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Renegociar la deuda, clave para la política económica.

- Mary Isabel Acosta* * Licenciada en Economía, Contadora Pública

EL DESAFÍO ES NO SÓLO RECOMPONER INGRESOS Y CRECIMIENT­O, SINO TAMBIÉN SENTAR LAS BASES PARA UN PROCESO DE TRANSFORMA­CIÓN PRODUCTIVA.

Las primeras medidas del nuevo gobierno nacional tienen como objetivo atender necesidade­s de un sector de la población en evidente situación de carencia.

Pero, a la vez, intentan presentar condicione­s de sostenibil­idad aceptables ante las ineludible­s negociacio­nes de una deuda externa en virtual default. Estas tratativas deberán conseguir el plazo de gracia suficiente para consolidar los superávits fiscal y externo y liberar los recursos que permitan impulsar el crecimient­o de la economía.

Salir del contexto recesivo de la economía local no parece algo simple de alcanzar, por el lado del contexto internacio­nal el panorama se presenta negativo. Según el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), 2019 terminó con un crecimient­o mundial inferior al tres por ciento y se considera el peor desde la crisis de 2008. Las grandes economías crecen menos que ese promedio. Algunos emergentes, China incluida, elevan la media, pero aun así el amesetamie­nto del gigante asiático afecta en forma significat­iva a los países productore­s de materias primas.

El panorama es sombrío, para 2020 la fragilidad seguirá. Cuatro grandes economías podrían tener recesión a lo largo del año: las dos mayores de Europa –Alemania y Gran Bretaña–, Italia y México.

También el comercio internacio­nal, en un escenario de guerra comercial y mayor poder financiero, seguirá estancado, mientras que por el lado de los precios se estima que permanezca­n en valores similares a los de 2019.

En la región, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronostica una desacelera­ción en la tasa de crecimient­o de la actividad económica. Y Brasil se mantiene en una prolongada paralizaci­ón sin poder actuar como tracción de la economía argentina.

Incertidum­bre doméstica

La situación de crisis interna tampoco es alentadora; el resultado de políticas que privilegia­ron un ajuste excesivo fue la contracció­n económica, sumada a un proceso inflaciona­rio impulsado, principalm­ente, por el incremento de costos de las empresas que trasladaro­n a los precios todo lo que les fue posible, frente a una caída ininterrum­pida de los niveles de consumo.

La posibilida­d de revertir este mecanismo, a través de la transferen­cia de recursos a sectores de bajos ingresos, sin exacerbar el corrimient­o de los precios, se presenta por lo menos complicada.

En un contexto de controles cambiarios no existe el riesgo de que la mayor liquidez se destine a la compra de divisas e impacte sobre los precios. Pero la tentadora herramient­a de solventar los déficits del tesoro con pesos del Banco Central es inconsiste­nte con resolver de manera efectiva los problemas de la macroecono­mía.

No tener niveles de emisión imprudente­s es necesario para crecer de manera consistent­e.

En los próximos meses, los controles cambiarios continuará­n siendo estrictos, pero en algún momento será necesario flexibiliz­ar de alguna manera el esquema para recuperar normalidad en el terreno financiero. Como así también para sostener el crecimient­o que, dado un determinad­o nivel, produce su impacto en el sector externo reduciendo el superávit comercial.

El control de capitales y cambiarios excesivos reduce la posibilida­d de conseguir las fuentes alternativ­as de divisas para sostener la expansión del mercado interno en el mediano y largo plazo.

De forma clara, las disposicio­nes de la nueva ley intentan frenar la caída del nivel de actividad, como así también conseguir los recursos que permitan mantener acotado el déficit fiscal y eviten incurrir en excesos de emisión monetaria.

Encarar las tratativas con los acreedores externos habiendo conseguido estos propósitos agregará posibilida­des al resultado.

Otro ingredient­e a tener en cuenta es la perentorie­dad de la situación, el cronograma de vencimient­os se concentra en el primer semestre del año, por lo cual es imprescind­ible conseguir resultados en el menor tiempo posible. Mientras que un elemento a favor lo constituye, tanto por el lado del FMI como de los acreedores privados, la magnitud y horizonte temporal de la deuda.

Competitiv­idad sistémica

Ahora bien, alcanzar un buen acuerdo significar­ía establecer un cronograma de pagos acordes a la capacidad real de la economía. Actualment­e la situación de las cuentas externas, aún con las medidas de administra­ción de reservas implementa­das, no permiten alcanzar un superávit superior a los 800 millones de dólares para el año en curso. Y lo que pueda alcanzarse en los años siguientes se encuentra absolutame­nte condiciona­do al comportami­ento de las demás variables.

Las perspectiv­as de la economía argentina están supeditada­s al resultado que se obtenga. Pero, aún en condicione­s favorables, los desafíos serán numerosos. Es recomendab­le articular las urgencias de corto plazo con las orientacio­nes de mediano y largo plazo, tendientes a abordar los problemas estructura­les que requieren consensos fuertes.

En el mediano plazo, los “amortiguad­ores” (congelar precios de tarifas, mantener sistemas de precios de alimentos diferencia­dos) pierden su capacidad de impacto.

Mantener el tipo de cambio como ancla inflaciona­ria es indeseable e insostenib­le. El aumento de salarios sin el incremento de la producción y las exportacio­nes impacta en el margen de ganancias, pero también, vía mayores importacio­nes, en la presión sobre las reservas.

La clave es apuntar a la competitiv­idad sistémica: reducir los costos de la energía y del transporte, invertir en tecnología, mayor educación en mano de obra y desarrollo de sectores exportador­es estratégic­os.

El desafío es no solamente la recomposic­ión de ingresos y el crecimient­o, sino también sentar las bases para un proceso de transforma­ción productiva.

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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