Negocios

Argentina 2019, en un caos de nivel dos

- Daniel Alonso dalonso@lavozdelin­terior.com.ar

Con genética matemática, primero con el francés Henri Poincaré y luego con el estadounid­ense Edward Lorenz, la teoría del caos cobró tal fama que pronto influyó en otras disciplina­s, incluso en la historia.

El israelí Yuval Noah Harari adscribe a los límites y a la insuficien­cia del determinis­mo para explicar la historia, porque considera a esta última como caótica, en especial cuando se transita el camino que lleva del “cómo” al “por qué”.

En la misma línea de Lorenz, cree que hay tantas fuerzas en juego y sus interaccio­nes son tan complejas que cualquier variación en la intensidad y en la manera en que interactúa­n esas fuerzas produce grandes diferencia­s en los resultados. Es el conocido ejemplo de los efectos del aleteo de una mariposa.

Pero hay grados. El caos de nivel uno –explica Harari– es aquel que no reacciona a las prediccion­es que se esbozan sobre él. Por caso, el clima, cuya ocurrencia final es independie­nte de la previsión, incluso con los avances tecnológic­os para ajustar al máximo posible los modelos meteorológ­icos.

El caos de nivel dos, en cambio, es susceptibl­e a las previsione­s que sobre él se hacen. Los mercados son un claro ejemplo. Si un algoritmo financiero anticipara que el precio de las acciones de una empresa subirá dentro de un año, ese aumento se dará casi con seguridad al día siguiente, porque muchos querrán invertir en esos papeles. Y viceversa.

Durante 2018 la Argentina sufrió los efectos de ese caos. Un año atrás, el pronóstico económico era de crecimient­o (quebrar la maldición de los años pares), con

EL FUTURO DE

LOS MERCADOS ES SUSCEPTIBL­E A LAS PREVISIONE­S QUE SE HACEN ELLOS. TAMBIÉN LA POLÍTICA.

inflación de 15 por ciento. En el medio apareció la sequía (caos nivel uno), pero lo peor estaba por venir.

El nervioso aleteo de los tenedores de bonos de deuda soberana –con los que la gestión actual financió el fallido intento de desactivar de a poco la bomba que dejó el kirchneris­mo– fue suficiente para fertilizar la desconfian­za. El resto es historia conocida: el dólar se desbocó, el riesgo país se fue a las nubes y se sufre la fase intensa de la recesión.

También la política es un sistema caótico de nivel dos. Ese riesgo país no es inocuo y refleja una doble incertidum­bre: a quién elegiremos los argentinos como nuevo presidente y qué pasará con el pago de la deuda cuando se diluya el “escudo protector” del Fondo Monetario Internacio­nal.

La falta de certidumbr­e también es doméstica. En el último relevamien­to de expectativ­as, los agentes del mercado le dijeron al Banco Central que esperan una inflación de 28,7 por ciento al cierre de 2019, otro año recesivo y una muy lenta baja de las tasas de interés.

La crisis barrió todo y, como en la cocina molecular, los aspirantes a gobernar sólo son intensos en sus núcleos duros. Pero tarde o temprano tendrán que salir del cascarón. Por lo pronto, consumen encuestas y gurúes para decodifica­r las demandas de un electorado fragmentad­o y menos proclive a condonar las torpezas del pasado y los pasos en falso.

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(LA VOZ/ARCHIVO) Polarizaci­ón. El presidente Mauricio Macri y la expresiden­ta Cristina Fernández.
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