Argentina 2019, en un caos de nivel dos
Con genética matemática, primero con el francés Henri Poincaré y luego con el estadounidense Edward Lorenz, la teoría del caos cobró tal fama que pronto influyó en otras disciplinas, incluso en la historia.
El israelí Yuval Noah Harari adscribe a los límites y a la insuficiencia del determinismo para explicar la historia, porque considera a esta última como caótica, en especial cuando se transita el camino que lleva del “cómo” al “por qué”.
En la misma línea de Lorenz, cree que hay tantas fuerzas en juego y sus interacciones son tan complejas que cualquier variación en la intensidad y en la manera en que interactúan esas fuerzas produce grandes diferencias en los resultados. Es el conocido ejemplo de los efectos del aleteo de una mariposa.
Pero hay grados. El caos de nivel uno –explica Harari– es aquel que no reacciona a las predicciones que se esbozan sobre él. Por caso, el clima, cuya ocurrencia final es independiente de la previsión, incluso con los avances tecnológicos para ajustar al máximo posible los modelos meteorológicos.
El caos de nivel dos, en cambio, es susceptible a las previsiones que sobre él se hacen. Los mercados son un claro ejemplo. Si un algoritmo financiero anticipara que el precio de las acciones de una empresa subirá dentro de un año, ese aumento se dará casi con seguridad al día siguiente, porque muchos querrán invertir en esos papeles. Y viceversa.
Durante 2018 la Argentina sufrió los efectos de ese caos. Un año atrás, el pronóstico económico era de crecimiento (quebrar la maldición de los años pares), con
EL FUTURO DE
LOS MERCADOS ES SUSCEPTIBLE A LAS PREVISIONES QUE SE HACEN ELLOS. TAMBIÉN LA POLÍTICA.
inflación de 15 por ciento. En el medio apareció la sequía (caos nivel uno), pero lo peor estaba por venir.
El nervioso aleteo de los tenedores de bonos de deuda soberana –con los que la gestión actual financió el fallido intento de desactivar de a poco la bomba que dejó el kirchnerismo– fue suficiente para fertilizar la desconfianza. El resto es historia conocida: el dólar se desbocó, el riesgo país se fue a las nubes y se sufre la fase intensa de la recesión.
También la política es un sistema caótico de nivel dos. Ese riesgo país no es inocuo y refleja una doble incertidumbre: a quién elegiremos los argentinos como nuevo presidente y qué pasará con el pago de la deuda cuando se diluya el “escudo protector” del Fondo Monetario Internacional.
La falta de certidumbre también es doméstica. En el último relevamiento de expectativas, los agentes del mercado le dijeron al Banco Central que esperan una inflación de 28,7 por ciento al cierre de 2019, otro año recesivo y una muy lenta baja de las tasas de interés.
La crisis barrió todo y, como en la cocina molecular, los aspirantes a gobernar sólo son intensos en sus núcleos duros. Pero tarde o temprano tendrán que salir del cascarón. Por lo pronto, consumen encuestas y gurúes para decodificar las demandas de un electorado fragmentado y menos proclive a condonar las torpezas del pasado y los pasos en falso.