcétera) infor mación sobre cómo franquicia­r: él quería tener una cadena gastronómi­ca que hasta saliera al mundo. En 2004 abrió el segundo local, ya en sociedad con uno de sus her manos, Federico, en la Costanera de Carlos Paz. Y con él y su equipo construyó una red de locales propios y franquicia­dos que este año llegó a Estados Unidos. “De chico soñaba con tener un negocio allí, el mercado más exigente y donde seguiremos creciendo”, anticipa.

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