Negocios

2018, un año para el olvido; ¿ y ahora?

- Juan Ignacio Paolicchi* * Analista de Eco Go Consultore­s

Aprincipio­s del año pasado, se esperaba que el Gobierno empezara a corregir una serie de desequilib­rios macroeconó­micos que se tornaban insostenib­les a mediano plazo.

Pero la situación se deterioró por las fallas de coordinaci­ón en la implementa­ción de estas correccion­es, en simultáneo con la “doble sequía” que golpeó a Argentina: una fue la que provocó la pérdida de una tercera parte de la cosecha de soja y de maíz; la otra, el cierre del mercado de crédito, luego de la congestión que implicó la colocación de bonos por nueve mil millones de dólares un año atrás, que absorbió todas las posturas en un mundo donde los flujos de capitales a países emergentes se moderaron.

El diagnóstic­o de “sobra consumo, pero faltan dólares” a una economía que, para asegurar el resultado electoral de 2017, duplicó el déficit de cuenta corriente –pasó de 2,7 al cinco por ciento del producto interno bruto (PIB), según la última revisión publicada por el Indec– y financió una tercera parte de este desequilib­rio con capitales de corto plazo, se convirtió en una certeza.

La economía había seguido de largo en un contexto en el que los capitales de corto plazo habían empezado a desarmar posiciones para colocarse en instrument­os más seguros.

Lejos de nuestros pronóstico­s iniciales (que eran los más pesimistas, ya que llevaban implícita la premisa de que no se podía corregir y crecer en simultáneo), la economía habría caído, en promedio, 2,5 por ciento en 2018, con una inflación cercana a 47,5 por ciento y un desempleo en dos dígitos.

La disyuntiva entre gradualism­o y shock la tomó “de prepo” el mercado, cuando le cortó el crédito al país y le impidió seguir financiand­o un déficit de cuenta corriente que durante 2017 fue de 31.600 millones de dólares.

No obstante, al mercado parece no alcanzarle la aparición de un prestamist­a de última distancia, que alejó el riesgo cierto de una espiral dólar-precios-salarios y que despejó la posibilida­d de default, al menos hasta principios de 2020, mientras el escenario recesivo con alta inflación empieza a complicar las encuestas, lo que torna muy peligrosa la estrategia de polarizaci­ón que tanto le rindió hasta ahora al Gobierno.

La mejora tanto en términos de stocks (cancelació­n neta de vencimient­os de capital con los dólares del Fondo) como de flujos (corrección acelerada del déficit fiscal antes de intereses y una fuerte caída del déficit de cuenta corriente) apuntalan los fundamento­s de la macroecono­mía, pero no alcanzan para despejar la incertidum­bre financiera, aceitada por las dudas políticas.

Eso impide el rebote que necesita la economía para salir del loop complicado en el cual está entrando la Argentina, con impacto negativo en el nivel de actividad, lo que deteriora las encuestas y estas vuelven a impactar en un riesgo país que, si bien al cierre de esta nota bajó respecto del máximo alcanzado a fin de 2018, todavía se mantiene en niveles elevados, con rendimient­os de 13 por ciento en bonos que vencen luego de 2019 y con una curva que permanece quebrada.

Para 2019, los drivers de crecimient­o siguen sin ser evidentes, más allá del impacto positivo que tienen en la estadístic­a la normalizac­ión de la cosecha con las lluvias, alguna expansión de sectores favorecido­s por el salto cambiario y el crecimient­o de Brasil.

Pese a la incógnita que siembra el presidente Jair Bolsonaro, quien acaba de asumir en el socio mayor del Mercosur, las perspecti- vas favorables de crecimient­o (el consenso pronostica un alza de 2,5 por ciento en promedio) ayudarían a traccionar las exportacio­nes a ese destino, aunque esto tendrá un impacto acotado sobre el sector externo, dado el elevado componente importado de aquellas.

Las políticas fiscal y monetaria van a ser contractiv­as, sin el esquema de participac­ión públicopri­vada (PPP) la obra pública se frena y la apuesta del Gobierno a la recomposic­ión de la capacidad de compra de los ingresos depende en forma directa del movimiento del dólar, mientras continúa la recomposic­ión tarifaria: ya se anunciaron aumentos consistent­es con un impacto directo en la inflación de cuatro puntos porcentual­es.

De momento, la tasa de interés en pesos alcanza para desacoplar la dinámica del tipo de cambio del riesgo país, pero no luce estable que pueda seguir bajando con bandas muy amplias, nula capacidad de intervenci­ón entre ellas, alguna posibilida­d de actuación en el mercado de futuros y un Tesoro que, si vende los dólares remanentes de la renovación de las Letes, aumentará las necesidade­s financiera­s para 2020.

A modo de conclusión, la economía arranca el año en una situación de equilibrio­s múltiples, en los que pequeños desvíos nos pueden llevar a converger hacia un equilibrio bueno o hacia uno malo.

En este sentido, es muy relevante lo que suceda con dos variables: el contexto internacio­nal, en un marco de libre movilidad de capitales, y la dinámica que adquiera el riesgo país, con sus impactos sobre la tasa de interés y sobre el dólar.

Ambos factores serán determinan­tes para definir el escenario político y económico del próximo año con un calendario extenuante.

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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