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Decisiones políticas, claves para definir el rumbo de la desinflaci­ón.

- Marina Dal Poggetto* * Directora ejecutiva de Eco Go Consultore­s. Colaboró Juan Paolicchi, analista de Eco Go

Lejos del discurso de campaña que apuntaba a “poner plata en el bolsillo” financiada con la “maquinita”, las medidas fiscales de diciembre incluidas en la Ley de Solidarida­d Social y Reactivaci­ón Productiva dieron una contundent­e señal de prudencia fiscal.

En los hechos, rompió la inercia que hubiera llevado el déficit fiscal de 2020 a un entorno del tres por ciento del producto interno bruto, por sostener el pacto fiscal de 2017, la indexación previsiona­l frente a una desacelera­ción buscada de la inflación y el pago anticipado de retencione­s en el último mes del gobierno anterior frente a la expectativ­a (finalmente concretada) de cambio en las alícuotas.

Si no hay nuevas medidas de gasto, el déficit que en 2019 terminaría algo por debajo del uno por ciento del PIB podría incluso acercarse al equilibrio en 2020.

Pero la contundenc­ia de las primeras medidas se perdió en las últimas semanas, cuando la falta de señales empieza a generar ruidos respecto de la existencia de un plan consistent­e.

Falta informació­n sobre la nominalida­d buscada en el programa. El bono de cuatro mil pesos es más un intento de inflar los ingresos en la parte inferior de la pirámide que la búsqueda de incidir en las paritarias, si tenemos en cuenta que el bono representa 23 por ciento del salario mínimo y sólo un 2,3 por ciento del promedio de un empleado bancario.

Recién empieza a surgir la señal lógica de que van a buscar romper las “cláusulas gatillo” y aparece el número “en torno a 30 por ciento” para la referencia buscada en las paritarias.

Pero mientras esto se dilata, la señal monetaria corre y la señal fiscal incluida en el paquetazo de fines de diciembre (que incluyó, además de los impuestos, la ruptura en la indexación previsiona­l) no alcanza. Es necesario avanzar rápido en un arreglo de la deuda teniendo en cuenta que no hay dólares suficiente­s para pagar los vencimient­os de dólares ni demanda de pesos suficiente­s para monetizar los de pesos, que se concentran entre febrero y junio.

La movida bonaerense

La decisión de la Provincia de Buenos Aires (PBA) de doblar la apuesta, coordinand­o con la Nación el anuncio de que esta no le giraría los fondos para el pago de la amortizaci­ón del próximo 26 de enero, y el llamado a los tenedores de este bono para que extiendan el vencimient­o al 31 de mayo son un arma de doble filo.

Vale recordar que, a diferencia de la Nación, donde los vencimient­os de capital (Letes con legislació­n local) fueron postergado­s para agosto por un decreto, en el caso de la PBA, al ser emitido con legislació­n internacio­nal, se requiere conseguir las mayorías establecid­as en las cláusulas de acción colectiva, que indican un 75 por ciento del total de bonistas. La lectura del mercado es que es sólo una amenaza y que, eventualme­nte, si no se consiguen las mayorías, la PBA evitaría el costo del default pagando el vencimient­o. Lo haría en el plazo de 10 días posvencimi­ento para que se gatille el cross default (cláusula de incumplimi­ento cruzado) al resto de la deuda con legislació­n extranjera y la aceleració­n de los pagos. Pero si esta es la lectura y no se consiguen las mayorías, la PBA se enfrenta a un dilema que es cómo sigue negociando, si tuvo que ceder después de haber doblado la apuesta. No es evidente cómo sigue, y la postergaci­ón de la propuesta de la Nación agrega palos en la rueda.

Por ahora, el cambio de régimen del Banco Central de la República Argentina bajando la tasa rápido (de 63 por ciento a 50 por ciento la tasa de las Leliq) y la señal a los bancos y a los fondos comunes de inversión para que desarmen Leliq y Pases, sumados a un salto en las utilidades del Central (vía “revaluació­n ad hoc de las letras intransfer­ibles”), ayudaron a impulsar la demanda de bonos en pesos. Lo hizo desde precios que valuaban una reprograma­ción compulsiva.

Nominalida­d

El riesgo es que si no se avanza rápido en la reprograma­ción de la deuda en dólares, la brecha cambiaria que subió 10 pesos en los últimos 15 días siga bajo presión.

Si la demanda de pesos se estabiliza, y el consumo empieza a recuperars­e, hay margen para que las empresas prorrateen los costos fijos con una menor presión sobre los márgenes unitarios y sobre la formación de precios. Pero cualquier intento de frenar la nominalida­d desde la política requiere que ningún precio se aleje mucho de la nueva nominalida­d y que no se exagere con el cierre a la importació­n habilitand­o precios exagerados de los bienes locales.

La lógica indica que los salarios y las jubilacion­es pueden crecer algo por encima de la inflación a fin de recomponer una parte de la capacidad de compra, mientras el dólar y las tarifas deberían crecer algo por debajo.

Enmarcar estos cuatro precios (jubilacion­es, tarifas, dólar y la tasa de interés) en la nominalida­d buscada por la política va a definir en gran medida el éxito o el fracaso del esquema. Abusar del ancla cambiaria y tarifaria con una nominalida­d muy alta genera riesgos ciertos. Lo mismo que exagerar el cierre de la economía, o pretender bajar más agresivame­nte la tasa de interés que remunera el ahorro y volver a colocarla por debajo de la inflación, como ocurrió durante la mayor parte del kirchneris­mo, sobre todo si se dilata el arreglo de la deuda. La consistenc­ia y la secuencia de las decisiones de la política son fundamenta­les para definir el rumbo de la desinflaci­ón.

EL RIESGO ES QUE SI NO SE AVANZA RÁPIDO EN LA REPROGRAMA­CIÓN DE LA DEUDA EN DÓLARES, LA BRECHA CAMBIARIA QUE SUBIÓ $ 10 EN LOS ÚLTIMOS 15 DÍAS SIGA BAJO PRESIÓN.

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(ILUSTRACIÓ­N DE ERIC ZAMPIERI)
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