El Central aprovecha el viento de cola. Por Marina Dal Poggetto.
La fuerte recuperación financiera observada en enero, gatillada por la decisión de la Reserva Federal de ir más lento con las tasas de interés en Estados Unidos, se estabilizó en lo que va de febrero.
El riesgo país se sostiene levemente debajo de los 700 puntos básicos (150 debajo de los máximos de diciembre), los precios de las acciones se mantienen en los nuevos niveles luego de la recuperación de enero, pero el Banco Central de la República Argentina (BCRA) aprovechó esta ventana para moderar el apretón monetario y acelerar la baja en la tasa de interés de la política monetaria.
La tasa Leliq pasó en 15 días de 52 por ciento a fines de enero a 44 por ciento el viernes pasado y junto con esto, la tasa de plazos fijos se redujo a 38 por ciento, con una enorme disparidad entre bancos (45 por ciento el Banco Nación y 33 por ciento algunos bancos privados grandes). Y esto se dio con un sobrecumplimiento del programa monetario y con un valor del dólar que entró y salió de la zona correcta de intervención y un BCRA que pudo comprar desde enero casi mil millones de dólares. En rigor, esas adquisiciones las puede usar para intervenir en el mercado cambiario sólo si el dólar salta a la banda superior con una brecha del 30 por ciento.
Con la aceleración de la baja en la tasa de interés, el BCRA parece haber aprovechado el viento de cola que empezó a soplar en enero para moderar el exceso de “prudencia” que vino sosteniendo en los primeros cuatro meses de vigencia del programa con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Un sendero muy gradual de baja de tasas, como el que rigió hasta fines de enero, tenía la ventaja de aumentar las probabilidades de sostener la pax cambiaria (que siempre podía ser perturbada por algún shock externo o un cambio en la lectura del mercado respecto a la política local). Pero esto tenía un altísimo costo en términos de actividad, empleo y recaudación, que empezaba en diciembre a generar una retroalimentación sobre el riesgo país, azuzado por la incertidumbre en un año electoral. En efecto, la aceleración en el sendero de baja de tasas puede dar algo de aire a la economía.
Aunque comienza a trasladar en forma parcial la “responsabilidad” de sostener la demanda de dinero, que antes recaía en forma casi exclusiva sobre una tasa de pesos muy alta en términos reales, que incentivaba a familias y empresas a desarmar dólares y stocks para cancelarle al banco, a la espera de una baja en el riesgo país y una mejora en los indicadores financieros en general.
Vale recordar que desde que arrancó el esquema con el FMI el crédito a empresas se contrajo en términos nominales 15 por ciento, mientras que el de familias subió sólo 0,5 por ciento frente a una inflación acumulada de casi 15 por ciento desde que comenzó el programa.
De algún modo, el viento de cola rompió ¿transitoriamente? el loop complicado en el que estaba entrando la Argentina en el año electoral, en el que la brusca recesión con inflación (que sigue siendo muy alta) aumentaba la incertidumbre política que en diciembre se empezaba a colar a los precios de los activos financieros. Esto aun cuando, como venimos sosteniendo en esta columna, el segundo programa de estabilización con el FMI había despejado hasta entrado 2020 el riego de default. Y los fundamentos de la economía habían mejorado como contracara del ajuste de shock tanto en términos de flujos (el déficit fiscal y externo se achican) como de stocks (la deuda con el mercado se reduce como contracara de la cancelación de vencimientos con los dólares del FMI y el balance del BCRA mejoró producto de la megalicuación que generó el salto cambiario).
Si el mundo ayuda y el BCRA tiene éxito en la sintonía fina de calibrar en el día a día la tasa de pesos, sin un gran colchón de “prudencia” evitando un escenario de dolarización de portafolios, la apuesta del Central puede ser una buena noticia para la reversión del ciclo en los meses que vienen. Aquí, dos preguntas: ¿dura el viento de cola hasta octubre?, ¿alcanza para seguir matando la incertidumbre electoral?
La respuesta a la primera pregunta no es evidente. Si bien la señal es que la Reserva Federal va a ir más lento con las tasas en Estados Unidos y reduciría el ritmo de absorción de liquidez, el mundo no está exento de episodios de volatilidad en un contexto donde la falta de liderazgos a nivel global reflejada en el Brexit, la guerra comercial con China y la grotesca negociación política en Estados Unidos por el presupuesto, pueden complicar el flujo de capitales a países emergentes. La respuesta a la segunda pregunta tampoco es evidente frente a escenarios binarios y sin perspectivas de una mejora súbita en las valoraciones del Gobierno, como ocurrió en 2017, cuando el impulso a la economía derivado de la expansión del crédito y la obra pública dio vuelta la elección en la provincia de Buenos Aires.
La calma financiera es la principal incógnita, y será fundamental que se sostenga para ayudar a encarrilar las encuestas, con el riesgo de que estas en algún momento impacten en la estabilidad financiera. Otra vez, empezamos a iterar.