Negocios

Estabiliza­ción no apta para impaciente­s. Por Jorge Vasconcelo­s.

- Jorge Vasconcelo­s* * Vicepresid­ente del Ieral de la Fundación Mediterrán­ea.

Los fundamento­s de la economía argentina han mejorado en forma significat­iva, haciendo que los déficits gemelos apunten en 2019 a recortarse a una cuarta parte (el externo) y a dos tercios (el fiscal, incluyendo intereses) respecto de 2018. Se ha revertido el exceso de pesos que complicó el manejo de la macro desde 2015, fenómeno que se expresa en un tipo de cambio reptando en la banda inferior.

En tanto, la economía real, habría tenido una caída del producto interno bruto (PIB) de seis por ciento en el cuarto trimestre de 2018, con la influencia negativa de las elevadas tasas de interés.

Sin embargo, el ajuste no ha sido en vano, ya que la desacelera­ción de la inflación está ayudando a mejorar las expectativ­as y pensar en un piso más firme para la baja del consumo. Se sabe que la inversión será en 2019 un lastre para el nivel de actividad pero, con trayectori­a ascendente, las exportacio­nes apuntan a compensar.

Los números rojos seguirán inundando todo el primer trimestre en la comparació­n interanual de los datos del PIB y de la industria. Lo que importa es encontrar señales que puedan corroborar o desmentir la idea de un punto de inflexión.

Un anticipo positivo viene desde los mercados financiero­s, con la suba de las acciones, baja del riesgo país y descenso de las tasas de interés locales, con el dólar por debajo de la línea de la zona de no intervenci­ón.

Ese movimiento, común a otros emergentes, es reforzado aquí por un incipiente cambio de percepción de la población. El Índice General de Expectativ­as Económicas que elabora la consultora Kantar TNS, pasó de 68 a 73 entre noviembre y diciembre pasados, con un repunte de cuatro puntos en la percepción laboral actual y futura.

Empresas vinculadas al sector de consumo básico confirman que las ventas de enero estarían marcando un piso, luego de un último bimestre con “datos horribles”: el estimador mensual de la actividad económica (Emae) de noviembre marcó un descenso de 7,5 por ciento interanual , luego de la merma de cuatro por ciento en octubre.

Sin embargo, las condicione­s de arranque de aquel período son muy distintas a las del primer trimestre. Hacia fin de setiembre, el dólar superaba los 40 pesos, la tasa de inflación estaba en seis por ciento mensual, la fuga de capitales no se había frenado, caían los depósitos y la tasa de interés (Leliq) superaba el 70 por ciento anual.

Todas esas variables están ahora en un terreno más propicio, y aunque la tasa de interés todavía se ubica por encima del 55 por ciento, la clave para que el consumo deje de caer es el comportami­ento de la inflación.

Con guarismos algo por encima de 2,5 por ciento para diciembre y enero, se configura una transición que podría desembocar en un escenario en el cual, en el margen, los salarios comiencen a ganarle a la inflación, aunque por poco.

Existe la posibilida­d de acelerar la tendencia bajista de la tasa de interés, pero el Banco Central prefiere el gradualism­o. Con un mercado cambiario vendedor, la entidad podría aumentar las compras diarias, de 50 millones de dólares, e inyectar más pesos.

Las reservas han aumentado 340 millones de dólares por esta vía y la cuota diaria de compras podría ampliarse en febrero, pero de forma modesta, ya que la prioridad sigue siendo el proceso de desinflaci­ón.

De hecho, el Banco Central acaba de cuestionar el rol del crédito como instrument­o reactivado­r, al señalar que es el mayor nivel de actividad el que deriva en un aumento de la demanda de préstamos, y no a la inversa. Es cierto que en la Argentina el

ratio crédito/PIB es minúsculo, pero la tasa de interés es un “costo de oportunida­d” que puede adelantar o posponer decisiones de compra. Además, es importante el crédito entre particular­es a través de los cheques diferidos, cuyo stock se devalúa en términos de valor presente cada vez que la tasa de interés sube, y se valoriza cuando ésta baja.

Más allá de ese debate, en un año electoral, la cuestión es lo que ocurra con el dólar a medida que nos acerquemos a octubre.

Ya hemos subrayado cómo la división del peronismo reconfigur­a todo el panorama, pero también es cierto que las fugas de capitales están asociadas a estos períodos.

La pregunta es si la amenaza de la política a la economía es un riesgo a contemplar o si constituye el “escenario base” dominante. En caso de ser un “riesgo”, no puede ser ignorado, aunque el foco vuelve a lo profundo de la corrección de los desequilib­rios que afectaban a la Argentina.

Una consecuenc­ia es que el déficit externo esperado para 2019 sea de 1,2 por ciento del PIB versus 4,5 por ciento en 2018.

Este gap es financiabl­e con los desembolso­s del Fondo Monetario Internacio­nal y queda margen para una suba de las reservas, por lo que es compatible con la recuperaci­ón gradual del nivel de actividad, teniendo en cuenta que las exportacio­nes podrían crecer a tasas de dos dígitos, al tiempo que, “bombas ” como las Lebac de 2018 han quedado desactivad­as, ya que las reservas externas multiplica­n por tres el monto de los pasivos remunerado­s del Central, cuando un año atrás no alcanzaban a cubrirlo.

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