2018, un año para el olvido; ¿ y ahora?
Aprincipios del año pasado, se esperaba que el Gobierno empezara a corregir una serie de desequilibrios macroeconómicos que se tornaban insostenibles a mediano plazo.
Pero la situación se deterioró por las fallas de coordinación en la implementación de estas correcciones, en simultáneo con la “doble sequía” que golpeó a Argentina: una fue la que provocó la pérdida de una tercera parte de la cosecha de soja y de maíz; la otra, el cierre del mercado de crédito, luego de la congestión que implicó la colocación de bonos por nueve mil millones de dólares un año atrás, que absorbió todas las posturas en un mundo donde los flujos de capitales a países emergentes se moderaron.
El diagnóstico de “sobra consumo, pero faltan dólares” a una economía que, para asegurar el resultado electoral de 2017, duplicó el déficit de cuenta corriente –pasó de 2,7 al cinco por ciento del producto interno bruto (PIB), según la última revisión publicada por el Indec– y financió una tercera parte de este desequilibrio con capitales de corto plazo, se convirtió en una certeza.
La economía había seguido de largo en un contexto en el que los capitales de corto plazo habían empezado a desarmar posiciones para colocarse en instrumentos más seguros.
Lejos de nuestros pronósticos iniciales (que eran los más pesimistas, ya que llevaban implícita la premisa de que no se podía corregir y crecer en simultáneo), la economía habría caído, en promedio, 2,5 por ciento en 2018, con una inflación cercana a 47,5 por ciento y un desempleo en dos dígitos.
La disyuntiva entre gradualismo y shock la tomó “de prepo” el mercado, cuando le cortó el crédito al país y le impidió seguir financiando un déficit de cuenta corriente que durante 2017 fue de 31.600 millones de dólares.
No obstante, al mercado parece no alcanzarle la aparición de un prestamista de última distancia, que alejó el riesgo cierto de una espiral dólar-precios-salarios y que despejó la posibilidad de default, al menos hasta principios de 2020, mientras el escenario recesivo con alta inflación empieza a complicar las encuestas, lo que torna muy peligrosa la estrategia de polarización que tanto le rindió hasta ahora al Gobierno.
La mejora tanto en términos de stocks (cancelación neta de vencimientos de capital con los dólares del Fondo) como de flujos (corrección acelerada del déficit fiscal antes de intereses y una fuerte caída del déficit de cuenta corriente) apuntalan los fundamentos de la macroeconomía, pero no alcanzan para despejar la incertidumbre financiera, aceitada por las dudas políticas.
Eso impide el rebote que necesita la economía para salir del loop complicado en el cual está entrando la Argentina, con impacto negativo en el nivel de actividad, lo que deteriora las encuestas y estas vuelven a impactar en un riesgo país que, si bien al cierre de esta nota bajó respecto del máximo alcanzado a fin de 2018, todavía se mantiene en niveles elevados, con rendimientos de 13 por ciento en bonos que vencen luego de 2019 y con una curva que permanece quebrada.
Para 2019, los drivers de crecimiento siguen sin ser evidentes, más allá del impacto positivo que tienen en la estadística la normalización de la cosecha con las lluvias, alguna expansión de sectores favorecidos por el salto cambiario y el crecimiento de Brasil.
Pese a la incógnita que siembra el presidente Jair Bolsonaro, quien acaba de asumir en el socio mayor del Mercosur, las perspecti- vas favorables de crecimiento (el consenso pronostica un alza de 2,5 por ciento en promedio) ayudarían a traccionar las exportaciones a ese destino, aunque esto tendrá un impacto acotado sobre el sector externo, dado el elevado componente importado de aquellas.
Las políticas fiscal y monetaria van a ser contractivas, sin el esquema de participación públicoprivada (PPP) la obra pública se frena y la apuesta del Gobierno a la recomposición de la capacidad de compra de los ingresos depende en forma directa del movimiento del dólar, mientras continúa la recomposición tarifaria: ya se anunciaron aumentos consistentes con un impacto directo en la inflación de cuatro puntos porcentuales.
De momento, la tasa de interés en pesos alcanza para desacoplar la dinámica del tipo de cambio del riesgo país, pero no luce estable que pueda seguir bajando con bandas muy amplias, nula capacidad de intervención entre ellas, alguna posibilidad de actuación en el mercado de futuros y un Tesoro que, si vende los dólares remanentes de la renovación de las Letes, aumentará las necesidades financieras para 2020.
A modo de conclusión, la economía arranca el año en una situación de equilibrios múltiples, en los que pequeños desvíos nos pueden llevar a converger hacia un equilibrio bueno o hacia uno malo.
En este sentido, es muy relevante lo que suceda con dos variables: el contexto internacional, en un marco de libre movilidad de capitales, y la dinámica que adquiera el riesgo país, con sus impactos sobre la tasa de interés y sobre el dólar.
Ambos factores serán determinantes para definir el escenario político y económico del próximo año con un calendario extenuante.